jornada
letraese

Número 151
Jueves 5 de febrero
de 2009



Director fundador
CARLOS PAYAN VELVER

Directora general
CARMEN LIRA SAADE

Director:
Alejandro Brito Lemus

pruebate


El semi destape televisivo
A Dios rogando y
con el sexo lucrando

El moralismo de la televisión mexicana se mueve a paso de tortuga para alcanzar a una realidad que se le escapa y a una competencia que corre dispuesta a quedarse con las audiencias. Las formas de ver tele se modifican y la sexualidad se impone como uno de los motores del rating. En el camino la diversidad se hace visible y la necesidad de educación sexual se impone.

Fernando Mino

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La televisión sigue en el pedestal. Vivimos de imágenes y la pantalla trasciende la sala “familiar” y se apoltrona en el dormitorio. ¿Había vida antes del prime-time? Al parecer no, si consideramos que 52 por ciento de la población mexicana hace de la tele su principal entretenimiento.

Y al hablar del dormitorio no nos referimos sólo a la ubicación doméstica del televisor. El sexo es uno de los ingredientes principales de la receta que tiene encantados a los espectadores. Según un estudio de la organización civil Kaiser Family Foundation (KFF), entre finales de los años noventa y 2005 los contenidos sexuales en la televisión de Estados Unidos se incrementaron 25 por ciento.

Si se tratara del argumento de una telenovela, la sinopsis podría ser la siguiente: La sensual Libido ha logrado seducir a la ingenua y cotizada heroína de nombre Rating, antes tan atenta a los castos galanteos del caballero Pudor, quien de un capítulo a otro comenzó a pintar canas, quizá por el agobio al que lo somete el cada vez más cruel villano Zapping.

Moralina de telenovela
Hay un cierto ánimo vouyerista en cada telespectador, un afán por asomarse a las vidas ajenas y sumergirse en el drama, emoción, lujo o sensualidad de los personajes televisivos. Por décadas el ojo de la cerradura de la televisión abierta se vio limitado por los estrechos criterios morales de sus ejecutivos, fuertemente vigilados por la censura gubernamental, lo que no impidió que las telenovelas, producto emblema de la televisión mexicana, se convirtieran en el escaparate preferido para asomarse a las vidas privadas ajenas. Pero la competencia ha ampliado las opciones exhibicionistas. ¿Cómo competir con los talk shows, las series gringas de televisión o YouTube. La apertura a la vida sexual de los protagonistas de ficción se ha vuelto una necesidad de permanencia.

“El sexo tiene un velo creado desde la familia, por eso que te hablen de lo que sigue siendo ‘pecaminoso’ llama la atención”, dice a Letra S Elvira Hernández Carballido, investigadora sobre el tema y profesora de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM y de la Universidad Autónoma de Hidalgo. Las imágenes familiarizan al espectador con las realidades circundantes, tan cercanas como silenciadas. Y que el ex RBD Christian Chávez hable en el Show de Cristina (Univisión, 2009) de lo duro que fue dar el salto del clóset a los reflectores de la celebridad gay vale como cura en salud de decenas de jóvenes ensimismados que esperan el golpe de suerte propicio para salir de sus comunidades a triunfar, si no en el oropel televisivo, sí en la libertad del anonimato.

Por supuesto, la apertura a temas de sexualidad no implica mayor información, ni siquiera una visión positiva del tema. Todo lo contrario. Las telenovelas ofrecen, a juicio de la maestra Hernández Carballido, modelos de conducta muy tradicionales: “Las villanas son las únicas que exploran su sexualidad; si las protagonistas tienen sexo es porque se quieren embarazar, parece que no disfrutan”. Por su parte, el estudio “Sex on TV” de KFF revela que de los programas en horario estelar (el prime-time que va de las 20:00 a las 23:00 horas, las horas de mayor audiencia televisiva) con contenido sexual de la televisión de Estados Unidos, sólo 11 por ciento incluyó algún tipo de mención sobre los riesgos del sexo y las formas de protegerse.

El moralismo se permite licencias lúbricas a cambio de castigos ejemplares: si la villana del popular culebrón Fuego en la sangre (Televisa, 2008) se hace amante del marido de su propia hija es para hacerse merecedora de morir asfixiada en un ataúd, no sin antes ser excomulgada por un obispo en medio de las ofendidas miradas de los parroquianos. El caso no pasaría de ser una anécdota delirante si el capítulo final no hubiese sido visto por más de doce millones de espectadores, según el reporte de rating de la empresa IBOPE AGB, y si el Consejo Ciudadano para la Equidad de Género en los Medios de Comunicación y el Derecho a la Información de las Mujeres, que agrupa a varias organizaciones civiles, no hubiera identificado en un monitoreo de la telenovela realizado a mediados de 2008 “498 actos de violencia contra las mujeres, principalmente de tipo psicoemocional y física”.

Pese a todo, la televisión también hace visibles diferentes maneras de ver la sexualidad y, dependiendo del grado de información que tengan los espectadores, puede dejar mensajes positivos. “Que una telenovela toque el tema del aborto, así sea para mostrar a una joven que no se atreve a terminar con su embarazo, puede dejar la idea de que se trata de una decisión personal”, considera Elvira Hernández.

Censura o visión crítica
¿Pero la televisión realmente influye en las prácticas de sus espectadores y en sus códigos morales? Para Hernández Carballido, “la televisión puede marcar pautas de comportamiento debido a la falta de una visión crítica de los contenidos, lo que favorece que los planteamientos dramáticos puedan ser vistos como ‘naturales’”. La naturalidad con que se ve el sexo premarital entre los jóvenes protagonistas de Cuidado con el ángel (Televisa, 2009) sólo sirve a ojos de la moral televisiva para justificar el beatífico embarazo de la heroína con el que purgará el pecado y allanará el tramo final del camino al matrimonio.

La organización A favor de lo mejor, que agrupa a empresarios y asociaciones civiles de tendencia conservadora, considera que la audiencia sí es influida negativamente por la televisión y, por tanto, hay que cambiarla, hacerla “útil al desarrollo, la superación y el bienestar de los espectadores”. Para lograrlo, explica a Letra S Gabriela Delgado, directora de información del organismo, realizan informes anuales y cuentan con un “observatorio de medios” que monitorea la programación televisiva.

En su sitio de Internet es posible ver su “clasificación”: verde para los contenidos inocuos, amarillo para los “preocupantes”, y rojo para los censurables. Los criterios de clasificación —que “mide” violencia, conducta sexual, “vicios y adicciones”, y “lenguaje y vulgaridad”— no son claros e incluso un contenido piadoso del tipo La rosa de Guadalupe (Televisa, 2009) se etiqueta en amarillo.

Pese a sus esfuerzos los contenidos sexuales en la televisión nacional, prosigue Delgado, han aumentado entre 10 y 15 por ciento. La organización, concluye, no busca censurar sino trabajar con los espectadores, pues “en algunos niveles culturales todavía no hay capacidad de decir ‘esto me gusta y esto no’”.

La tele nacional: a desempolvarse
Diez de la noche: prime time. Mientras el canal 2 nacional transmite Alma de hierro (Televisa, 2009), exaltación de una familia capaz incluso de reunificar a los padres divorciados, el canal 5 inicia su barra de series de producción estadunidense. Dr. House (Fox, 2007) es protagonizada por un misántropo médico en perpetua lucha contra difíciles casos clínicos, tanto por el desafío profesional que conllevan como por sus implicaciones éticas, entre las cuales son comunes el aborto, frente al cual el médico se muestra vigorosamente de acuerdo, el sexo entre adolescentes, frecuentemente defendidos de los arrebatos moralistas de sus padres, el uso de drogas o la diversidad sexual. Un abismo con sólo oprimir un botón del control remoto. Y sólo en la televisión abierta.

El predominio del melodrama tradicional como única opción televisiva parece haberse roto. El gusto por las series ha crecido en los últimos años: si en 2000 representaban poco más de dos por ciento del tiempo de consumo del público, en 2007 crecieron hasta el 8.5 por ciento. El boom en la televisión abierta incluyó desde Sex and the City (HBO, 2004), transmitida por CNI Canal 40, hasta Queer as Folk (Channel 4, 1999), interesante muestra de la vida urbana gay británica, que se transmitió por canal 11 en 2002 y recientemente en el canal 22, o La ley y el orden, Unidad de víctimas especiales (Law & Order: Special Victims Unit, NBC, 2007), que narra la pesquisa de toda clase de crímenes sexuales por parte de una unidad de la policía de Nueva York y se transmite por el canal 5 nacional.

Más allá de la voluntad de la televisión abierta, la oferta de series en DVD es variada y accesible, a expensas de la piratería, para todo el público. En cualquier puesto ambulante es posible acceder a series del tipo de Roma (Rome, HBO, BBC, RAI, 2005), dramatización del tránsito de la República al Imperio que incluye buenas dosis de intriga palaciega, violencia y una amplia descripción de las diversas prácticas sexuales en la cultura romana; The Tudors (Showtime, 2007), también sobre intrigas palaciegas y sexuales ahora en torno al monarca inglés Enrique VIII; o L Word (Showtime, 2004), sobre un grupo de amigas lesbianas y sus problemas para establecer relaciones, ser madres o lidiar con la familia.

Si las telenovelas obedecen a un cartabón bien establecido, las series ofrecen cierta versatilidad en su planteamiento y una ausencia de código moral definido. Se trata de una fórmula todavía compleja para la “tradición mexicana”, si atendemos a las propuestas locales para satisfacer la demanda del nuevo formato. Terminales (Televisa, 2008) cuenta la historia de una joven a la que se le diagnostica leucemia, lo que trastoca su modo de ver la vida; experimenta con drogas, besa a otras mujeres y tiene sexo (heterosexual, por supuesto) sin casarse, para luego diluirse en la dificultad de elegir entre el desahuciado galán enigmático y el bonachón ex novio de-toda-la-vida. Ni qué decir de la fallida comedia mundana SOS Sexo y otros secretos (Televisa, 2008), más mojigata que sexosa.

Entre la tradición y los cambios, la audiencia mexicana parece dispuesta a encontrarse nuevos modelos televisivos de conducta, que dejen de lado el chantaje moral, pero sin renunciar a los viejos esquemas de entretenimiento, con todo y su exaltación de los viejos valores. La televisión mexicana no deja de influir en sus espectadores, pero se muestra cada vez más ineficaz para marcar una moral única.

S U B I R

TV2

TV1

 

El sexo televisivo aumenta riesgos
de embarazos en adolescentes

Los adolescentes expuestos a altos niveles de contenido sexual en televisión tuvieron dos veces más riesgo de vivir un embarazo en los siguientes tres años, en comparación con los jóvenes con bajo nivel de exposición a estos contenidos. Esta fue la conclusión a la que llegó un grupo de investigadores estadunidenses de la organización no lucrativa Rand Corp. De acuerdo con la investigación “Does Watching Sex on Television Predict Teen Pregnancy?”, publicada en la revista especializada Pediatrics de noviembre pasado, la televisión podría incrementar el riesgo de embarazos precoces, por lo que se consideró necesario equilibrar los contenidos sexuales con información sobre las consecuencias negativas de las prácticas sexuales sin protección y fortalecer la educación en sexualidad como forma de prevención.