Sonrisas reciben a los ilusionados visitantes que llegan a Vifac (Vida y Familia, AC) con el anhelo de adoptar un bebé. Decenas de fotografías de felices familias nucleares parecen alentarlos a realizar los trámites, los estudios psicológicos y socioeconómicos. Algunos seguro abrigan la esperanza de llegar a verse como todos ellos. Otros quizá sólo huyen de la ruta imposible de burocracia y juzgados impuesta por las instituciones públicas. Lo que en el Sistema Nacional para la Desarrollo Integral de la Familia (DIF) puede tardar años, aquí se reduce a meses.
Se trata de una de las pocas rutas para la adopción en el país: la que se hace a través de las organizaciones pro vida. En el Estado de México —el cual ya es tildado de “modelo a seguir” en adopciones—, tres instituciones privadas recibieron la venia del DIF para evaluar a los solicitantes según sus propios valores y criterios y para ejercer legalmente la patria potestad de los menores, a la cual sus madres renuncian.
La cadena inicia con una mujer desesperada ante un embarazo “inesperado” —como le llaman en Vifac— y continúa con la labor de las organizaciones asistenciales, que oscila entre convencer a las mujeres para no abortar y proponerles como “alternativa” dar a su hijo en adopción.
Grupos de la misma línea han pedido al gobierno del Distrito Federal les permita instalarse dentro de los hospitales públicos para dar “consejería” a las mujeres que acuden para solicitar un aborto. Para Rafaella Schiavon, directora de la organización Ipas México, especializada en la salud sexual y reproductiva, la demanda no tiene cabida: “La consejería es un proceso neutral en que se ofrecen opciones, se le habla a las mujeres de las ventajas y desventajas, se deja que decidan y se respeta la decisión”. El “reclutamiento” de estas organizaciones, afirma la especialista, se hace con los mismos materiales utilizados por el Comité Nacional Pro Vida, ejercen “presión psicológica” para que las mujeres desistan de abortar.
“¿Embarazada? Llámanos”
La publicidad de Vifac apareció masivamente después de que, en abril de 2007, la Asamblea Legislativa del Distrito Federal aprobara reformas a diversas leyes que permitieron interrumpir el embarazo durante las 12 primeras semanas, de forma legal y segura.
Con sólo un par de palabras, un rostro femenino neutro (ni rico ni pobre, ni blanco ni moreno) y un número telefónico, esta organización de inspiración católica vio incrementado el número de llamadas que recibe; a todas les da entrada, incluso a aquéllas que solicitan un aborto.
—La frase tan escueta, ¿no provocaba confusiones sobre el tipo de ayuda que da Vifac?
—Esa era un poco la idea— admite Susana Vallina, coordinadora de difusión de Vifac —Queremos dar una alternativa, no sólo decir no al aborto.
Muchas de las mujeres que llegan a pedir ayuda (30 al mes, en promedio) se enteraron de Vifac por medio de la publicidad, ya sea en espectaculares, en el Metro o en Internet. Al respecto, Schiavon dice que se trata de “publicidad engañosa y eso no se vale nunca, menos en asuntos tan delicados”. De esta forma, no sólo no apoyan a las mujeres que quieren interrumpir un embarazo sino que “las inducen a que desistan de esa decisión”.
En la zona metropolitana de la capital del país, Vifac cuenta con dos sedes. Un albergue en la zona de San Ángel y otro albergue y una oficina en Ciudad Satélite, donde se encuentran tanto el área administrativa como el cunero con los bebés en adopción. Sólo en 2007, Vifac atendió a 374 mujeres y dio en adopción a 89 niños y niñas.
“Sitio seguro para reflexionar”
La casa-hogar en San Ángel armoniza con el silencio de la zona. Las últimas chicas suben pesadamente las escaleras. Ninguna tiene más de 20 años. Todas de tez morena y vientres abultados. Viven aquí el tiempo que necesiten: unos días, unos meses o todo su embarazo. La atención médica, asesoría psicológica, alimento, vestido y algunos cursos como computación y cultura de belleza son gratuitos.
“Muchas de ellas se han embarazado porque están buscando cariño, porque han sido abandonadas por su papá”, comenta Sara Epstein, coordinadora de Programas y Eventos Especiales de Vifac. “Trabajamos muchísimo su autoestima porque si ellas no se valoran se van a ir con el primero que les diga ‘qué bonitos ojos tienes’”.
No obstante, un significativo siete por ciento de las mujeres que atienden están embarazadas por una violación. Cuestionada acerca del posible acompañamiento legal para mujeres en esa situación, Epstein señala que algunas llegan después de denunciar, pues es muy frecuente que el violador sea el padrastro, en otros casos, dice, “no se sabe quién es”. Sobre esto, Rafaela Schiavon señala que es obligación legal de las instituciones de asistencia reportar la violación y brindar asistencia legal para denunciar.
Vifac se ocupa de otras cosas: cuenta con nueve psicólogas y ofrece actividades como yoga, bisutería, misa (los viernes) y talleres de “vida cristiana” y “segunda virginidad”, en el que se enseña a las mujeres, según Epstein, que “si ya caíste una vez, eso no significa que tengas que volver a caer”. Si bien se les mencionan los métodos anticonceptivos, se privilegia inculcarles “que no sean promiscuas en la vida”.
Si bien la mayoría de ellas deciden conservar a sus hijos (entre 75 y 77 por ciento, según el reporte de Vifac), hay otras que tienen procesos difíciles para aceptar sus embarazos. “Hace mucho que no pasa, pero sí hubo casos de mujeres que, ya viviendo aquí, todavía sentían un rechazo muy grande; había la que se pegaba en la panza con la esquina de una mesa, o la del sentón en la escalera”.
Para parir, las futuras madres son llevadas a hospitales públicos, como el Manuel Gea González. “Llegan prácticamente vigiladas por una trabajadora social, dan a luz y después no dejan que se les acerquen ni enfermeras ni trabajadoras sociales para darles consejería en métodos anticonceptivos, lo cual es obligación de los hospitales”, explica Rafaella Schiavon, quien fue funcionaria del Centro Nacional de Equidad de Género y Salud Reproductiva de la Secretaría de Salud.
Una vez nacido el bebé, la madre tiene de dos a tres semanas para recuperarse del parto y debe dejar el albergue. En casos especiales, si ella y su hijo no tienen dónde vivir, Vifac se encarga de conseguirles asilo, por lo general en instituciones religiosas. “Les dan apoyo durante el embarazo, el parto y punto”, deplora Schiavon, “es una visión biologicista de la maternidad: sólo asegurarse de que esas mujeres lleven a término su embarazo”. En el caso de quienes dan a su hijo en adopción, lamenta que no exista seguimiento de las repercusiones psicológicas que puede implicar esa determinación.
Hijos sobre pedido
La decisión que las mujeres en el albergue de Vifac han meditado durante toda su estancia debe ser ratificada al ser dadas de alta: entregar a su hijo en adopción o conservarlo. Si deciden dejarlo, tienen de seis a ocho días para desdecirse, pues una vez presentándose ante un juez de lo familiar, la decisión es irrevocable. En ese momento, la mujer y el bebé son trasladados a la zona de Satélite para el proceso, pues Vifac no realiza trámites de adopción en el DF.
En 2004, durante el mandato de Arturo Montiel, fue creado el Consejo Mexiquense de Adopciones (CMA), integrado básicamente por el DIF del Estado de México y representantes de tres organizaciones privadas: Yoliguani, Casasistencia y Vifac. El consejo analiza y aprueba expedientes de solicitantes de adopción que son, a la vez, “diagnosticados” por las propias organizaciones integrantes.
En este caso, Vifac evalúa a una pareja que solicita adoptar y presenta el caso al resto del consejo, que toma la decisión de otorgar o no un Certificado de Idoneidad, paso previo a que el matrimonio en cuestión acuda ante el juez de lo familiar a acreditar que es apta para la paternidad.
Si bien el artículo 4.179 del Código Civil para el Estado de México describe los criterios de “preferencia”, las organizaciones quedan en posibilidad de adaptarlos a sus propios valores, pues son ellas quienes recomiendan a los especialistas que harán las pruebas necesarias para definir quién cumple con los requisitos.
“Recibimos más de mil 500 solicitudes al año y sólo podemos atender 100, además, el tiempo de espera es de aproximadamente un año”, aseguran. La redacción de la ley da margen para la interpretación de sus criterios, así que las solicitudes de personas solteras, extranjeros o parejas con hijos suelen ser descartadas por Vifac. Sin embargo, entre las sonrisas que adornan el muro de fotos de la organización hay algunas españoles, uruguayas, argentinas. Una de las fotos muestra a los orgullosos padres de cinco hijos adoptivos.
Los retratos sorprenden al mirar el parecido que a veces se presenta entre padres e hijos adoptivos. “Marilú Mariscal de Vilchis, nuestra presidenta, personalmente se encarga de asignar a los niños”, cuenta la vocera de Vifac.
—¿Ella decide qué niño se va con qué pareja? ¿Quién más decide?
—Nadie más. Ella ve fotos del bebé, fotos de los papás y busca el parecido. ¿Son igualitos, verdad? —concluye Vallina.
S U B I R
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