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"ADIÓS, FAMILIA"
El otro día encontré en el aeropuerto de Ciudad de México a un primo hermano mío de nombre –si mal no recuerdo- Carlos Noriega García o Carlos García Noriega (según desde donde se le vea). Me vio de cuerpo entero pero hizo como si en realidad no me hubiera visto. Lo vi de cuerpo entero, pero hice en realidad como si tampoco lo hubiera visto. Abordamos el avión con la misma indiferencia del que se cruza con un cajero automático o un poste de luz y, poco después, ocupamos nuestras respectivas plazas, mirándonos sin mirarnos. Lo mismo ocurrió al llegar a nuestro destino: él hizo como que no me vio y yo (que venía de un largo viaje y no usaba el traje impecable que usaba él) hice lo propio también. Hasta ahora no he sabido quién de los dos en ese paisaje incierto era el muerto y quién (de los dos) el vivo, aun cuando al salir de la terminal aérea ropas, destino y países que visité se fueron diluyendo como en un río de aguas lejanas e imposibles.
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