Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 16 de septiembre de 2007 Num: 654

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

El doctor Abad Gómez
IVÁN RESTREPO

Todo sobre mi padre
ESTHER ANDRADI
entrevista con HÉCTOR ABAD FACIOLINCE

En el bosque de la poesía
RICARDO VENEGAS
entrevista con JOSU LANDA

La comida en el cine latinoamericano
BETTINA BREMME

Biocombustibles: una encrucijada latinoamericana
GABRIEL COCIMANO

Tras las barras y las estrellas
AGUSTÍN ESCOBAR LEDESMA

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGUELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

Cabezalcubo
JORGE MOCH

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR


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Juan Domingo Argüelles

Los niños y la poesía

Carlos Monsiváis ha dicho, acertadamente, que la poesía es el género popular que se responsabiliza de la sensibilidad colectiva, al grado de que hasta los analfabetos la memorizan devocionalmente. “Por la poesía –explica– se descubren las potencias del idioma (el ritmo y las melodías diversas y complementarias) y, también, las iluminaciones que una sola imagen desata.”

Paradójicamente, la poesía es uno de los géneros menos atendidos en los programas de lectura dirigidos a los niños. Las “dificultades” del género poético alcanzan incluso a los promotores y mediadores del libro.

Gabriel García Márquez sostiene que casi todos los niños son poetas, pero que los adultos los echamos a perder. En el momento mismo en que aplicamos las pedagogías al uso, profesores, promotores, padres de familia y demás tutores acabamos, quizá de una vez y para siempre, con el natural don de lirismo e imaginación de los niños.

Refiere que, en cierta ocasión, aceptó ser jurado de un concurso de textos escritos por niños y, con gran desilusión, pudo constatar que los peores y los más abundantes eran aquellos en los que se hacía evidente la mano torpe y fría del adulto. Los “bien escritos” eran también los menos imaginativos y más fallidos: los que habían recibido una “ayuda” de los mayores que, al introducir una lógica y una previsible “unidad” en la escritura infantil, le habían cortado el vuelo a la fantasía y el ímpetu a lo imprevisto y, con ello, a la felicidad de la imaginación. La conclusión de García Márquez no puede ser más descorazonadora: ahí donde intervienen los adultos, para “remediar” el caos creador de la escritura de los niños, “todo se va al carajo”.

Lo que Monsiváis identifica como “las catástrofes de la enseñanza pública” son esas pedagogías que irremediablemente desembocan en la domesticación de la libertad creativa en aras de la uniformidad tecnocrática, autosatisfecha y conformista.

Por ello vale destacar el Proyecto Gulliver de Medellín, Colombia, encaminado a motivar y animar, en los niños, la libertad poética. Coordinado por el escritor y promotor colombiano Javier Naranjo (autor del libro Casa de las estrellas ), y con el apoyo de los talleristas Pedro Arturo Estrada, John Jaime Sosa, Diana Berrío, Viviana Restrepo y Leidy Diana Montoya, el Proyecto Gulliver consiste en talleres de apreciación literaria, estimulación de la lectura y escritura creativa, dirigidos a niños y niñas de barrios populares de las dieciséis Comunas de la ciudad de Medellín, organizados por la Corporación de Arte y Poesía Prometeo, y auspiciados por la Fundación France Libertés .

Parte del resultado de este proyecto se publicó en el volumen Proyecto Gulliver (Medellín, Corporación de Arte y Poesía Prometeo, 2006) que recoge algo de esta experiencia mediante la cual las niñas y los niños colombianos son animados a expresarse literariamente sin coerción y sin mutilarles la imaginación lírica y la percepción poética.

El Proyecto es definido por Naranjo y sus colaboradores como una experiencia de vida y poesía en las escuelas populares de Medellín, que propone un espacio de encuentro lúdico y libre, que privilegia la espontaneidad, la creatividad, la curiosidad y la soltura del gesto, para romper con “los esquemas tradicionales de una educación precaria y empobrecida por la rigidez y la carencia de imaginación”.

Gracias a esta experiencia, podemos saber que, en cuanto a definiciones, para William Stiven Henao, de once años, “el cuerpo es lo que nos sirve para encontrarnos con el mundo”, mientras que para Lizett Saldarriaga (nueve años), el gobierno es “algo que está lleno de hombres armados”. Para Daniela Giraldo (diez años), miedo es “lo que sentimos cuando encontramos solos”, y para Luisa Fernanda Henao, cielo “es algo que cuando miras para arriba se ve”. Mary Londoño Castaño, de diez años, nos entrega estas evocadoras analogías: “Triste como mi corazón./ Transparente como mi madre./ Opaco como los días./ Perezoso como la poesía./ Rabioso como mi boca./ Amargo como mi casa./ Agrio como la escuela.”

El objetivo del Proyecto Gulliver es “abrir un espacio de reconocimiento, de conciencia individual y colectiva, de sensibilidad y recomposición espiritual” para los niños colombianos, pues es claro, como dice Naranjo, que “la acción educativa entendida como formadora de seres humanos a partir de la prevalencia de nociones de índole positivista, ya no es satisfactoria”.