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El Dode: universos en movimiento
L

a primera vez que sostuvo una pinza y encendió un tanque de gas aprendió a soldar. Desde entonces, para Miguel Ángel Álvarez Bonaga Salazar (Ciudad de México, 1966) el taller se volvió casa y destino. Quizá la herencia estaba ya en su sangre: hijo de arquitecto, desde niño dibujaba y modelaba, y descubría en el juego una forma de felicidad. Con los años comprendió que aquella infancia era apenas el inicio de una vocación más amplia: levantar espacios donde la teoría se vuelve práctica, la imaginación se concreta y las ideas se vuelven materia. Hasta hoy no ha dejado de crear lugares de trabajo, porque en ellos encontró la esencia de la creación. Son nobles, dice: reciben tu esfuerzo y lo devuelven transformado en fruto. De esa pasión nació Arma Taller SA de CV en los años 90, que pronto se convirtió en un pilar de la industria cinematográfica contemporánea.

Conocido desde la adolescencia como El Dode –apodo que le dieron cuando se rapó la cabeza en cuadros, evocando el dodecaedro, poliedro de 12 caras de geometría insólita–. En 2017 fundó Zopilote Inc, un espacio pionero en la enseñanza y práctica de procesos fotográficos antiguos y alternativos. Allí se exploran técnicas singulares, resultado de siete años de investigación y experimentación en fotografía de gran formato. Alguna vez se preguntó: “¿por qué hacerlo pequeño, si se puede hacer grande?” En esa pregunta reside el desafío y la grandeza de su trabajo: concebir laboratorios donde la materia se vuelve imagen. Afrontar el reto exigió paciencia, valentía y un incesante ensayo de prueba y error. Hubo fracasos y hallazgos, y de ambos brotó la riqueza de los resultados. Entre las técnicas que dominan se encuentran la cianotipia, que aprovecha la luz solar para revelar; el Van Dyke, procedimiento que sensibiliza el papel con citrato férrico y nitrato de plata; la calitipia, que ofrece imágenes sepia sobre papeles tratados con sales de hierro, y el heliograbado, fotograbado en cobre que utiliza gelatina dicromática para fijar la imagen.

Antes de llegar a la fotografía , El Dode recorrió otros oficios. Estudió joyería, luego incursionó en la cerámica, siempre en busca de la forma precisa. La curiosidad lo llevó a la Escuela Nacional de Artes Plásticas –hoy Facultad de Artes y Diseño–, pero pronto decidió seguir su propia ruta. Se acercó al teatro junto a Martha Helión y Jesusa Rodríguez en la puesta Ambrosio, fábula del mal amor. Esa experiencia le abrió las puertas del arte escénico. Colaboró como atrezzista con Luis de Tavira y, gracias a la orientación de Hugo Hiriart y Mauricio Jiménez, recibió un impulso decisivo en su trayectoria. De ahí lo natural fue llegar al cine y más tarde a la fotografía. Como director de arte y escenógrafo, sabe que su mirada no se mide en 35 milímetros: se expande en 360 grados. Para él, observar es la clave: mirar no es registrar, sino descubrir lo que permanece oculto a simple vista. De ahí su inclinación por la imagen fija. El cine es movimiento continuo, puede ser hermoso, pero la fotografía abre otra forma de relación: obliga a mirar y a dejarse mirar, invita al diálogo.

Miguel Ángel Álvarez Bonaga Salazar es un maestro de la escenografía y la dirección de arte. Con más de tres décadas de oficio ha dejado huella en el cine mexicano y en la memoria de quienes lo han visto trabajar. Su primer largometraje fue con Marcel Sisniega. Más tarde colaboró en París con Raoul Ruiz, a quien recuerda como gran maestro y ser humano. Participó también en producciones internacionales como Torrente, el brazo tonto de la ley en España y en el cine mexicano con Y tu mamá también (2000), de Alfonso Cuarón, entre muchas otras. Su recorrido llega hasta El actor malo, nominada al Ariel como mejor película, confirmando una carrera marcada por la diversidad de proyectos y la solidez de su mirada creativa.

El Dode es ejemplo de entrega y pasión por el arte de construir universos en el teatro y en el cine. Su apodo, nacido en la adolescencia, lo acompaña como emblema de identidad y creatividad: un dodecaedro en perpetuo movimiento que revela nuevas caras y perspectivas. Así es también su vida: un viaje de hallazgos donde cada obra confirma su capacidad de transformar la materia en visión, así como el trabajo en inspiración para otros artistas y creadores de la industria cinematográfica. La coherencia entre su vida y su obra lo coloca como referente de una generación que entendió el arte no sólo como una profesión, sino como una forma de estar en el mundo.