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Julia Migenes y fe de erratas
Primero, la fe de erratas. El domingo 6 de julio, quien esto firma publicó aquí un texto a propósito de la música fronteriza llamado “De Michigan a Tijuana… Ése”. En él se afirma que Trini López es mujer y no “machín”, como literalmente nos hicieron ver algunos atentos lectores de este suplemento. Confirmado el dato, va un agradecimiento por hacer eco y por mantener aceitada su memoria histórica. Ojalá que, como ellos y muchos otros en el pasado (nos han mandado discos, libros, invitaciones a conciertos de familiares y hasta mentadas de madre por criticar a Bono), sean más quienes se atrevan a contactarnos. Entendemos que cada vez es más raro el diálogo entre un diario y sus lectores por la inmediatez y enormidad de internet, pero también sabemos que más allá de la vorágine de blogs y chateos instantáneos, hay conversaciones a fuego lento que vale la pena mantener encendidas.
Dicho lo anterior, podemos hablar de la peculiar Julia Migenes. Soprano nacida en una de las zonas más interesantes de la Nueva York musical, el Lower East Side, en su sangre corren antepasados de Grecia, Irlanda y Puerto Rico. Políglota inevitable, su currículo alcanza para llenar esta columna y aún sobraría, pues no sólo fue “descubierta” por Leonard Bernstein en su adolescencia para interpretar roles en piezas como West Side Story, sino que además grabó la exitosa adaptación cinematográfica de Carmen al lado de Plácido Domingo, lo que consolidaría su estatus de diva en foros de Broadway, en la New York Metropolitan Opera, en la Ópera de París, la Scala de Milán y la Vienna Opera House . Y aquí un paréntesis obligado.
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¿Qué es ser una diva? O mejor dicho: ¿qué era ser una diva? Adjetivo antiguo, es obvia su relación con los dioses, con la cualidad divina de quien solía ostentarlo como consecuencia inevitable, mas nunca como un rasgo comprado a críticos o medios de comunicación, lo que hoy sucede a diestra y siniestra. (¡Si hasta Niurka se dice diva!) No. Si hablamos de las primeras formas del cabaret, cuando el pueblo europeo abarrotaba cafés y bares alrededor de tinglados improvisados, entenderemos que diva es la que se gana su derecho a ras de suelo para luego triunfar irremediablemente por encima de los mortales. Camino contrario, pero de mismo final, al tomado por las divas de ópera, casi siempre nacidas y mimadas en lo alto de la pirámide social.
De los cafés concert de París al music hall londinense, y de ellos a la varieté madrileña y al sofisticado kabarett berlinés, de ahí a las múltiples adaptaciones latinoamericanas de Buenos Aires y hasta de México, son cientos los nombres de quienes supieron mezclar la parodia, la magia, la literatura, la danza y la música para el nacimiento del “entretenimiento”, del “arte ligero” que hoy infecta benévolamente hasta los más conservadores espacios de la cultura. Marlene Dietrich, Edith Piaf y más recientemente Ute Lemper; Maria Callas, Montserrat Caballé y Cecilia Bartoli, divas todas cuya fuerza global parece diluir algo fundamental de su arte: el espacio, el foro de mediana o reducida capacidad en el que la audiencia toma cercanía.
Pues bien, cerrado el paréntesis, Diva On The Verge, show unipersonal de Julia Migenes, logrará combinar a la diva de cabaret con la diva de la ópera en un espacio ad hoc (el Teatro de la Ciudad del DF) para jugar con el virtuosismo y el humor –neoyorquina finalmente– que sabe burlarse del nervioso, histérico y neurótico rigor de un género que se niega a descender a las masas proclamando su estatura agrietada y tantas veces aburrida.
Abordando en noventa minutos algunas de las arias y pasajes más emblemáticos del bel canto, Migenes cumple diez años con esta obra que sorprendió a propios y extraños rompiendo el flujo de su impresionante voz, para insertar soliloquios frontales, provocaciones directas hacia la audiencia (por primera vez en español, según prometen los organizadores). No se crea, empero, que con el éxito de Diva On The Verge la cantante se ha dormido en sus laureles. Por el contrario, acaba de lanzar su primer disco de jazz y ha continuado su prolífica carrera dividiéndola entre proyectos personales y experimentales (“Pasión latina”, “La argentina”), y presentaciones formales para melómanos de “pipa y guante” (recientemente se presentó con Plácido Domingo en Jordania, cobijada por la Orquesta Nacional del Cairo).
Con todo lo anterior, ¿vale la pena verla en vivo? Indudablemente. Sin embargo, que el lector dudoso visite www.youtube.com para buscar videos extraídos del mencionado montaje y constate por sí mismo lo que Julia Migenes puede hacer en la delgada línea entre lo solemne y lo hilarante. Los boletos ya están a la venta en taquillas y en el sistema de siempre, a los precios de siempre. Ni modo.
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