Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 24 de septiembre de 2006 Num: 603


Portada
Presentación
Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
Carlos Correas: escándalo, polémica y olvido
ALEJANDRO MICHELENA
Vlady: paradigma del artista
ROBERTO RÉBORA
La línea y el cuerpo
DAVID HUERTA
La sensualidad y la materia
MERCEDES ITURBE
Vlady: utopías y destierros
JAVIER WIMER
Fernando Pessoa, el idioma y otras ficciones
ALFREDO FRESSIA
Lo que el viento a Juárez
Mentiras transparentes
FELIPE GARRIDO

Columnas:
A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Mujeres Insumisas
ANGÉLICA ABELLEYRA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Teatro
NOÉ MORALES MUÑOZ

Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

(h)ojeadas:
Reseña de Gabriela Valenzuela Navarrete sobre Habitar a otro

Cuento
Reseña de Leo Mendoza sobre Relatos de la condición humana


Directorio
Núm. anteriores
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JUAN DOMINGO ARGÜELLES

DINERO Y POESÍA

Este relato admite solamente la primera persona del singular. Publiqué mi primer libro en 1982, hace casi veinticinco años. Era un librito de poemas por el que no obtuve un solo centavo. Más aún: debí gastarme algún dinero en uno que otro envío postal, pues obsequié ejemplares a mi familia y a unos pocos amigos. Para decirlo otra vez, mi primer libro –de poesía– no me dio a ganar dinero.

El primer dinero como escritor lo obtuve gracias a un premio literario –concedido por mi poesía–, pero no como el producto de la publicación de mis poemas. En México al menos hay una regla casi general sobre esta materia: la poesía no produce regalías sino gratitudes, que llevada a sus extremos menos elegantes se convierte en expresiones como "la poesía no vende", "nadie compra libros de poesía", "hasta te hago un favor publicándote", etcétera.


Ilustración de Arturo Souto

Según mi recuento, en casi veinticinco años he publicado quince libros de poesía por los que he recibido, en los mejores casos, estipendios simbólicos. En el terreno de la poesía todo es simbólico y honorífico. "Hasta temo ofenderte si te hablo de dinero", ironizaría Gabriel Zaid. (Todavía hay organizadores de premios de poesía que en lo último que piensan es en pagarles a los miembros del jurado calificador.)

Desde hace cinco lustros vivo del periodismo, el trabajo editorial y la promoción cultural y literaria. Estas actividades me han llevado a otras afines. Nunca tuve ni remotamente la idea de que la poesía pudiera ser la responsable de mi sustento material.

La poesía permite vivir, pero está muy lejos de ser un trabajo. Prueba de ello es que en el periodismo los artículos, las reseñas, las notas de lectura y con frecuencia hasta las notas de no lectura se pagan (a veces se pagan mal, pero se pagan); en cambio los poemas casi nadie los paga. Son gratuitos, porque todo el mundo supone que tu computadora o tus libretas o tus cajones están repletos de ellos pidiendo a gritos ser publicados.

Colegas más sabios o más prácticos que yo han optado por acogerse al mecenazgo de las instituciones para, complementado con el producto de conferencias, lecturas, talleres, premios, cátedra, etcétera, poder vivir sin ser burócratas, publicistas o cosas parecidas. Son sabios y son prácticos porque para un poeta que se alquila en otras cosas, esas otras cosas le quitan tiempo para ser poeta y para escribir poemas. La calidad de esos poemas es asunto aparte. Nadie puede saber de dónde saldrá un buen poema. Y hay muy malos poemas escritos en las más óptimas condiciones, y también pésimos poemas escritos en las circunstancias más desfavorables para un poeta.

Los buenos poemas tampoco tienen que ver demasiado con buenas o malas circunstancias. A veces, vivir mal concede experiencias para un buen poema; pero también puede ser lo contrario. En resumidas cuentas, un poeta vive como puede; casi nunca como quiere. Lo fundamental es que no viva tan antipoéticamente que ello lo conduzca a dejar de ser poeta.

¿Para qué sirven los poetas? Jaime Sabines lo dijo del modo más preciso y más poético: "Sirven, como en el mito de Sísifo, para subir la roca que ha de caerse, para sacar la flor de las cenizas, para arrojar del corazón del hombre el desencanto." Es una frase poética, desde luego. Pero es que los poetas, si lo son, deben responder siempre poéticamente a las cuestiones de la poesía.

Otra respuesta posible, consecuencia quizá de la anterior, es la de Marco Antonio Campos, la cual también suscribo: "La poesía no cambia/ sino la forma de una página, la emoción,/ una meditación ya tan gastada./ Pero en concreto, señores, nada cambia./ En concreto, cristianos,/ no cambia una cruz a nuevos montes,/ no arranca, alemanes,/ la vergüenza de un tiempo y de su crisis,/ no le quita, marxistas,/ el pan de la boca al millonario./ La poesía no hace nada./ Y yo escribo estas páginas sabiéndolo."

Hay, desde luego, una ironía al decirlo. Pésimos poetas militantes creyeron un día (algunos todavía lo creen) que la poesía es propaganda social; pésimos poetas "comprometidos" creen que puede servir para lanzar ideas regeneradoras. En realidad, la mayor parte de la gente vive tan antipoéticamente que los poetas y la poesía no les sirven absolutamente para nada. El mundo se la puede pasar muy bien sin los poetas y sin la poesía y –aunque bien lo merece– por eso se la pasa tan mal.

Qué tan resistentes son los poetas que nada ha podido exterminarlos.