La inundación cumplió una semana, y aunque comenzaron las labores de limpieza y desazolve, el nivel de las aguas desciende con lentitud

Viernes 17 de octubre de 2025, p. 30
Poza Rica, Ver., Una semana después de que comenzara la inundación de Poza Rica, algunas colonias grandes y pobladas de la ciudad siguen siendo zona de desastre, pues aunque el proce-so de limpieza y desazolve de las calles ya empezó por diversas instituciones de gobierno, el nivel de las aguas aún desciende con mucha lentitud.
Un ejemplo de ello es Infonavit Gaviotas, un asentamiento que –según datos del censo general de 2020– tiene casi 4 mil habitantes y más de mil 300 viviendas. Al haber sido construida muy cerca del río Cazones, el mismo que se desbordó la madrugada del viernes anterior, su relación con el riesgo ha sido una constante.
Igual ocurre en colonias como Morelos, Independencia o Lázaro Cárdenas; esta sección de la ciudad sigue mayormente cubierta de lodo, basura y escombros, y la gente ha visto interrumpidas sus actividades normales.
Mientras siga el barrio cubierto de fango, se siente como si la vida de sus habitantes se hubiera quedado suspendida en el limbo.
Para una comunidad como la pozarricense, que creció acostumbrada al orgullo de pertenecer a un pueblo petrolero, con gran relevancia económica en su momento, verse anegada y frágil ante la naturaleza debe ser un trago especialmente duro de pasar.
En los años 30 esta ciudad se convirtió en uno de los campos petroleros más importantes de todo el país, y experimentó más de dos décadas de un crecimiento económico acelerado, que llevó a su reconocimiento como municipio en 1951, en un acto que incluso encabezó el entonces presidente Miguel Alemán.
Aunque el punto más alto de su producción tuvo lugar hace ya varias décadas, Poza Rica forjó su identidad como un enclave de importancia, cuya riqueza petrolera atrajo a familias enteras y le dio renombre como una ciudad pujante.
Hoy, el ánimo de la localidad está marcado no sólo por la inundación que encontró desprevenidos a muchos de sus habitantes, sino también por el hecho de que su alcalde, Fernando El Pulpo Remes (quien en los años 60 fue un destacado beisbolista), admitiera que no se construyó un muro de contención en torno del río Cazones –que hubiera ayudado a atenuar la inundación actual–, porque hubo un desvío de hasta 14 millones de pesos.
Desde hace varias semanas, además, sigue latente un conflicto originado por el hecho de que el Tribunal Electoral de Veracruz cambió en septiembre el resultado de los comicios municipales del pasado 1º de junio, que originalmente habían favorecido al candidato emecista Emilio Olvera Andrade, para darle el triunfo a Janeth Adanely Rodríguez (Morena).
Ansiedad vs paciencia
Son las primeras horas del jueves, y en los alrededores de Gaviotas comienza poco a poco a verse actividad. Aunque ya se cumplió una semana de que la crecida de las aguas devastó el barrio, por momentos se siente como si la desgracia hubiera ocurrido hace pocos días. El lodo cubre prácticamente todas las casas y negocios, y en casi cada esquina hay enormes montones de basura en espera de ser recolectada algún día.
Conforme se avanza hacia las zonas más bajas de la colonia, que son las más cercanas al río Cazones, el panorama es todavía más desalentador: las lagunas de fango se vuelven cada vez más profundas, a tal grado que es casi imposible caminar por algunas calles sin que las piernas se hundan hasta la altura de las rodillas e incluso un poco más arriba.
Cada paso se dificulta. Por más que se utilicen botas de goma, el lodo se mete en el calzado, amenaza con provocar resbalones y se queda impregnado en quienes caminan por la colonia para limpiar sus casas, o bien para entregar ayuda a los damnificados. El sol de la mañana va solidificando esta pasta negra, cuyos vapores empiezan a heder y a atraer mosquitos.
La forma de lidiar con la desgracia es diferente en cada caso. Hay vecinos molestos, como Ray Dorantes, quien piensa que los uniformados “no se quieren ni bajar de sus camionetas. Nada más vienen, se pasean, toman fotos y se van. ¡Hay una logística pésima, porque están limpiando otras zonas, pero no ésta, que es la más crítica!”.
A unos cuantos metros, María Teresa Rosas tiene un enfoque distinto. No es que no esté desesperada por la situación, pero dice que está consciente de que el regreso a la normalidad será lento.
“Lo bueno lleva tiempo”
“Mucha gente se queja porque quiere que se resuelva el problema ya, pero esto va a llevar tiempo. Nadie quiere esperar y dicen: ‘yo quiero aquí y ahora’. Nos acostumbramos a tener refrigerador, a que el microondas caliente la comida en un minuto, nos acostumbramos a aplaudir y ya se encendió la luz. ¡No, mi amor! Lo bueno lleva tiempo”, dice con filosofía.
En lo que todos están de acuerdo es en negar los dichos de la gobernadora Rocío Nahle, respecto de que a las 3 de la mañana del pasado viernes se activó una alarma en Poza Rica para evacuar a los habitantes, pero éstos no quisieron o no pudieron salir.
“El aviso, cuando el embalse ya se había salido de cauce”
“Eso no es cierto. Esa noche estuve aquí y sólo pasaron una vez unas patrullas diciendo: ‘se recomienda evacuación’, pero no era un llamado de urgencia. La alarma de Petróleos Mexicanos sí sonó, pero a las 5 de la mañana, y era porque el río ya se había desbordado”, asegura Héctor Juárez Escudero, quien repite los mismos datos que otros cuatro vecinos sobre el tema.
La mañana de ayer, elementos del Ejército y la Comisión Nacional del Agua lograron destapar una de las compuertas que ayudarían a desfogar la inundación, y comenzaron a usar una pala mecánica payloader para verter agua lodosa por encima de otra esclusa que sigue tapada y mandarla hacia el río Cazones. Ya es una forma de despejar la anegación, pero ante la magnitud del problema, se siente como si se estuviera vaciando un tambo con una cucharita.
Tras una larga jornada de limpieza, cae la noche en Gaviotas. Exhaustos, arrastrando los pies, los vecinos salen de la colonia para buscar dónde dormir, y regresar mañana a seguir en el trajín.
Don José Bello Aguilera va contando chistes para aligerar el momento, y en medio del lodazal, decreta con un optimismo inapelable: “Bueno, mañana será otro día. Todos los días que vienen son mejores, porque seguimos vivos”.