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Sin sorpresas, o casi
A nadie sorprendió que El laberinto del fauno (México, 2006) fuera nominada en doce de quince categorías posibles para el Ariel que entrega la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas: película, dirección, actriz, coactuación masculina, edición, fotografía, sonido, música compuesta, vestuario, diseño de arte, maquillaje y efectos especiales. Si no estuvo más representada fue simplemente porque hay rubros en los que por definición le resultaba imposible competir –documental o cortometraje, por ejemplo–, así como otros en los que su naturaleza se lo impidió –como ser una adaptación y no haber partido de un guión original, o que no es ésta la opera prima de Del Toro.
Así suele ser en cada entrega del Ariel, que cierta película en particular acapara una cifra elevada de nominaciones. La presencia de El laberinto del fauno, un filme al que de ninguna manera se le puede regatear que es incontestablemente bueno, auguraba el otro acontecimiento recurrente en la noche de los Arieles, a saber, que las muchas nominaciones para una cinta concluyen con las manos de sus hacedores cargadas de trofeos. Así pues, el más reciente trabajo del tapatío Guillermo del Toro triunfó en nueve de doce, perdiendo únicamente los correspondientes a coactuación masculina, edición y sonido.
COMPETENCIA DE A DEVERAS
Sin duda, el aspecto más positivo de la XLIX entrega del Ariel fue que, a diferencia de otras ocasiones, la película que casi seguramente se lo llevaría todo estuvo acompañada cuando menos por otra cinta más cuyo nivel debió haber puesto en aprietos –es de suponerse-- a quienes deciden el destino de los premios. Se trata de El violín (México, 2006), de Francisco Vargas, nominada por ópera prima, guión original, coactuación masculina, edición, fotografía, dirección y película, que a final de cuentas obtuvo los Arieles correspondientes a los tres primeros enumerados. En opinión de este juntapalabras, el primer largometraje de ficción de Vargas merecía más candidaturas y más trofeos, en lo cual usted podrá coincidir o de lo cual podrá disentir hasta el 27 de abril, fecha en la que, finalmente, será exhibida en circuito comercial en México –en Francia, por ejemplo, fue estrenada en enero y a la hora de escribir estas líneas todavía sigue en cartelera. Ya se hablará aquí, en su momento, de esta verdadera joya.
Algo similar en términos de calidad y poca o nula difusión sucede con Más que a nada en el mundo (México, 2006), primer largometraje de ficción de los egresados del CCC Andrés León Becker y Javier Solar, que compitió en la categoría de ópera prima con El violín y con Fuera del cielo, de Javier Patrón, además de hacerlo en fotografía, guión original, coactuación masculina y actriz. Por un trabajo en verdad sobresaliente, la única arieleada de Más que a nada en el mundo fue su protagonista, Elizabeth Cervantes, ex aequo con Maribel Verdú por su desempeño en El laberinto
DECLARACIONES ÚTILES Y DE LAS OTRAS
Guillermo del Toro tuvo razón en todo lo que dijo en sus muchas oportunidades al micrófono: desde el buen chiste con el que aludió a la ausencia y la presencia de güevos en las figurillas del Oscar y el Ariel, respectivamente, hasta la mención, oportuna y necesaria, de que los trabajos contra los cuales su película estaba compitiendo viven todavía el absurdo de no ser distribuidos ni exhibidos de manera conveniente. Por donde se le quiera ver, es positivo que un cineasta como Del Toro aproveche el eco que la fama le da a sus palabras para pronunciarse en beneficio de los demás, a diferencia de algún babélico cuya presencia en Bellas Artes no tuvo mayor provecho que el mediático, útil solamente para que tratara de cortarle la hebra declarativa a los pleitos personales entre él y su otrora guionista de cabecera.
Entre paréntesis, habría que preguntarse si de algo sirvió la entrevista que Del Toro, Cuarón y González Iñárritu sostuvieron con el señor "chaparrito, pelón, de lentes" –Espino dixit– que vive en Los Pinos, para plantearle una serie de sugerencias en pro del cine mexicano; sugerencias, por cierto, nada nuevas y que se han planteado, discutido y difundido muchísimas veces, inclusive en este espacio, verbigracia la participación –obligatoria y reglamentada, porque si no serían simples e inútiles buenos deseos– de las televisoras en los apoyos económicos a la cinematografía.
OSCAR APARTE
Volviendo al Ariel pero relacionado con lo anterior, ayudaría mucho que esta ceremonia tuviera la difusión de la que ahora no goza; digamos, que fuera transmitida en vivo por televisión, al menos para que el gran público sepa quiénes son y qué hacen los que no son Del Toro, Iñárritu y Cuarón, y en una de ésas hasta se enteran de que hay más premios cinematográficos aparte del Oscar.
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