Vengo por el pantalón de Mauro, dijo Lucila.
Pase. Nada más me falta darle una planchadita. No tardo. Siéntese.“No, gracias, prefiero estar parada.” Le insistí, jaló una silla y la puso junto a la ventana. Le noté los ojos hinchados. “¿Qué le pasa?” “Nada. Estoy bien.” No le creí: “Conmigo puede hablar”. Sacó su pañuelo y me di cuenta de que