as nuevas autoridades de la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ) y la institución en su conjunto están obligadas a encabezar un inmediato, intenso y participativo proceso de discusión para decidir el rumbo a seguir.

También es posible, aunque sería muy lamentable, que no se convoque a debate alguno y desde arriba se impongan los argumentos de quienes apuestan por el freno drástico al crecimiento de la matrícula, de la oferta educativa y del ingreso de trabajadores académicos y administrativos.

O se abren puertas y ventanas para que se incremente el número de jóvenes o seguiremos aportando mano de obra no calificada para las maquiladoras o ensambladoras que vienen a aprovecharla.

Iniciar un debate serio y comprometido implica, de entrada, asumir que en el fondo toca al pueblo de Zacatecas decidir qué tipo de universidad necesita. Para decidir el futuro de la UAZ hay que analizar la reforma que la institución requiere dentro de la discusión del propio Plan Estatal de Desarrollo que deberá elaborarse el próximo semestre, lo que implica un reto para el nuevo rector y su Consejo Universitario: lograr un primer acuerdo con el Ejecutivo y el Legislativo del gobierno entrante.

La universidad sólo podrá ser tomada en serio si los universitarios se respetan a sí mismos y a sus propias instancias de decisión. Ese primer paso creará condiciones para iniciar un diálogo intenso con todos los sectores sociales, de manera que cuando las autoridades universitarias se entrevisten con las educativas y hacendarias de la Federación, lleven la fortaleza que sólo puede dar la participación directa del pueblo.

Por último, hay que insistir en que nada se podrá hacer por la UAZ si sus autoridades siguen mostrando que no existe la voluntad necesaria para atajar los procesos de descomposición que asoman por todas partes.