¿Por qué cayó Videgaray?
El hombre para toda ocasión
Los otros suicidios
Reacomodos en familia
Videgaray: se va, pero sigue
Meade fortalece precandidatura
Miranda: la bolsa electoral
Videgaray muerde el polvo
Nueva forma, mismo fondo
Bucareli: doble celebración
Dos caminos para la UAZ
Suicidios en la ciudad
Problema de salud que crece
Estrategia para atacarlo
Nochixtlán sigue doliendo
l presidente Enrique Peña Nieto aceptó ayer la renuncia de Luis Videgaray Caso como secretario de Hacienda y Crédito Público y nombró en su remplazo al hasta entonces titular de la Secretaría de Desarrollo Social, José Antonio Meade. El puesto que éste dejó es ocupado desde ayer por Luis Miranda Nava, quien venía desempeñándose como subsecretario de Gobernación.
Ajedrez político
veces es necesario sacrificar al alfil cuando el rey está en jaque.
ace poco más de 30 años esta pregunta tenía una respuesta más clara que la que podremos dar hoy. Al inicio de la década de los años 80 existían más de mil 100 empresas de propiedad estatal que se suponía representaban los intereses de la nación y del pueblo de México. Había en ese entonces todavía un proyecto nacionalista que buscaba fomentar el crecimiento económico, generar más empleos y contribuir a mejorar el bienestar económico y social de la población.
ay quienes se escandalizan de que a Javier Sicilia se le califique de ultraderechista, pero no se sonrojan siquiera al decir grandes mentiras sobre la golpiza
que, según ellos, le propinó la policía del estado de Morelos enviándolo –dijeron– al hospital.
eguramente nunca se cerró el ciclo de los golpes de Estado en América Latina. Una ilusión política quiso ver en el fin de la guerra fría el comienzo de una nueva etapa. En el horizonte se oteaba un futuro de paz, estabilidad política y crecimiento económico. El comunismo había caído en desgracia y el dispositivo para combatirlo: los golpes de Estado, perdían legitimidad. A partir de entonces se podrían utilizar mecanismos de guante blanco sin necesidad de recurrir a la violencia directa. Las presiones para derrocar un gobierno democrático entraban en la era constitucional. El golpe de Estado cruento y con las fuerzas armadas de protagonistas no era una opción viable. Hacer caer un gobierno por otras vías, aun siendo un golpe de Estado, no levantaría tanta suspicacia. Otras instituciones podrían ocupar el papel protagónico, los militares habían cumplido su misión en la guerra contra la subversión comunista
. En el corto y medio plazos, los proyectos democráticos, socialistas, y anticapitalistas no aparecían en la agenda. El enemigo interno
había sido neutralizado, cuando no reducido a su mínima expresión, por la vía del genocidio, la tortura y la desaparición forzada.
asa cada vez. Cuando el comportamiento o las decisiones de un presidente nos agobian se nos impone la urgencia de que el sexenio se acabe. Cruzamos los dedos, cerramos los ojos para implorar ¡Que se acabe el sexenio. Oh Dios! Que se termine este martirio.
Recuerdo que así ocurrió con Luis Echeverría, con José López Portillo, con Miguel de la Madrid. Los finales de Vicente Fox y de Felipe Calderón fueron igualmente esperados. Como si se tratara de un mal sueño del que queremos despertar, era casi insoportable la perspectiva de que al día siguiente estaría ahí mismo el responsable de decisiones cuyas consecuencias adversas nos alcanzarían a todos. A ellos menos que a los demás. Así me pasa con Enrique Peña Nieto. Mientras yo no me recupero de las majaderías de Trump, él parece menos afectado que el resto de nosotros por ese encuentro. Si en lugar de escuchar a sus asesores el Presidente hubiera visto el último concierto de Juan Gabriel, hubiera estado mejor pertrechado para enfrentar a nuestro archi enemigo. Pero, me urge que esto se acabe, no vaya a ser que se les ocurra alguna otra decisión de Estado, como decían que fue la de invitar a Trump a Los Pinos; por ejemplo, transferir Chiapas a Guatemala.
os anfitriones hubieran deseado que un ambiente global muy diferente rodease la celebración en su territorio –por fin, después de tantos años– de la cumbre
del Grupo de los 20, el llamado foro por excelencia para la cooperación económica y financiera multilateral. Recuérdese que, en su actual encarnación, el G-20 data de 2008, del inicio de la gran recesión, e incorporó las economías emergentes al esfuerzo global, no por completo logrado, de recuperación del crecimiento y el empleo. Ocho años y 10 cumbres
después, esa recuperación sigue mostrándose elusiva. Al menos hasta 2013, China hizo quizá la mayor contribución nacional a los objetivos proclamados del grupo; fue el motor que evitó una depresión profunda y generalizada.
i Jinping, presidente de China, en el discurso de apertura de la reunión del G-20 advirtió que ocho años después de la crisis financiera internacional, la economía mundial vuelve a estar en un punto crítico
. Aseguró que la economía global afronta la insuficiencia del crecimiento global; una demanda y una inversión deprimida; volatilidad de los mercados financieros; escaso dinamismo comercial; resurgimiento de tendencias proteccionistas; agotamiento del impulso generado por la ola de avances tecnológicos; envejecimiento poblacional; así como la persistencia del riesgo de burbujas financieras pese a los avances regulatorios.
l cobarde golpe de Estado contra la presidenta Dilma Rousseff es otro avance en la contraofensiva imperialista-oligárquica contra las fuerzas populares de América Latina y el Caribe.