¡Aguas! en Movimiento: una caravana al correr de los ríos
Magali Iris Tirel
|
|
¡Aguas! en Movimiento: una caravana al correr de los ríos
Magali Iris Tirel
Universidad de Niza,
Francia
Estancia posdoctoral
en el Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM
Correo electrónico:
[email protected]
"El
gobierno está haciendo un desierto de lodo y de asfalto en
lugar de dejar los ríos libres. El agua capturada es agua
muerta. Estamos dando leucemia a la tierra, y ella nos da leucemia
ahora", manifiesta don Jorge, de la comunidad de San Felipe
Santiago, Estado de Mexico.
"¿Quién
envenena su propio sustento?", interroga incrédula doña
Juanita, de San Blas, municipio de Nayarit. "Nosotros, los
humanos del siglo XXI, estamos acabando con el agua de los ríos
y los grandes bosques, qué les espera a las nuevas generaciones
sin estos recursos naturales que mantienen al ecosistema agradable
para vivir", contesta Reynaldo Prado Velásquez, de El
Salto en Jalisco, antes de que Felipe Flores Hernández, de
la comunidad de Garrapatas, Guerrero, dijera: "El gobierno
no puede seguir tapándose los ojos y dejar de escucharnos.
¡Ríos para la vida, no para la muerte!"
Al fin de este sexenio,
las voces del agua se encendieron en seis estados de la Republica
Mexicana, de la costa de Guerrero a la costa de Nayarit, pasando
por la montaña del Estado de México, las grandes urbes
de Jalisco y las pequeñas comunidades rurales del centro-oeste
de la República. Con el transcurrir de las voces se pudo
observar cómo ciudadanos de todas partes que a diario padecen
problemas de agua iniciaron un proceso de diálogo, de intercambio
y de apoyo mutuo, sostenido en la idea de que si corre la voz, corra
el agua.
En mayo de 2006, la Caravana
del Agua del Movimiento Mexicano de Afectados por las Presas y en
Defensa de los Ríos (Mapder), recorrió distintos
ríos de México, de conflicto en conflicto, siendo
testigo de la inviabilidad de los megaproyectos de presas y trasvases
de cuencas, de los graves daños a la salud que genera la
sobrecontaminación de los ríos, y de la destrucción
irremediable de los humedales que genera la fragmentación
de los ecosistemas fluviales en la zona costera.
La
intención de la caravana era múltiple: primero, dar
a conocer el porqué son inviables los megaproyectos (presas
y trasvases) que el gobierno mexicano está promoviendo;
segundo, fortalecer la resistencia de los afectados por la presas
y por la alta contaminación de los ríos, y tercero,
exigir la cancelación de las presas La Parota, Arcediano,
El Zapotillo, La Yesca, El Cajón y la IV etapa del Sistema
Cutzamala.
Los integrantes de la
Caravana eran el Consejo de Ejidos y Comunidades Opositoras a la
presa La Parota (CECOP) de Guerrero, el Movimiento Mazahua en Defensa
del Agua del Estado de México, el Frente Chiapaneco contra
las Represas, y demás organizaciones de Jalisco y de Nayarit
asociadas en el Mapder, ciudadanos mexicanos nacidos aquí
y allá, asociaciones de vecinos, ambientalistas, estudiantes.
Durante nueve días
se encargaron de difundir mensajes sobre un uso responsable del
agua y la gestión sustentable de los recursos hídricos
mediante mítines, conferencias de prensa, recorridos, consultas
públicas, marchas, manifestaciones públicas, etc.
en los sitios de conflicto hídrico donde se hace evidente
la administración arbitraria del agua, sin criterio ambiental
ni social. En cada etapa del camino, invitaron a la sociedad entera
a unirse para conocer los problemas que viven en sus comunidades
y cuyas consecuencias afectan a toda la población, ya que
se trata del manejo y uso del agua, un derecho humano fundamental
y un bien común esencial para la vida.
Panorama de la destrucción
de los ríos y del sufrimiento popular
A causa de la destrucción
de los ríos, tenemos hoy en México una población
asustada y enferma, pero más que todo rabiosa y explotando
en diferentes regiones del país. El agua se volvió
una lucha constante para quienes la necesitan como medio de subsistencia
cotidiana, lucha que expresa la depresión y la frustración
del hombre ante la degradación de la realidad que habita.
"¡Aguas!",
el mensaje que llevaron los integrantes de la caravana, tenía
como tema central la defensa de los ríos, pero sonaba más
que todo como una advertencia. "Las presas ya han cobrado muchas
vidas, millones de desplazados, militarización e irreversibles
impactos ecológicos. Tenemos que acabar con este modelo de
desarrollo fracasado", destaca María González
Valencia, integrante del Instituto Mexicano para el Desarrollo Comunitario
(IMDEC). En Guerrero, desde hace tres años la población
afectada por el proyecto hidroeléctrico La Parota muestra
su determinación para proteger las aguas todavía vivas
de su río Papagayo.
Sin embargo, en vez de
reconocer el deterioro ambiental, los graves impactos sociales y
el endeudamiento del pueblo mexicano que implica la construcción
de un megaproyecto de presa tal como aquel de La Parota, el gobierno
prefiere seguir con sus políticas desarrollistas y amenazar
a las poblaciones inconformes quienes tienen como único delito
defender su territorio y oponerse al secuestro de su río.
La caravana arrancó
en las orillas del Papagayo y siguió su ruta hacia el Estado
de México para recorrer, hasta su desembocadura en Nayarit,
los 965 km del río más largo, más contaminado
y más represado de México, el Lerma-Santiago. En camino,
los integrantes de la caravana pudieron constatar la injusticia
ambiental y social que conlleva el modelo de desarrollo actual y
las políticas aplicadas derivadas de él. Cada etapa
mostraba una cara de la crisis hídrica.
En Jalisco, la sobrecontaminación
del río Santiago se volvió un problema de salud pública
en los poblados de Juanacatlán y El Salto. Dichos poblados
padecen el venenoso funcionamiento de la zona industrial que se
estableció hace 40 años. Los casos de cáncer,
asma, leucemia, enfermedades de la piel y de las vías respiratorias
se multiplicaron los últimos años, y las autoridades
no han hecho nada ni para sanear este río que daba alimento
a miles de personas, ni para obligar a las empresas a tratar sus
aguas negras.
Otro
proyecto absurdo, por su agresividad a la salud pública,
es el de presa Arcediano, que pretende represar el río Verde
y el Santiago para abastecer de agua "potable" a Guadalajara,
la segunda ciudad del país. Aunque varios especialistas han
comprobado que no existe la tecnología para potabilizar una
agua que tiene metales pesados y compuestos tóxicos dañinos
para la salud humana (como el benceno, el tolueno y el tricloetano),
el gobierno insiste en llevarlo a cabo.
Y, por si fuera poco,
al problema de contaminación se añade el saqueo de
los ríos. Con los trasvases de cuenca, se crean desequilibrios
naturales, se permite que crezcan ciudades como la de México
y zonas industriales como la de Toluca, y se asientan estilos de
vida caracterizados por el abuso y el despilfarro del agua. Todo
ello, olvidando que el Sistema Cutzamala (el cual alimenta de 14
litros por segundo a esas zonas urbano-industriales) deja sin agua,
aun para beber, a decenas de comunidades mazahuas, empobreciéndolas
y poniendo en peligro la sobrevivencia de su cultura ancestral.
Sin embargo, mientras
avanzan todas estas formas de miseria, la fealdad, la tristeza y
la injusticia ambiental urbana e industrial, los megaproyectos de
presa siguen empujando hacia el despojo y expulsión de cada
vez más campesinos de sus tierras, bosques y aguas. En efecto,
Arcediano no es la única presa planeada por el gobierno sobre
el río Santiago. La obra del megaproyecto hidroeléctrico
El Cajón, en Nayarit, no está todavía terminada
y ya empezó el proceso de licitación de La Yesca,
67 kilómetros río arriba. La llamada "obra del
sexenio" (El Cajón) había sido calificada por
especialistas desde el inicio como "inviable por falta de agua".
Sin embargo se hizo,
aunque la CFE había anunciado de antemano que sólo
iba a funcionar al 16 por ciento de su capacidad. La Yesca tendrá
las mismas deficiencias ya que es muy improbable que el agua pueda
alcanzar un día el nivel necesario para cumplir con su propósito
de generación de electricidad, y por lo tanto ser rentable,
ya que funcionará al 19 por ciento de su capacidad. No se
ha empezado todavía el llenado de El Cajón y, como
pudieron constatarlo los integrantes de la caravana, la primera
gran presa hecha sobre el Santiago, la hidroeléctrica Aguamilpa
(1994), ubicada a 60 kilómetros aguas abajo de El Cajón,
tiene hoy un nivel crítico.
El problema son los impactos
acumulativos de la serie de presas hechas sobre el Lerma-Santiago.
"No ha habido un análisis de los impactos acumulativos
de la serie de presas sobre el Río Santiago ni de los impactos
aguas abajo", denuncia la doctora Alicia Castañeda,
integrante del Mapder. "Exigimos que se cancelen definitivamente
todos los proyectos de presas previstos en la cuenca del Santiago,
dada la inviabilidad técnica y financiera de esas obras que,
aparte de inundar comunidades, de destruir el hábitat de
especies en peligro de extinción, van a fragmentar ecosistemas
fluviales ya demasiado fragmentados, y contribuir a la retención
de sedimentos y por lo tanto a la destrucción de los manglares
en la desembocadura de este río".
En
efecto, la mano invisible que acumula la destrucción ha elegido
a la comunidad Isla del Conde del municipio de San Blas, en Nayarit,
en la desembocadura del río Santiago. La población
padece las consecuencias del sobre uso hidroeléctrico y de
la alta contaminación del río. Tierras cada día
más infértiles a causa de la salinidad y aumento de
las enfermedades gastrointestinales, disentería, cáncer,
anemia a causa de la contaminación. El pueblo se está
volviendo fantasma. Asimismo, los manglares, esas barreras naturales
muy importantes para proteger la costa de las catástrofes
naturales (huracanes, tsunamis) se están secando, lo que
presagia desastres aun peores en el futuro para los lugareños.
Frente a este creciente
desbordamiento de la crisis social, ambiental y de salud pública
vinculada a la destrucción de los ríos, las autoridades
locales, estatales y federales, en vez de reconocer y contrarrestar
las causas y empezar un trabajo de recuperación ambiental
de los ríos, niegan constantemente ante la opinión
publica la importancia de estos problemas, intentando llevar adelante
más inversiones, más trafico de influencias, más
despojos y más represión de los pueblos en resistencia.
Respuesta organizativa
en movimiento
Hace poco, las manifestaciones
de resistencia se daban de manera dispersa y eran percibidas en
la mayor parte de los casos como problemas locales. Cada agresión
se sufría localmente y los movimientos enfrentaban sus problemas
de manera aislada, sin reconocerse en experiencias de otros lugares
ni tener información sobre la enorme cantidad de afectados
que padecen problemas similares. Este aislamiento de percepciones
y luchas impedía a todos comprender el verdadero alcance
de la figura global de la destrucción del ambiente y del
descontento social, vinculados a la destrucción de los ríos.
Sin embargo, este panorama
de atomización se está modificando pues surgen varias
iniciativas de convergencia y de organización en todo el
país. El Mapder, una convergencia de las más importante
hoy existente, nació el 2 de octubre de 2004 en la comunidad
de Aguas Calientes, en Guerrero. Por primera vez en México,
se conformaba un movimiento nacional de tal importancia en torno
a la resistencia contra las presas y en defensa de los ríos.
Los pueblos y movimientos habían tomado conciencia de que
sólo la organización conjunta de todos con todos podía
garantizar el cumplimiento de sus demandas.
De esta manera, buscaron
consolidar nuevas formas de comunicación ágil entre
los pueblos. La caravana "¡Aguas! en movimiento"
fue una de esas respuestas. "Hicimos este recorrido para enlazar
las organizaciones y las luchas asociadas en el Mapder, para que
todos luchemos hombro a hombro", explica Felipe Flores Hernández,
vocero del CECOP.
En efecto, la caravana
se realizó para superar el aislamiento de las luchas. Hacer
un frente común permitió a los pueblos inconformes
perder el miedo y retomar ánimo para seguir luchando y defender
mejor sus derechos. "La caravana nos ha levantado el animo
que a veces cae", expresaron varios de los afectados visitados,
"unidos, haremos más que desunidos. Gracias por venir
de tan lejos".
Asimismo, recorrer seis
estados de la república, y lo largo del río Lerma-Santiago,
permitió a los integrantes de la caravana contemplar la agresión
social y ambiental vinculada a la destrucción de los ríos
en su sentido más global. Se superó la parcialidad
con la cual se veía el problema hídrico, como lo confirma
Julián Blanco de Los Huajes, Guerrero: "Lo que vimos
en la Caravana, es la injusticia ambiental que se suma a la injusticia
social que vivimos en México. No queremos que el futuro de
nuestras familias sea la incertidumbre. Es muy esperanzador que
nuestros pueblos se estén organizando. Tenemos que avanzar
en esta dirección para detener el desastre ambiental que
estamos viendo en nuestras comunidades, y pues, en toda la republica".
Que se hayan integrado
en una misma caravana diferentes grupos y sectores sociales: indígenas,
campesinos, clases medias urbanas, estudiantes, obreros, ecologistas
y luchadores sociales para la consecución de objetivos comunes
es muy esperanzador. Porque este proceso de recomposición
social promete la apertura de nuevas estrategias de lucha, y más
peso para presionar a las autoridades para que hagan de la gestión
responsable y sustentable del agua el tema principal de sus próximas
políticas.
Frente a los problemas
que han aumentado de forma incontrolada con la muerte de los ríos,
rebasando el entendimiento ambiental y de salud de todos, sólo
la organización conjunta de los movimientos y de la ciudadanía
garantizará la sobrevivencia general. Razón por la
cual los integrantes de la caravana hicieron un llamado a la acción
y a la reflexión crítica colectiva, así como
al intercambio de experiencias. Y a la unidad, para que las decisiones
en torno a un recurso esencial para la vida, como es el agua, se
tomen con la participación de todos los mexicanos.
Ir al inicio
|