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MENTIRAS TRANSPARENTES
Felipe Garrido
LA FUENTE
Dicen que en Viesca había una muchacha que tenía una madrastra cruel. Un día en que la joven lloraba ante la tumba de su madre, vio que ahí al lado había crecido un árbol que tenía frutos. Comió de uno y se sintió bien. Desde entonces, cada vez que estaba triste iba a buscarlos. Su madrastra se dio cuenta y convenció al padre de la niña de que mandara cortar el árbol. Cuando lo descubrió, la muchacha lloró por tres días y sus lágrimas hicieron crecer unas florecillas color de lágrimas que, puestas en sus cabellos, la hacían sentir feliz. La madrastra mandó arrancar las flores. La pobre huérfana se dejó caer sobre la lápida y volvió a llorar. Un borboteo le hizo alzar la cabeza: de la tumba manaba una fuente clara. La niña se lavó el rostro y se alzó resplandeciente. La madrastra, que estaba espiándola, se abalanzó en seguida, se enjuagó la cara con aquella linfa y luego bramó horrorizada. No hizo falta un espejo. Tal como era ahora se veía.
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