Mazahuas y guerrerenses, unidos en defensa de los ríos
Magali Iris Tirel
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Mazahuas y guerrerenses, unidos en defensa de los ríos
Magali Iris Tirel
Universidad de Niza,
Francia.
Estancia post-doctoral
en el Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM
Correo electrónico:
[email protected]
La
lucha de los campesinos de Guerrero en contra del proyecto hidroeléctrico
La Parota y la de los indígenas mazahuas de la región
aledaña al sistema Cutzamala en el Estado de México
son dos conflictos sociales que se pusieron en el centro de la preocupación
nacional a partir del año 2004, gracias al interés
que estos movimientos causaron, sobre todo por lo novedoso de ser
de tipo ambiental, fuertes y capaces de desafiar el gobierno mexicano
en cuanto a sus políticas hidráulicas y energéticas
y, además, de levantar dudas sobre el sentido de todo un
sistema social.
Excluidos ayer, protagonistas
hoy
Fue la carencia de agua
lo que llevó a las mujeres mazahuas a declararse en rebelión.
Bajo el intenso frío y la llovizna, tienen que caminar a
veces cuatro horas para llevar una cubeta de agua a su casa. "Nuestras
tierras son ricas en agua y nosotras tenemos que acarrearla del
río. Sólo se busca beneficiar a la gente que vive
en las grandes ciudades, sin importar la pobreza que genera a las
comunidades de donde se extrae el vital liquido", confía
doña María Guadalupe, de la comunidad de Loma de Juárez.
Más de dos décadas
de silencio, y las mujeres no aguantaron más la injusticia
social y ambiental que les ha traído los emprendimientos
hidráulicos realizados en su territorio. El sistema Cutzamala,
que extrae desde los años noventas 14.4 metros cúbicos
de agua por segundo de su región para abastecer a la ciudad
de México y a la zona conurbana de Toluca, sólo les
ha traído contaminación y escasez creciente de los
lugares donde se abastecen y, con ello, la desesperación
de no tener agua potable y de haber perdido la flora y fauna que
era el sustento de las comunidades aledañas al Cutzamala
y al río Malacatepec.
La falta de un caudal
mínimo que garantizara sus usos y costumbres, y los daños
ambientales ocasionados por la operación de la planta Potabilizadora
de Berros fue obligando progresivamente a la gente a emigrar a las
grandes ciudades y a Estados Unidos, afectando así su forma
de vida y llevando a la población a la extrema pobreza en
que se encuentra actualmente.
Esta situación,
que llevaba más de 20 años sin recibir la atención
adecuada, dio inicio a un conflicto en agosto de 2003, cuando un
mal manejo por parte de la Comisión Nacional del Agua (CNA)
en la presa Villa Victoria, una de las siete que abastecen el Sistema
Cutzamala, inundó 300 hectáreas de siembras de los
campesinos mazahuas. La gota que rebasó el vaso. Después
de la sed, el hambre.
Pero el 10 de agosto
de 2004, después de múltiples y fallidos intentos
de diálogo por parte de los hombres con el gobierno, las
mujeres marcharon a la Ciudad de México para exigir el pago
de los daños, la dotación de agua a las comunidades,
la reforestación de la zona, la ejecución de un plan
de desarrollo sustentable para los poblados afectados y la implementación
de una nueva política hidráulica, que tuviera como
finalidad cuidar la calidad y cantidad de agua para las grandes
ciudades y permitiera una mejor calidad de vida para todas las comunidades
de esta zona.
Lo que salió a
la luz pública en este momento fue que, en vez de haber sido
manejado de manera sostenible y tratado como una "cuestión
de seguridad nacional", el trasvase de cuenca más importante
del país se había convertido en un verdadero saqueo
ambiental que significaba un tercio de muerte para el pueblo Mazahua,
ya que no sólo el Sistema Cutzamala no había traído
el progreso prometido a la región, sino que se había
efectuado a costa del deterioro progresivo e irreversible de las
condiciones de vida sobre las que se asienta este pueblo.
En los mismos meses del
año 2003, campesinos de las tierras más marginadas
y más calientes del municipio de Acapulco, en el estado de
Guerrero, instalaban el primer plantón-bloqueo para exigir
la salida de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) de
su territorio. Se habían dado cuenta poco antes de que maquinaria
de la CFE estaban trabajando en sus tierras, afectando terrenos
y caminos sin aprobación de los propietarios de la tierra,
ni permiso de Secretaría del Medio Ambuiente federal.
A la población
nunca se le informó de dichos trabajos, ni de que hacían
parte de la construcción de una presa hidroeléctrica
que inundaría 17 mil hectáreas de tierras comunales
y ejidales mayoritariamente, afectando a más de 25 mil personas.
Esta conducta de la CFE, que violaba directamente los derechos humanos
y muchos otros de los pueblos y comunidades indígenas y campesinas
en cuanto a la preservación de las tierras, territorios y
recursos, dio por fruto que se exalten los ánimos de los
afectados. No sólo se represaría su río, el
Papagayo, que da alimentos y agua a miles de personas y les quitarían
el derecho a un medio ambiente sano, sino que además lo iban
a lograr por medio de la imposición en las asambleas, y la
criminalización de quienes expresaban su inconformidad con
el proyecto.
El
15 de agosto de 2004, apenas cinco días después del
levantamiento de las mujeres mazahuas, se constituía el Consejo
de Ejidos y Comunidades Opositores a la Presa La Parota (CECOP).
La situación en
las comunidades se fue deteriorando con los años, a causa
de la determinación de los tres niveles de gobierno y de
la CFE para llevar a cabo su megaproyecto a cualquier costo. Las
presiones, el menosprecio, la represión, la corrupción,
el no respeto de la ley, las decisiones autoritarias, las estrategias
erróneas y la falta de diálogo del gobierno y de la
paraestatal afectaron la organización y la dinámica
interna de las comunidades.
Todo ello contribuyó
a crear una pesada atmósfera de incertidumbre, desamparo
y tensión que sigue alimentando la confrontación y
alienta la división en los pueblos, lo que ha generado un
daño irreversible en el tejido social. Esta división
ha ocasionado en el último año tres muertos, tres
heridos graves, varios presos, sin contar los múltiples heridos
resultado de los enfrentamientos con la fuerza pública que
ocurrieron en las asambleas. Así, antes de que se haya construido
la obra, los daños a la población local son inmensos.
Por consiguiente, más que siempre, las 32 comunidades y los
tres ejidos organizados en el CECOP están dispuestos a no
dejar que se construye la presa.
"Aquí nacimos
y aquí nos vamos a morir. Defenderemos las aguas de nuestro
río Papagayo con nuestras vidas. El gobierno del Estado carece
de sensibilidad, de diálogo, pero más que todo de
dignidad. Se le olvida que en La Parota las tierras tienen dueños
y que no las vamos a vender. No se puede comprar algo que no está
en venta", manifiesta Felipe Flores, vocero del CECOP, "defenderemos
hasta con nuestras vidas, el derecho a decidir sobre nuestras tierras.
No queremos de un desarrollo que implica tal devastación
ambiental y social; nosotros sabemos que una presa sólo trae
la muerte, tanto para la naturaleza como para el ser humano".
Unidos, lograremos la
sustentabilidad
El reto de los mazahuas
es recuperar lo perdido a causa del deterioro social y ambiental
vinculado al Sistema Cutzamala, un modelo de "desarrollo"
que genera progreso para unos y pobreza para otros. "La victoria
será cuando toda la región tenga un proyecto productivo
sustentable y salgamos de la pobreza", dicen las mujeres.
En cuanto a La Parota,
el reto de las comunidades es proteger lo suyo, su río, sus
tierras, su patrimonio e impedir este megaproyecto hidroeléctrico.
Éste, además de causar graves daños ambientales,
es símbolo de un régimen que viola el estado de derecho
de los indígenas, despoja a los campesinos de sus tierras
para favorecer intereses privados, produciendo verdaderos apartheids
sociales que cercenan y precarizan el lazo social y su entorno.
Por ello, la alianza de esas dos luchas en el Movimiento Mexicano
de Afectados por las Presas y en Defensa de los Ríos (Mapder)
tenía sus motivos suficientes y su identificación:
el sufrimiento de los indígenas mazahuas prueba que la lucha
de los campesinos de La Parota es legítima. Las poblaciones
afectadas por las presas se ven obligadas a emprender una lucha
sin cuartel a fin de obligar el gobierno a que entienda el carácter
insostenible de sus políticas energéticas e hidráulicas,
y de la urgencia de emprender un trabajo de recuperación
ambiental en beneficio de las poblaciones afectadas y de quienes
viven en las grandes ciudades, cuyo bienestar depende del estado
en cual se encuentran sus recursos naturales.
"Las presas del
Sistema Cutzamala terminaron con nuestra cultura
¡y decían
que nos ofrecían el desarrollo!", explicó la
comandanta Victoria Martínez a los campesinos de La Parota
presentes en la caravana cuando llegaron a sus comunidades, el día
el día 24 de mayo. "Hoy vemos con tristeza que el gobierno
nos quiere siempre más humildes. Y no nos hace justo. Por
ello estamos con ustedes, porque van a sufrir las mismas consecuencias
que nosotros si se hace el proyecto que planea el gobierno en sus
tierras. Nuestro movimiento está en pie de lucha para defender
los derechos humanos y los recursos naturales. Pueden asegurarse
de todo nuestro apoyo. Nuestra lucha es una".
A su vez, los campesinos
de Guerrero llevaron a los afectados que visitaron en Jalisco y
Nayarit lo que más tienen: ánimo para luchar, información
y su apoyo incondicional.
"Guerrero
no tiene miedo. Ustedes nunca van a estar solos. Nosotros venimos
en la caravana para decirles qué es el objetivo del gobierno.
Acabar con nuestra agua, despojarnos de nuestras tierras, asesinar
a nuestras culturas. Tenemos que unirnos. Nosotros les traemos información.
Miren, vengan a ver la gran invención de Fox. Aquí
traemos un mapa de su invento, su Plan Puebla Panamá. Hacemos
este recorrido también para alertarles que Calderón
fue el impulsor de las hidroeléctricas cuando era secretario
de energía. Allá, somos sinceros y claros, y venimos
a decirles la verdad: la electricidad no es para nuestro país
ni menos para nuestros estados. Es para Estados Unidos. No es un
delito defender lo suyo: la tierra, nuestro patrimonio, nuestra
cultura, la soberanía de nuestro pueblo. Queríamos
venir desde mucho tiempo, pero tuvimos muertos, y mucha represión.
Sin embargo, la raza está puesta, nunca rodillada ante el
gobierno. Quiero decirles que no están solos. No vamos a
permitir ni una presa más en el país", declaró
Felipe Flores a cada etapa del camino.
Hay que destacar que
los nuevos conflictos ambientales como los del Movimiento Mazahua
y del CECOP, comprenden actores más exigentes, una mayor
base de información que fundamenta las discusiones y una
conciencia social creciente sobre los males derivados del deterioro
ambiental así como su posible reversión, y del papel
que los campesinos cumplen en la reproducción del ciclo del
agua.
Una especificidad de
la acción defensiva que concierne el agua es que sus actores
tienden a ir hacia una ampliación de su movimiento y de sus
preocupaciones. Las amenazas sobre el agua llaman, en efecto, a
soluciones transversales. Más allá del combate frontal,
desarrollan proyectos sociales alternos de manera autónoma.
Asimismo, existe una acción continua en el ámbito
de la sensibilización de las comunidades a su entorno y de
la información, ya que es fundamental el acceso a la información
de las comunidades. Tanto el Movimiento Mazahua como el CECOP, aunque
de manera diferente, trabajan en eso.
Es en este ámbito
que desarrollaron una nueva relación con el agua en que incluyen
su defensa, su protección y conservación. El Movimiento
Mazahua impulsó, entre otras cosas: acciones de reforestación,
rehabilitación de ríos, foros de discusión,
pozos de recuperación de agua pluvial, siembra de hortalizas
orgánicas, construcción de invernaderos, etc.; y el
CECOP, a través de la organización de encuentros nacionales,
foros locales y reuniones informativas en las comunidades, y de
la creación de una radio comunitaria, trabaja en la difusión
de los derechos humanos y en la educación de las poblaciones
locales en los problemas que llevan consigo la construcción
de presas. Las dos organizaciones proponen, además, alternativas
a los gobiernos para evitar la ampliación o la construcción
de megaobras hidráulicas, y para fomentar la sustentabilidad
del desarrollo y de los recursos.
Así, las comunidades
que luchan oponen con su resistencia y su trabajo una actitud distinta
al proceso de manejo actual del agua. Se está gestando una
nueva concepción que remite al desarrollo sustentable y a
la equidad social, conceptos que incluyen el derecho al agua, a
la alimentación, a la educación, a la salud, a la
vivienda digna, al trabajo, y a elementos trascendentales como el
derecho a la democracia, a la paz, al respeto de sus derechos legales
sobre sus propias tierras y a la preservación de su cultura.
En
la construcción de esta nueva cultura del agua, comunidades
Mazahuas y campesinos de La Parota trabajan cotidianamente desde
sus perspectivas culturales, sociales, políticas y económicas.
Sin embargo, esos dos conflictos ambientales tienen un tratamiento
institucional muchas veces insuficiente, a pesar de que sean asuntos
de "interés público" y de "seguridad
nacional". ¿La respuesta oficial a sus demandas? La eterna
desatención en el caso de los Mazahuas y la represión
en el caso de Guerrero. En pocas palabras, a pesar de sus luchas,
se los sigue empobreciendo, marginando y excluyendo de la posibilidad
de acceder a mejores condiciones de vida.
La deuda es de todos
El gran reto que tanto
el pueblo Mazahua como los campesinos de La Parota tienen enfrente
es heredar a las generaciones futuras recursos sanos y agua limpia
que permitan la sustentabilidad para las nuevas generaciones. Dicho
reto es el mismo para todos los mexicanos y, más allá,
para todos los ciudadanos del siglo XXI. Por ello tomaron rápidamente
conciencia de lo universal de sus luchas, y del hecho de que el
éxito y/o fracaso de ellas dependía no sólo
de alianzas duraderas con otras luchas, sino también con
otros sectores de la sociedad.
Esos dos conflictos sociales
advierten a la sociedad que los modos en que se han gestionado históricamente
los recursos tierra y agua entraron en su máxima crisis.
Por ello, desde el inicio de esos dos movimientos, han contribuido
a quitar el tupido velo sobre las consecuencias nocivas de los proyectos
de presas y de trasvases de cuencas.
En efecto, el deterioro
ambiental que implica la construcción de un megaproyecto
de presa como La Parota o un trasvase de cuenca de tal amplitud
como es el Sistema Cutzamala afecta a toda la sociedad en su conjunto,
ya que los graves impactos ecológicos y ambientales son irreversibles
por la ruptura de los ecosistemas, por el deterioro de las cuencas
hidrológicas, por la obstrucción de la recarga de
los mantos acuíferos, por las alteraciones climáticas
globales, la destrucción de la biodiversidad y la expansión
desmesurada de las grandes urbes.
Así, a sus demandas
particulares el derecho a decidir sobre sus tierras y aguas,
y el derecho a una vida campesina digna, esos dos movimientos
incorporaron los reclamos de "ríos para la vida no para
la muerte" (denuncia de las presas y trasvases), "agua
para todos" (derecho humano al agua), "agua para siempre"
(gestión sustentable del recurso), y comenzaron a hacer alianzas
con otros sectores de la sociedad a partir de la consigna "no
a la privatización". Con ello, sus luchas pasaron de
ser luchas económicas y de identidad, a constituir luchas
de carácter político, por el derecho humano al agua,
por la defensa de los ríos y en contra de la privatización
del recurso.
El escenario que se perfila
en México es que prácticamente todos los ríos
corren el peligro de ser represados. Mientras la mayoría
de las presas hidroeléctricas cumple su vida útil
de 50 años, se inicia un nuevo auge de construcción.
"En el Mapder, estamos peleando contra esta política
neoliberal del gobierno mexicano de estar haciendo represas. Tienen
pensado desde Panamá hasta El Cajón hacer un corredor
de represas para generar energía eléctrica barata
para Estados Unidos", explica Felipe Flores Hernández,
quien señala que el objetivo también tiene qué
ver con la privatización del agua a favor de los industriales,
y poner las bases para la privatización de la industria eléctrica
y del agua.
En efecto, cuando vemos
que los proyectos de la Comisión Federal de Electricidad
en este sexenio van a debilitar seriamente la empresa pública,
es legítimo interrogarnos sobre la real intención
de la administración foxista. Las presiones en esta dirección
están claramente incluidas en el Plan Puebla Panamá,
que argumenta la necesidad de apertura y de encontrar "socios
estratégicos" para la privatización y explotación
de todos los recursos en manos nacionales y estatales. Paralelamente,
este nuevo auge de construcción de presas en México,
infla la deuda que tendrá que rembolsar el pueblo mexicano.
"Se están
represando los ríos para sumisión económica.
Endrogan al pueblo con esas deudas, es una burla a la inteligencia
de los mexicanos", denuncia don Esteban, integrante del Mapder.
El costo final de la hidroeléctrica El Cajón se estima
en 2 mil 730 millones de dólares (más de tres veces
el presupuesto inicial)
y funcionará, según
la Comisión Federal de Electricidad (CFE) a un 16 por ciento
de su capacidad. En cuanto al proyecto La Yesca, ubicado 67 kilómetros
río arriba, tendrá un costo inicial de 800 millones
de dólares
y marchará a un 19 por ciento de
su capacidad. El ingeniero Manuel Frías Alcaraz, quien laboró
en la CFE 15 años y es actualmente ingeniero consultor para
obras de infraestructura, no deja de denunciar que los proyectos
El Cajón y La Yesca son "inviables por falta de agua"
y que, "en lugar de tener una contribución positiva
y funcionamiento continuo... se convertirán en una agobiante
y permanente carga financiera para la nación, situación
que complicará la viabilidad de la industria eléctrica,
al acrecentarse la impagable deuda de los Pidiregas".
Sin embargo, El Cajón
se hizo y el proyecto La Yesca es defendido ferozmente por empresarios
que se benefician de la obra pública y por el propio gobierno
panista.
A los costos anteriormente
citados, se añade la inversión estimada de mil millones
de dólares para la construcción de la hidroeléctrica
La Parota en caso de que se hiciera, lo que inflaría la deuda
de la paraestatal, que ya aumentó considerablemente durante
el sexenio del presidente Fox.
En esta administración,
en efecto, la inversión física presupuestaria disminuyó,
y en contraparte la inversión financiada mediante deuda vía
Proyectos de Inversión con Impacto Diferido en el Registro
de Gasto (Pidiregas) prácticamente se duplicó según
informes oficiales. Así, mientras en el año 2000 la
inversión financiada representaba 24.1 por ciento del total
de la inversión impulsada por el sector público, para
el cierre de 2005 se estima que alcanzó casi 43 por ciento
con tendencia creciente.
Los
Pidiregas son utilizados por el gobierno federal para financiar
las infraestructuras del sector energético. Actualmente se
encuentran bajo el esquema de inversión financiada directa
199 proyectos plenamente identificados; 36 para Pemex y 163 para
la Comisión Federal de Electricidad. Según las cifras
oficiales y de acuerdo con el horizonte de amortización de
los Pidiregas y las metas programadas, se vislumbran mayores presiones
de recursos fiscales para los próximos 13 años por
un monto promedio anual de 224 mil 854.4 millones de pesos de 2006,
equivalente a 2.6 por ciento medido como proporción del PIB
para este año. Asimismo el Centro de Estudios de las Finanzas
Públicas (CEFP) de la Cámara de Diputados advirtió
que se requerirá un billón 574 mil millones de pesos
para cubrir el pago de amortizaciones e intereses de Pidiregas,
en los próximos dos periodos sexenales.
Ahora bien, un estudio
de la Secretaria de Comercio de Estados Unidos (US Departement of
Comerce), publicado en la revista Science and Technology
(1998), reveló que el transporte y la conversión de
la energía (nuclear, hidroeléctrica, cogeneración,
etc.) provocan una pérdida de energía de más
de 50 por ciento. Es decir, que a partir de la producción
de 100 por ciento de energía, sólo se logra consumir
un 35.8 por ciento de energía, y se pierde 51.8 por ciento
en los procesos de transporte y de conversión. De aquí
se desprende que las energías renovables que tienen como
particularidad producir energía al punto de consumación
son mucho más eficientes que las clásicas. Pero se
desprende también que los 900 MW que serían generados
por la hidroeléctrica La Parota y para los cuales se
pretende despojar a miles de campesinos de su casa y de sus medios
de sustento ancestrales ni siquiera serían capaces
de compensar la energía hidráulica (el total de energía
hidráulica generada en México es de 9 mil 608 MW en
2000) que se pierde en las redes de transmisión y de distribución.
En el caso del Sistema
Cutzamala, anualmente se invierten mil 600 millones de pesos para
transportar a la zona metropolitana 14.4 metros cúbicos de
agua por segundo. Cada litro recorre por los acueductos y las tuberías
una distancia de unos 140 kilómetros superando, gracias a
un costoso sistema de bombas, un desnivel de mil 366 metros. La
energía consumida para llevar el agua de las ocho presas
del Cutzamala hasta la planta potabilizadora de Los Berros, equivale
a la energía consumida por la Ciudad de Puebla.
Lo absurdo es que, si
el sistema Cutzamala lleva 14.4 metros cúbicos de agua por
segundo, en el Distrito Federal, se desperdician a la vez 12.35
metros cúbicos de agua por segundo por fallas en la red hidráulica.
O sea que el sistema sólo compensa las fugas, mientras decenas
de comunidades mazahuas se quedan sin agua.
Es en este contexto que
una batalla por un río o por el reparto equitativo de un
bien común como es el agua llega a levantar dudas sobre el
sentido de todo un sistema. Lo que se debe retomar en consideración
es que hay derechos humanos en juego, hay prioridades, y debe haber
otra forma de gestionar el agua y la energía; una forma respetuosa
con el medio ambiente, con las personas y con el derecho de las
próximas generaciones a no heredar solamente nuestros grandes
errores.
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