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Entre la carretera y la beatitud
ALEJANDRO MICHELENA
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DIMITRIS DOÚKARIS
Entre colillas y restos de comida
ARACELY R. BERNY
Contra el olvido injusto
CHRISTIAN BARRAGÁN
Entrevista con RAFAEL VARGAS
Fragmentos de Bahía 1860 (esbozos de viaje)
MAXIMILIANO DE HABSBURGO
¿César Vallejo ha muerto?
RODOLFO ALONSO
Sentándome a comer con la pereza
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Maximiliano en México
Después de cada gran viaje, el archiduque Maximiliano publicaba un libro que contenía sus impresiones y puntos de vista. En total publicó siete volúmenes bajo el título general de Reisse Skizzen (Esbozos de viaje). Imprimía cincuenta ejemplares y los distribuía entre sus amistades. A su muerte, los libros fueron reeditados en Leipzig, con el título Aus Meinen Leben Ruisse Aphorishmen Gedichte, ( De mi vida, Esbozos de viaje, poesías ), Leipzing, Duncker Humbolt, 1967. Vols vols. I-VII. En los dos libros sobre Brasil, escritos en una buena prosa de influencia romántica, Maximiliano lucha con sus contradicciones: su talante liberal y su odio a la esclavitud, unidos a su eurocentrismo, su frivolidad y su mal disfrazado racismo. Al mismo tiempo, habla de su amor por la naturaleza, compone su discurso ecológico, admira sin límites la belleza femenina (especialmente la de las mulatas de Bahía e Ilheus), reflexiona con buena información y apreciable agudeza sobre temas históricos y políticos y, a pesar de su orgullo por pertenecer a la familia imperial austríaca, muestra un buen sentido del humor y el deseo de pasar desapercibido para poder observar con más libertad las cosas que le interesaban. Para nuestros lectores estos textos serán, sin duda, deleitosos, y les permitirán tener un retrato más completo del trágicamente equivocado personaje histórico.
Hugo Gutiérrez Vega |
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Fragmentos de Bahía 1860 (esbozos de viaje)
Maximiliano de Habsburgo
I
Ningún jardinero del mundo, ninguna colina, ninguna fortuna aliada a la ciencia, incluyendo la del duque de Devonshire, puede producir un conjunto como el que la naturaleza ofrece en estas inmediaciones de Salvador de Bahía, con su admirable prodigalidad que es aún mayor en este sitio rara vez visitado por el hombre. Citonemeas y aroideas, junto con una línea de bambúes suavemente arqueados, forman un seto delineado con delicada gracia. Por encima se yerguen en medio del follaje oscuro y brillante, y entre las sombras misteriosas de las mirtáceas y las caparidáceas sobresalen, orgullosas y soberbias, las alegres hijas del sol, las palmeras luminosas con sus copas lanzadas hacia lo alto y sus coronas de flores salpicadas de tonos dorados. Sus penachos atraen los rayos solares con amor y fuerza especiales, pues relucen con notable claridad, como seres privilegiados sobre la oscuridad unánime de la floresta. Las zonas más bajas son tan impenetrables que, por primera vez, tuve la idea de lo que es la floresta tropical, y comencé a comprender que un tejido tan enmarañado de plantas sólo se puede atravesar con la ayuda de un machete bien afilado y, aun así, con gran dificultad y con un indecible esfuerzo. II
El colibrí escapa a cualquiera apreciación prosaica. Como el aroma de una flor, como un soplo de poesía, o como el sonido vibrante de un arpa eólica, no es posible analizarlo. Es tan pequeño, tan delicado, tan veloz que no puede ser definido por medio de los parámetros que se utilizan para describir la materia física. Nos parece ridículo encasillarlo en cualquier reino de la naturaleza. Es más bien un juguete del Paraíso, dejado por acaso en la selva brasileña. III
Tengo que hablar de un peligro que amenaza a Bahía y a sus habitantes libres, los blancos. Puede explicarse con pocas palabras, partiendo de la idea de que dio origen a una atmósfera insoportable que pesa misteriosamente sobre la ciudad, como una especie de fiebre amarilla: Bahía tiene 120 mil habitantes. 80 mil negros y 40 mil blancos. Los negros son esclavos y, por lo mismo, animales con alma humana. Los blancos son los dueños y señores de los esclavos y por esta razón son seres humanos con alma animal. De estas cifras se desprende un problema matemático cuyo resultado anuncia los desordenes sociales que se presentan con una periodicidad cada vez más corta, pues la esclavitud lleva en sí un germen de destrucción imposible de controlar.
Medalla de la Orden de la Virgen de Guadalupe con el aguila republicana arriba |
IV
Una mujer notable despertó nuestra atención debido a su figura excepcional. Vestía el admirable y pintoresco traje de las negras brasileñas que todavía muestra las reminiscencias musulmanas típicas de su lejana patria oriental.1 Una saya de algodón estampado con motivos florales de fuertes colores caía, holgada y descuidadamente, y rodeaba las caderas que se balanceaban con suavidad. Una blusa blanca y sin mangas mostraba, como por casualidad, la parte superior del cuerpo. Para andar por la ciudad, un chal colorido, bordado y con graciosos pliegues, le cubría los hombros. Sartas de cuentas de vidrio con amuletos africanos pendían en torno a su pecho. Un turbante de fino tejido, azul claro y blanco, le envolvía la cabeza. Los colores fuertes y los claros combinaban admirablemente con el bronceado de su cuerpo joven y macizo. Ella, consciente de esa espléndida combinación, caminaba con natural coquetería. Esta mujer, que reinaba, vanidosamente, en medio del mercado, poseía un cuello y unas caderas capaces de honrar al emperador Vitelio.2 El busto totalmente desnudo encontrábase en perfecta armonía con el conjunto exuberante. Se trataba, en suma, de una figura espléndida realzada por el terciopelo de su piel de bronce. La mujer asumía estas bellezas a través de una gran sonrisa de satisfacción.
V
La ciudad de Bahía creció rápidamente en extensión, población e importancia comercial. El gran marqués de Pombal, que tenía una fuerte inclinación por las reformas, así como la inquietud y la manía de los cambios, como todos los grandes genios, y que, como buen arribista, hacía a un lado las tradiciones históricas porque él mismo quería hacer rápidamente historia, decretó, con la precipitación propia de los innovadores, el cambio de la capital de la gigantesca colonia, de Bahía de Todos los Santos, ciudad consagrada por la historia, a la lejana playa de aguas tranquilas, rodeada por la floresta tropical, llamada Río de Janeiro. Esta medida provocó en Bahía un enorme descontento que aún perdura bajo la forma de un invencible antagonismo con la nueva ciudad imperial. Desde el punto de vista político, la medida de Pombal fue equivocada, pues, independientemente del hecho de que un estadista no debe despreciar las tradiciones sino utilizarlas, Río está situado cerca de la frontera del sur y no puede servir de centro a un reino tan gigantesco. Bahía y sus provincias, hasta hoy, no quieren reconocer la supremacía de Río. Esta escisión se mostró con gran claridad en los días de la Independencia, pues el dominio monárquico se mantuvo durante tres años en Bahía y sus provincias, mientras el imperio intentaba consolidarse en Río. Desde entonces, en las provincias del norte proliferan las ideas republicanas, mientras que Río de Janeiro es demasiado débil y está muy lejos como para hacer sentir a todo el imperio su capitalidad. Por esta razón, el emperador Pedro ii tomó la sabia decisión de hacer una prolongada visita a Bahía y sus provincias, para intentar una mayor integración y evitar una catástrofe separatista.
Notas
1 Se refiere a Nigeria.
2 Aulus Vitelius, emperador romano que reinó en 69 d c. Ese mismo año entregó el poder a Vespaciano.
Traducción y notas de Hugo Gutiérrez Vega
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