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DESDE LA SOLEDAD
SUSANA CORCUERA
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Cuarto de hotel,
Coral Bracho,
Ediciones Era,
México, 2007.
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Los poemas de Cuarto de hotel son una muestra de la libertad con que Coral Bracho maneja las palabras. La fluidez de su escritura nos permite pasar, sin sobresaltos, del encierro de un cuarto a los espacios abiertos que dejan los muros al derrumbarse, suave y silenciosamente, bajo una lluvia que borra los linderos.
El título de la obra evoca aventuras, viajes o refugios donde pasar unas cuantas horas. En realidad, la habitación donde entramos al abrir las páginas de este poemario es mucho más que un lugar físico; sus paredes, a la vez guardianas y carceleras, están hechas de un material vivo. Dentro de ellas encontramos catres evocadores de otras presencias, respiraciones unidas, desorden, objetos, maletas que se resisten a ser empacadas, ventanas que nos permiten asomarnos a las calles de una ciudad vacía. Fuera de los límites del cuarto, los pasillos se vuelven laberintos por los cuales transitamos como en sueños: estamos en el universo de las sensaciones, ya no hay objetos sólidos, sólo fuerzas que obedecen a impulsos propios.
Algunos de los personajes de Cuarto de hotel son de carne y hueso, pero la mayoría son emociones, fantasmas de luz y sombras. Los percibimos entre las ruinas de un antiguo colegio, los oímos preguntarse qué hacen ahí, nos hacen partícipes de sus pesadillas, nos conducen hacia el brocal de un pozo o a la enfermería, pero nunca los vemos. Son ellos quienes observan, desde una perspectiva distante, un mundo lleno de confusiones. Sin mirarnos a los ojos, las presencias de Cuarto de hotel nos convierten en cómplices, porque su andar se acompasa al nuestro y su angustia nos es familiar, porque sus inquietudes son las de los hombres.
Es en una tierra que no es tierra, en una interioridad que nos empuja hacia fuera, en un cuarto que es todo menos una simple habitación, donde Coral Bracho nos mantiene presos por voluntad propia. Imaginamos el sonido de los pasos y el toque de una mano sobre la piedra, sentimos el viento y la lluvia, somos uno mismo con los elementos que nos rodean... y siempre estamos solos. Al igual que el ser que busca la salida o se enreda en los pasillos del hotel, andamos errantes por la vida, inconscientes de que somos vagabundos.
Uno de los aspectos más atractivos del libro es justamente que, en medio de esta búsqueda de respuestas desde nuestra soledad, hay sosiego en las palabras. Al cerrar el libro queda la sensación de haber sido guiados por una mano invisible en un viaje que nos lleva de nuestra más recóndita interioridad hacia el universo del que formamos parte. Los últimos poemas retoman los elementos de la naturaleza que nos remite a nuestros orígenes y nos reconcilia con lo que somos: seres errantes y confundidos, es cierto, pero también capaces de encontrar la felicidad en la primera luz de la mañana o en la cadencia de un buen poema.
HAL FOSTER: UNA SORPRENDENTE MIRADA AL ARTE
MIGUEL ÁNGEL MUÑOZ
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Diseño y delito y otras diatribas,
Hal Foster,
Editorial Akal,
España, 2006.
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El polémico crítico e historiador de arte norteamericano, Hal Foster, hace eco en su libro reciente Diseño y delito y otras diatribas, de la diatriba famosa protagonizada por el arquitecto Adolf Loos que, en Ornamento y delito (1908), atacó la expresión indiscriminada de lo decorativo en todos los estados de la vida diaria. Para Foster, autor de Compulsive Beauty, El retorno de lo real y coeditor de la revista October , no se trata de reivindicar una “esencia” o “autonomía” de la arquitectura o el arte, sino de crear el espacio necesario en el que cualquier práctica se desarrolle.
Esta edición de artículos, que el autor publicó durante los últimos años en diversas revistas anglosajonas, contiene reflexiones sobre la cultura del diseño en la sociedad actual, a la que acusa de ser cómplice de un circuito casi perfecto de consumo. Foster critica el papel que el museo moderno tiene en la deliberada construcción de lo que él llama “sujeto diseñado” del consumismo, analiza la desaparición de una formación dominante del artista y del crítico de postguerra, y pone en guardia al lector contra cualquier anuncio prematuro de la muerte del arte y de la crítica como tales. Foster es hoy una carga temperamental, una máquina pensante que lo ha hecho esencial para toda una generación de jóvenes críticos e historiadores de arte que cuestionaron en los setenta el discurso formalista y el modernismo de Clemente Greenberg, y de ahí desarrollaron un concepto de postmodernidad –en una postura paralela a la de Rosalind Krauss, Benjamin H. Buchloh, y Donald Kuspit– que no pretende negar la historia de las vanguardias, sino abogar por una desconstrucción y rehabilitación de las mismas.
Esta preocupación de su discurso crítico, la de coordinar ejes diacrónicos (histórico) y sincrónicos (social) en el arte y la teoría, lo llevó a escribir, en 1996, El retorno de lo real , donde habla de la existencia de una extraña temporalidad en las historias del arte del siglo xx y reivindica una nueva genealogía de la práctica artística. Ya en su libro, La postmodernidad (1999), Foster se mostraba como un crítico “indisciplinado” al reunir campos de estudios muy diversos, con la intención de proporcionar una perspectiva global sobre la crítica y la cultura postmoderna: a la muerte del sujeto humanista proclamada en los sesenta se añadía la filosofía de Habermas, la crítica arquitectónica de Kenneth Frampton, el discurso postcolonial de Said Owens y el capitalismo cultural de Frederic Jameson. “El término antiestética lo utilicé en un presente cultural cruzado por disciplinas locales, como el feminismo y el colonialismo, que negaban los dominios culturales únicos y privilegiados. Ante una cultura de reacción sólo se podía plantear una práctica de diferente.” Este libro excelente tiene su interés primordial en que guarda la llave para entrar en el sagrario histórico y crítico de Hal Foster, que nos convoca, de nuevo, a entender los caminos de la crítica de arte, que al menos en México es y a sido casi inexistente.
CUANDO SE TIÑE UN GÉNERO
JORGE ALBERTO GUDIÑO HERNÁNDEZ
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Asesinatos en la Academia Brasileña de Letras,
Jô Soares,
Siruela,
Madrid, España, 2007.
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En el Brasil de 1924, ser miembro de la Academia Brasileña de Letras significaba un orgullo que iba más allá de la obra publicada o de las capacidades idiomáticas de cada uno de los cuarenta integrantes. Obedecía, más bien, a una serie de movimientos políticos que le permitía, a cada uno de los elegidos, esgrimirse como un Inmortal , merecedor del derecho del traje de gala que, a la larga, era la única concesión real que tenía cada uno de los intelectuales. El decir popular parecía certero: de los inmortales sólo se habla cuando alguno de ellos deja de serlo.
Y es justo esa sentencia la que ha volcado las miradas sobre la Academia. Uno tras otro han ido cayendo muertos los miembros de la organización. Ya sea los recién electos o los que detentaban en su cargo varios años, han sido asesinados por un veneno desconocido, a decir de Gilberto de Penna-Monteiro, médico forense. Machado Machado (con la repetición de su nombre en el apellido a cuestas) es el detective encargado de resolver el misterio. A diferencia de los detectives tradicionales, éste no es infalible ni carga sobre su espalda los pozos de un dolor que se le ha ido acumulando. Al contrario, es un investigador de la policía bastante jovial, que sabe sacarle placeres a la vida y que se deja tentar por ella, porque no hay razón alguna para no hacerlo.
Desde esa trinchera, Jô Soares (Río de Janeiro, 1938) va construyendo una trama policíaca en la que, lo más sorprendente, es el manejo del humor dentro de situaciones que suelen aparecer trágicas o cargadas de seriedad. Además, permite que sus personajes transiten la existencia llenos de placeres e, incluso, que se enamoren de la manera más fortuita mientras los elementos disonantes van haciendo eco en toda la obra. Porque no es nada común que una novela policíaca se vaya tiñendo (al igual que la tela de los trajes confeccionados por un sastre enano) de elementos fársicos que le van confiriendo una velocidad y un ritmo envidiables.
Si a ello se le suma la combinación de recursos narrativos, la inclusión de recortes de prensa, la historia criticando a los inmortales en su conjunto, las peripecias amorosas de Machado Machado, la irrupción de una secta de envenenadores proveniente del medioevo y un sinnúmero de elementos destinados a detonar la carcajada en el lector, se puede asegurar que es una novela poco común. Y a pesar de ello, la trama está orientada con la precisión de los que conocen el género, de los que son capaces de teñirlo con una serie de elementos que, vistos desde un plano teórico, parecerían no tener cabida a la hora de acompañar un estilo, pero que, ya puestos en marcha, demuestran su operatividad y lo valioso de su aportación. Para quien no quede del todo convencido con estos nuevos colores agregados a la tela, baste decir que, desde el plano estrictamente policíaco, la novela funciona en buena forma y se defiende frente cualquier otra.
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Desaforadamente. Elecciones 2006,
Rubén Aréchiga Robles y Raúl Correa Enguilo (investigadores),
México, 2007.
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Advertirá el lector que no se indica editorial –en la página legal no aparece ninguno, ni en la portada-- de este volumen, en el que se recoge el trabajo de cinco moneros de La Jornada más el Rius Frius, alusivo al desafuero en contra de López Obrador en particular y a las elecciones 2006 en general. Abre el libro una presentación de los investigadores, así como un prólogo del periodista Jorge Meléndez Preciado.
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En la partitura del exilio,
Manuel Cuautle,
Argentina, 2007.
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Edición de autor, aunque hecha con el auspicio de la Embajada de México en Argentina, país donde ha residido Cuautle, autor de otros cuatro poemarios, incluyendo Delirios (1997) y Cuerpos nómadas (2003). Con palabras preliminares del también poeta Hugo Mujica, Cuautle pone en versos un periplo vital que lo lleva de Buenos Aires a Viena, Praga y otras latitudes.
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Antología imprescindible,
Lina Zerón,
Mago Editores,
col. Tránsfuga,
Chile, 2007.
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Más de una decena de poemarios, un par de novelas –Detrás de la luz, 2002 y Posdata para Ana, 2003--, diversos premios literarios y el hecho de haber sido antologada en numerosos países, anteceden esta nueva entrega poética en la que Zerón, dueña de una voz propia, recoge una muestra elocuente de sus rutas poéticas, donde caben dios, el amor, la muerte, el cuerpo femenino y otros eternos.
In memoriam
Josep Guinovart
1927-2007 |
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