Editorial
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EU: el antimexicanismo electoral
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urante la puesta en marcha en Campeche del programa Vivienda para el Bienestar, la presidenta Claudia Sheinbaum se refirió ayer a las múltiples declaraciones difamatorias y denigrantes contra nuestro país que realizan diversos políticos y funcionarios estadunidenses, especialmente los afiliados al Partido Republicano. Enfatizó que México no es piñata de nadie y señaló que “México le da muchas clases a Estados Unidos en muchas cosas: en valores, en ética, en desarrollo…” Asimismo, la mandataria colocó esas expresiones racistas y antimexicanas en el contexto de las elecciones legislativas y estatales que habrán de realizarse el año próximo en el territorio estadunidense, por lo que recomendó a quienes las profieren que se dediquen a hablar de su país, que bastantes problemas tiene.

Ciertamente, a partir de las virulentas invectivas de Donald Trump, las críticas sin fundamento contra nuestro país se han vuelto un lugar común en los discursos de la derecha estadunidense, así como un recurso fácil para no abordar las problemáticas sociales, económicas y de seguridad que padece la superpotencia.

La responsabilidad por la epidemia de adicciones a los opiáceos ha sido atribuida a las organizaciones delictivas mexicanas, como si en Estados Unidos no existieran grupos análogos y como si los estupefacientes se distribuyeran solos por un territorio de casi 10 millones de kilómetros cuadrados, como si la ausencia de políticas de salud pública no fuera un elemento clave en el estallido de esa pandemia y como si los laboratorios comerciales no hubiesen inducido la dependencia en millones de personas.

También se ha acusado injustamente al gobierno mexicano de no hacer lo suficiente para erradicar a los grupos delictivos que operan en nuestro territorio, se les ha atribuido la fantasiosa condición de amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos y hasta se les ha catalogado de terroristas, como si la intención de esas bandas fuera destruir a ese país y no la que realmente es: hacer dinero por medios criminales.

Asimismo, el trumpismo mantiene siempre viva una campaña de odio y persecución contra nuestros connacionales en territorio estadunidense con argumentos de corte inequívocamente nazi: se les ha acusado sin razón alguna de degradar la vida social, de ser vectores de delincuencia y drogas y hasta de envenenar la sangre de Estados Unidos.

Por añadidura, y siempre con base en las filípicas trumpianas, se achaca a México una responsabilidad inexistente por los problemas de desempleo y falta de productividad de la industria estadunidense y hasta se declara que nuestro país se ha vuelto una suerte de parásito de la economía vecina, ignorando que ambas naciones emprendieron hace más de tres décadas un proceso de integración regional, el cual fue ratificado por el propio Trump en 2018 con la conversión del original Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en el Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC).

En suma, en las filas republicanas y hasta entre algunos demócratas, ha cundido el ejemplo del actual mandatario estadunidense: cada vez es más frecuente que los políticos al norte del Bravo incorporen a su campaña una suerte de bullying que tiene, como principal consecuencia negativa, la de degradar e intoxicar la vida pública del país vecino y, como segunda, la de distraer la atención de los conflictos de Estados Unidos y, en consecuencia, la de dificultar su solución. Es por demás pertinente, por ello, la sugerencia de la presidenta Sheinbaum: que se dediquen a hablar de su país, que bastantes problemas tiene.