Portada
Presentación
Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
Entre grulleros te veas
RICARDO GUZMÁN WOLFFER
Poesía trágica
TEÓFILO D. FRANGÓPOULOS
Un oficio que se aprende
EUGENIO FERNÁNDEZ VÁZQUEZ
Fichas para (des)ubicar a Heriberto Yépez
EVODIO ESCALANTE
Diálogo alrededor de Sergéi Esenin
ROBINSON QUINTERO OSSA Y JORGE BUSTAMANTE GARCÍA
Esculturas con Eros
RICARDO VENEGAS Entrevista con CARLOS CAMPOS CAMPOS
Leer
Columnas:
Mujeres Insumisas
ANGÉLICA ABELLEYRA
Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA
Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA
Cinexcusas
LUIS TOVAR
La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA
A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR
Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO
Cabezalcubo
JORGE MOCH
Directorio
Núm. anteriores
[email protected]
|
|
Germaine Gómez Haro
Edmundo Ocejo: naturaleza y luminosidad
El hombre es un árbol de imágenes que son
flores que son frutos que son troncos que son cuadros…
Octavio Paz
La obra de Edmundo Ocejo (México, DF, 1964) nos conduce a parajes de ensoñación donde la naturaleza cobra vida a partir de las apariencias. Sus pinturas pueden ser consideradas “paisajes” sólo hasta cierto punto, pues prescinden de la búsqueda de la realidad y se centran en su simplificación, como una forma sintética de abordar lo inmediato. Sus cuadros invitan a descubrir esa otra realidad que se despliega más allá de lo evidente. La trama de luces y sombras que reverbera en sus superficies delicadas y diáfanas, produce un efecto óptico que encierra una fuerza dinámica semejante a lo que Cézanne llamaba “el surgimiento geológico interno”, es decir, el misterio de la mutación universal evocado en el diálogo entre el ser humano y la naturaleza.
Ocejo estudió Diseño gráfico y comenzó a pintar de manera autodidacta hacia 1990. Más adelante, se integró al taller del reconocido maestro Ignacio Salázar y a las clases de dibujo de Francisco Castro Leñero en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM. Desde sus inicios, Edmundo ha plasmado en su pintura universos orgánicos a partir de formas estilizadas que lindan con la abstracción. La figura humana, apenas sugerida en sus obras tempranas, ha desaparecido por completo y su búsqueda se dirige hacia las infinitas posibilidades de abordar un tema recurrente desde hace ya varios años: el árbol. Árboles frondosos y enhiestos surgen en un espacio etéreo que alude a una realidad imaginada. Sus troncos, esbeltos como torsos erguidos y sus raíces voluptuosas, son imágenes palpables que nos hablan de ámbitos impalpables y se repiten rítmicamente a manera de variaciones sobre un mismo tema. Cada cuadro es metáfora de un paisaje que no existe, y lo que cuenta en sus composiciones melódicas es el sentido de la atmósfera creada a partir de los juegos lumínicos: la luz es el personaje central que hilvana cada pieza de esta nueva serie que se presenta en la Casa Lamm bajo el título de Los colores de la tierra. Una luz que dibuja la esencia y desdibuja las certezas.
Idioma del bosque, Díptico |
El artista recurre al color y a la luz para evocar los distintos momentos del día o las estaciones del año. Así se percibe la calidez de un crepúsculo primaveral, los tonos plomizos de una fresca mañana invernal o los claroscuros inasibles de una noche de luna llena. En algunos casos, Ocejo intercala en el lienzo diferentes atmósferas lumínicas haciendo uso de una policromía variada y alternando en la misma superficie el día y la noche, el verano y el otoño, la luz y la sombra. Con gran sutileza combina los tonos cálidos y fríos, las zonas resplandecientes y las sombrías, la espesura y la diafanidad. Su técnica revela una meticulosidad en la superposición de numerosas capas matéricas que dejan entrever el rico cromatismo que se funde bajo la delicada piel de encausto que recubre la superficie, dotándola de una enigmática y sensual opacidad. Color y forma van indisolublemente enlazados en su pintura, hasta el punto de constituir auténticos volúmenes plásticos en composiciones de marcada verticalidad. Los árboles aparecen dispuestos en serie y carecen de la visión del cielo o la tierra, pero el planteamiento de la composición y el juego de las luces y las sombras crean un efecto de monumentalidad.
La obra que integra esta exposición es el resultado de dos años de intenso trabajo que denota cambios y continuidad. Estos bosques imaginarios constituyen un grupo homogéneo que revela el sentido íntimo y personal del autor, que consigue captar un fragmento de la naturaleza con frescura y espontaneidad. La de Ocejo es una pintura de matices y vibraciones que seduce por su alta capacidad de evocación, cualidad indispensable de toda creación poética.
|