Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 30 de septiembre de 2007 Num: 656

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Marco Antonio Campos: viajero en la poesía
NEFTALÍ CORIA

Voces poéticas de Brasil

El deseo o la traición
de la felicidad

DAVID RABOUIN entrevista con SLAVOJ ZIZEK

Ricardo Salazar, fotógrafo
VÍCTOR NÚÑEZ JAIME

Dos poemas
BERNARD POZIER

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Columnas:
Mujeres Insumisas
ANGÉLICA ABELLEYRA

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

Cabezalcubo
JORGE MOCH

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

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Neftalí Coria

Marco Antonio Campos: viajero en la poesía

Marco Antonio Campos (México, DF 1949) es, en su ejercicio de polígrafo, un poeta dueño ya de una invaluable galería de géneros y maneras de ocupar una memoria y una sensibilidad a las que bien podríamos referirnos como un solo prodigio. Reflexivo lector, incansable promotor de la literatura de otras lenguas. (Aquí debe valorarse su labor en la traducción de autores de diversas lenguas y, sobre todo, se le debe agradecer la elección de los autores traducidos por su paciencia y empeño.) Y así podría desplegar lo que en labor incalculable ha hecho este viajero de la poesía, o poeta en el acto de viajar por los libros y el mundo.

Como se ha visto en sus libros que van desde Muertos y disfraces, 1974, hasta Viernes en Jerusalén, 2005, su poesía alcanza ya una edad adulta en la patria de nuestras letras mexicanas. Poseedor de una voz melancólica, su música se sostiene con una gran fuerza lírica que sin duda ya es reconocible. Su prosa, que ha explorado la novela, el cuento, el ensayo, la crónica, el aforismo, nos advierte la visión de un hombre que revisa su tiempo con la aguda entrega que le ha sido otorgada bajo un suave y diáfano hálito de la poesía. En la última parte de su obra poética, me sorprende su invariable y claro camino hacia la sencillez. Su decidido rumbo hacia una nueva transparencia vertebral en la música que sostiene cada uno de sus poemas.

La riqueza de su poesía en prosa se ha venido acrecentando en lo que a sonoridad se refiere, y es innegable que la fina mirada de lector, estudioso y viajero, también ha jugado un papel imprescindible en su obra de los últimos años. Estos poemas se leen como si bajo un cristal suave pasara la navegación de los sitios, personajes y ciudades por donde ha viajado nuestro autor. La poesía aquí también se ha hecho de personajes e historias pero, sobre todo, del viaje por el mundo, los libros y la vida de autores que Marco Antonio Campos ha amado.

Hay un renglón en la poesía del autor de La ceniza en la frente , un rasgo distintivo que me gustaría subrayar, y que sin duda se debe a su vertiente narrativa. Hay poemas en los que se cuenta una historia, y ese es uno de sus valores: la historia que está contando, y claro, el modo de contarla, que bien defiende su irrenunciable capacidad lírica.

Otro sitio de la poesía que está presente de manera central, es la región de la evocación íntima –que ya es conocida en su obra– donde se logran reconocer aspectos clave para ir al momento en el que le tocó vivir etapas primordiales, como la infancia, la adolescencia, los primeros amores, los desencuentros iniciales, el corazón con la herida inaugural. Aquí, la escritura de la poesía trae desde la memoria un momento importante de la historia de mitad del siglo xx , en el que la cultura comenzaba a transfigurarse y de manera porosa dejaba entrar el mundo americano , y la pantalla grande cautivaría los ojos de toda una generación.

...y da lo mismo, y qué importa bailar
a lo Asteire o a lo Kelly, ser vaquero a lo Wayne.

Ya José Emilio Pacheco también dejó un importante rastro con su obra por ese rumbo y, como Campos, dio testimonio de cómo la individualidad hasta lo íntimo estaba haciendo la historia, porque lo que parece una sentimental y honda despedida de la infancia, muy bien nos habla de los modos de ver el mundo desde aquella edad en el reciente pasado de los años cincuenta en Ciudad de México. Y aunque bien merece una atenta observación este lado testimonial que contiene la poesía de Campos, también encuentro un territorio que sin duda es por donde mayores tesoros pueden hallarse; me refiero a la sinceridad con la que se han escritos sus poemas. Y aunque pereciera un elogio simple y sencillo, la sinceridad en la poesía es el zumo que la hace instalarse como la gran poesía. Porque cuando estamos ante una obra en la que resalta la sinceridad y tras esos muros su escritura es fina y exacta como la de Campos, aquella obra es un verdadero talismán para todo lector sincero. Así, la misteriosa operación por extraer la verdad y llevarla de nuevo a la vida, está mucho más cerca.

En la poesía de Marco Antonio Campos podemos observar con justeza las causas que somos, los sueños que hemos sido, las esperanzas en las que nos hemos llegado a convertir, o las desventuras que llevamos puestas como un traje. Y esos son actos que sólo en la gran poesía podemos llegar a leer. Tampoco puede decirse que se trata de confesiones, porque las confesiones grandes sólo serán eso: confesiones. Aquí estamos hablando de poemas escritos con la espada de la franqueza. Es la poesía de la sinceridad, poesía de la belleza humana hecha con las palabras que antes vivieron allá en la cercanía de la vida, palabras que también llegaron del mundo para hacer la belleza y quedar allí vivas en el poema. Yo creo que la poesía de Marco Antonio Campos es una poesía donde, de manera translúcida, puede verse la sinceridad de la escritura y de la vida del que escribe. Y es la historia personal lo que alimenta ese inmenso mapa poético que el lector recorre. Sus viajes, su pasión por la distancia, teniendo como centro Ciudad de México, a la que siempre ha sido fiel, es otra de las razones de su poesía.

Campos es un poeta heredero de la lectura y la vida que pasa como si también estuviera construida de hechos literarios, o como si mirara pasar una ficción frente a sus ojos como agua por las manos. En sus versos, la añoranza, lo perdido, lo que nunca fue, son las imágenes más hermosas que indudablemente han tejido su obra.

Un poeta de ojos abiertos, maduro y sensitivo a las cosas simples y hermosas del mundo. Poeta de la tristeza y el sutil dulzor de la vida, de la breve felicidad de un hombre que está pasando y no se queda, un hombre que retorna a todas partes con la esperanza de hacer el viaje, como Kavafis lo pidiera, lleno de peripecias y, por lo que entiendo, Campos lo querría largo, muy largo, como los grandes viajes que sólo en la poesía pueden ser.