Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 25 de marzo de 2007 Num: 629

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Murakami: literatura
en espiral

PAOLA DADA

La doble espiral:
Kafka en la orilla

La tierra libre de
Palés Matos

MERCEDES LÓPEZ-BARALT

Tres poemas
LUIS PALÉS MATOS

El cosmos de José Martí
ALBERTO ORTIZ SANDI

La antilógica del sistema
XIMENA BUSTAMANTE
entrevista con las GUERILLA GIRLS

Leer

Columnas:
Señales en el camino
MARCO ANTONIO CAMPOS

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Cabezalcubo
JORGE MOCH

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO


Directorio
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Marco Antonio Campos

PLURAL DE NADIE

Descubrí la poesía de Fernando Pessoa en 1969 por las traducciones de Rodolfo Alonso en las bellas ediciones argentinas de Fabril (1961). Ese libro tenía el simplísimo título de Poemas. Aquellas primeras e intensas lecturas me dejaron grabadas al menos cuatro cosas: una, la capacidad de Pessoa de unir lo metafísico con lo extremadamente cotidiano; otra, que el pensamiento en poesía podía volverse emoción y sensación; una tercera, que describía tan bien en la mayoría de sus poemas la búsqueda de su propia anulación y su fuga de la vida que me dejaba en estados largamente depresivos, y la última que, como decenas de miles de sus lectores, me sentí atraído por el juego de espejos de los heterónimos, pero ante todo por los tres más famosos (Caeiro, Reis y Campos). Los heterónimos, escribía Pessoa hacia 1928 (Tábua bibliográfica), no son antónimos ni seudónimos: "La obra seudónima es del autor en su persona, excepto en el nombre que lo asigna; la heterónima es del autor fuera de su persona, es de una individualidad total elaborada por él." En nada o en muy poco se parecían entre sí el propio Fernando Pessoa, el bucólico Alberto Caeiro, padre y maestro mágico, el poeta clásico Ricardo Reis, tan próximo al romano Horacio, y el supermoderno Alvaro de Campos, hijo de Whitman y Marinetti. Pero debe recordarse que Pessoa ideó muchos más heterónimos y que ya, desde adolescente, por ejemplo, había creado, o se había creado, en Charles Robert Anon y a Alexander Search. El verdadero exceso: después de veintidós años de inventarlos, hacia 1935, en una carta a Adolfo Casais-Monteiro, Pessoa mismo describió físicamente a Caeiro, Reis y Campos.

Los heterónimos me han parecido un juego dentro del juego: una manera de Pessoa de multiplicarse por mucho tiempo y en muchos para existir según lo imaginaran los demás o como se veía él mismo. En la marginalidad, interrogando una vida que nunca acabó de entender, creó una realidad superpuesta que en su obra se volvió gran literatura. Por su vida, que parece una ficción, Pessoa se volvió de manera natural un personaje literario. No en balde ha sido personaje de una novela del portugués José Saramago, y de novelas, cuentos, obras de teatro y ensayos del italiano Antonio Tabucchi. La esposa de Tabucchi, María José de Lancastre, armó de Pessoa una imaginativa y magistral fotobiografía. Si nos atenemos -si creemos- a su carta de identidad sacada a sus cuarenta años, Pessoa nació en Lisboa en 1888, era soltero, trabajaba como empleado de comercio, medía 1.73 y tenía los ojos color castaño; más allá de eso, como Pirandello, Kafka o Cavafis, vivió a un lado de la vida como un extraño en la tierra.

Desde hace cerca de veinte años Miguel Ángel Flores se ha consagrado ante todo a la traducción. Recuerdo con especial admiración la que hizo de las Cinco grandes odas, de Paul Claudel. Para la editorial Verde Halago viene traduciendo desde hace años la Biblioteca Pessoa. Deben ir cosa de trece o catorce títulos. En el número once publicó recientemente una selección de aforismos con un título que define perfectamente a Pessoa: Plural de nadie. Aforismos es un decir: los hay, pero también corren en el libro líneas del Diario, relámpagos reflexivos, versos que contienen ideas y que Flores los pone en prosa… En el pequeño libro encontramos quintaesenciadas las obsesiones de Pessoa: el vago Dios, la vida sin sentido y el sinsentido de la vida, el presente en negativo y el porvenir invalidado, el sentimiento de ser "un agujero en la nada" y la conciencia de ser nadie, o si se quiere, plural de nadie… Encontramos asimismo confesiones donde leemos que Pessoa se sentía a un paso de la locura, que se veía a sí mismo como un histérico-neurasténico y que creía en mundos superiores al nuestro y tenía recuerdos de esos mundos.

Lector voraz, quizá Walt Whitman fue el autor de quien Pessoa se sintió más cerca, o si se quiere, del orbe de sensaciones llamado Walt Whitman, a quien vio como un poeta "con un poder de expresión tan consumado como el de Shakespeare". Sin la obra de Pessoa la poesía y la literatura escrita en lengua portuguesa en el siglo XX sería distinta o muy distinta.

La persona o el personaje Pessoa murieron el 30 de noviembre de 1935. La última frase la escribió en inglés con lápiz y tiene un error de dedo: "I Know not what tomorrow will bring".