El acto de poetizar es inagotable. Si de hecho las cosas materiales están terminadas, la poesía les agrega el sentido humano, cierta movilidad que las hace más vivas, más sensibles. Todo lo que podamos contemplar tiene una historia, mínima pero ahí está, latente en todas sus formas. Para que ésta vibre, hacen falta las palabras que la nombren poco a poco, que hagan girar lo nombrado como en un redondel y que nada se nos escape.

Concretar una cita con una persona de otro país a quien sólo se conoce mediante mensajes por correo electrónico resulta intrigante y le pone sabor al asunto. Además, el asesinato de uno de estos personajes principales hará que el lector no se detenga hasta descubrir de qué va la trama. Ann Carrington, atractiva profesora de historia de una universidad estadunidense, emprende un viaje a Italia con la finalidad de obtener documentos inéditos sobre la reina María de Médicis, los cuales, tal vez, contienen datos que podrían llevarla a descubrir el escondite de unas joyas con un alto valor monetario. Las cartas robadas, Lorenzo de Medici, Planeta, 341 pp.

Presentado como un libro que recoge los pensamientos más sagaces y brillantes de este visionario, más bien debería anunciarse como lo que en realidad es: una compilación de frases sin ningún orden y sacadas de contexto. Steve Jobs fue una persona brillante, pero en este material destruyen todo lo grande e innovador que era. Qué falta de seriedad de la editorial, ni siquiera llega a ser pedagógico leerlo, mucho menos inspirador. Lo único bueno es la nota aclaratoria al final: Esta obra no ha sido autorizada, preparada, aprobada o refrendada por Steve Jobs. Así que, estimado lector, está advertido si quiere gastar su dinero y su tiempo. Yo, Steve Jobs, George Beahm, editor, Editorial Paidós, 109 pp.