Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 28 de mayo de 2006 Num: 586


Portada
Presentación
Sobre Juárez
IGNACIO M. ALTAMIRANO
Viaje por la noche de Juárez
PABLO NERUDA
Carta a a Maximiliano
BENITO JUÁREZ
Legitimidad del Ejecutivo
IGNACIO RAMÍREZ
La escalera del deseo
AUGUSTO ISLA
Benito Juárez: cuando la perfección hace daño
EDMUNDO GONZÁLEZ LLACA
Dos poetas jóvenes
Juan Gelman y otras cuestiones
MARCO ANTONIO CAMPOS
Mentiras transparentes
FELIPE GARRIDO
Bazar de asombros
In memoriam

Columnas:
Ana García Bergua

Javier Sicilia

Naief Yehya

Luis Tovar

Alonso Arreola

Jorge Moch


Directorio
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JORGE MOCH
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PERVERSOS

La televisión es territorio de perversos. Hay que traer siempre a cuento que el medio nació en medio de un esfuerzo comunicativo de perversidad superlativa: la primera transmisión en forma de un programa de televisión al público abierto fue en Alemania, un discurso que ladró el mismísimo Adolfo el Inefable Hitler, perversazo por antonomasia y casi casi sinónimo en el diccionario: Perverso: adj. y sust., Hitler, Adolf.

Como medio verdaderamente masivo que llega a la perrada, la televisión es vehículo inmarcesible para sostener regímenes perversos. Allí los verborrágicos, sesgados programas de la televisión soviética antes de que los dólares del Vaticano tiraran el muro de Berlín. Allí la aburrida y verbosa televisión cubana; allí la televisión gringa en tiempos en que rifa la petrolífera pandilla demencial Bus, Cheney, Rumsfeld, experta en propalar miedo y segregación; allí la astringente televisión china; allí la cobarde televisión militarizada de Argentina o Chile cuando fueron encumbrados crótalos como Videla o Pinochet; allí en el otro espectro, en una oposición tramposa y convenenciera, la televisión en Venezuela y, allí mismo, la televisión estatista de Chávez; allí, en el oprobio de nuestra irresuelta historia reciente, las mentiras rebuznadas por Díaz Ordaz, Echeverría, López Portillo; allí la grisura de De la Madrid Hurtado; allí el cinismo de Salinas; allí la medrosía de Zedillo y allí, claro, la estupidez de Vicente Fox. Allí las trapacerías de todos ellos; allí, en medio de riadas de dinero que van a parar a las bocazas de las televisoras, la sarta de calumnias y mentiras de los alecuijes del priam contra la izquierda porque le tienen tanto miedo a la gente y a las urnas.

Cuando creíamos que habíamos dejado atrás las perversas formas de relacionarse los gobernantes con la disidencia, surgen focos de represión en los que la televisión, a diferencia de claras expresiones de protesta en la radio o la prensa escrita, se suma gustosa, convertidos los conductores de noticieros en corifeos del tolete. Hasta que el tinglado, por su propia podredumbre, empieza a derrumbarse. Allí Pedro Ferriz.

Si uno mira las fórmulas de "entretenimiento" e "información" en la Televisa de los setenta, hoy no vemos más que la trasmigración, la sofisticación del maquillaje —algunas refractarias filtraciones de verdadero periodismo, también, pero las menos— de las viejas formas. Lo vimos en la represión que en Jalisco orquestó el gobierno de Opaco Ramírez Acuña contra movimientos de protesta social (al Barzón, a los globalifóbicos, macanazos en lugar de diálogo, socarronería y reprimendas de ahuizote con ínfulas de superioridad moral en lugar de disculpas); lo vimos en Puerto Juárez cuando se apaleó a protestantes contra el neoliberalismo y los comentaristas adujeron razones de seguridad para los ínclitos visitantes chupasangre del Washington y Wall Street; lo vimos en capítulos locales, como cuando Telever (Televisa en Veracruz), cobarde como pocas, se hizo guaje con el ex alcalde panista, José Ramón Gutiérrez de Velazco —el mismo que trae perdidos treinta millones de pesos; el mismo cinicazo que especuló con los terrenos donde ahora estrena casota con vista al mar y quiere ser, encima, el marrano, senador porque su avidez fiduciaria es un barril sin fondo— cuando hostigó, persiguió y encarceló injustamente a homosexuales travestidos de los que se prostituyen en el centro —porque dijo, hipócrita, que "afeaban" la imagen del perdulario puerto—; lo vimos ahora en la salvajada perpetrada por simios uniformados que no acudieron a San Salvador Atenco a contener grupos antisociales, sino a vengarse, a lastimar, a detener arbitrariamente, a causar terror, a violar, a violar, a violar. Dan ganas de escribir, de gritar injurias que lleguen hasta lo más arriba, hasta las oficinas de atildados funcionarios peinaditos, encorbataditos, enjoyaditos, adineraditos —y le robo la esfericidad del vituperio a Paco Ignacio Taibo ii— perfectos perversos hijos de la chingada y —agrego yo— cobardes alecuijes que los acompañan, algunos de los cuales, me temo, están enquistados en los medios electrónicos masivos, en la radio, en la televisión y hasta en internet. Y por eso, entre otras cosas, está tan, pero tan difícil, que este pobre país vaya de veras un día a cambiar en algo. Que para la posibilidad del cambio está el tolete. O el fútbol, ahora que se nos echan encima al unísono mundial y elecciones.

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