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Arturo Beristáin
A

rturo Beristáin llega a San Sebastián con su figura alta y con paso seguro, como si fuera a representar a Edipo. En 1998, Arturo ganó el Premio Arlequín; ha participado en más de una docena de películas y obras de teatro, como El castillo de la pureza o la Conferencia sobre la lluvia, de Juan Villoro. Arturo Beristáin es la generosidad en persona y sonríe cuando pongo mi grabadora frente a él mientras mis preguntas le caen una a una.

–Hace años, me acuerdo, en épocas de Octavio Paz se hizo una cosa, sobre todo para hacerle un tributo, se llamó Poesía en Voz Alta, en la Casa del Lago, y causó mucha sensación. Ahí hizo su primera puesta en escena Elena Garro y la dirigió Héctor Mendoza; eran tres obras cortas: Andarse por las ramas, Un hogar sólido y Doña Blanca. La sala en la que se hacen las tertulias poéticas de la Compañía Nacional de Teatro se llama Héctor Mendoza. Mis papás hacían tertulias poéticas con Pepe Gálvez, Chela Nájera, Juanito de Alba.

–¿Tienen ese auge con el exilio español?

–Con los poetas del exilio que hacían estas tertulias literarias, donde ellos decían sus propios poemas. Esta tertulia comenzó a hacerse común.

–Ofelia Guilmáin causó mucha sensación.

–Con León Felipe, que era su maestro. La quería mucho. Álvaro Custodio estaba ligado al periódico Excélsior, actor muy famoso que siempre estaba actuando con Ofelia Guilmáin. Hacían mucho teatro en los centros del Seguro, en Gabriel Mancera, a dos calles de donde tú vivías, en La Morena. Desde mi casa, siempre digo: Miren, ese es el árbol al que Paz le escribió el poema, y ahí vivía Elena de chiquita y salía corriendo a tomar el camión.

–El de Paz es un ahuehuete famosísimo, pero él lo llamaba Sabino.

–Ofelia fue como mi madre putativa, porque ella me invitó a hacer teatro en las obras que se hacían en el Seguro, las que hizo Pepe Solé y el maestro Retes. Había una directora que se llamaba Lola Bravo, pero la confundían con la fotógrafa, y todo mundo la conocía como Lolita Beristáin, pues era la esposa de Luis Beristáin, mis padres. Ellos hacían esas tertulias; yo pensaba que estaban contando cuentos mientras yo los veía desde un rincón. Con el tiempo supe que eran poemas. Vi los recitales de Ofelia en el Ateneo, diciendo poesía del exilio.

–León Felipe la quería mucho.

–Ofelia coleccionaba figuras de caballitos. León Felipe le regaló a Ofelia un caballo de carrusel antiguo, grande, de madera, precioso, y cuando nació mi hijo Camilo, ella le regaló el caballo de León Felipe y Camilo lo presume: Este es el caballo de León Felipe.

–¿Cómo se llama tu hijo?

–Camilo Beristáin, y es mi asistente en el recinto, es hijo de Julieta Egurrola y mío.

–Los actores siempre se enamoran entre ellos. Tú fuiste niño actor; te vi en El castillo de la pureza, me llamó mucho la atención.

–Antes hice Los días del amor, con Alberto Isaac, una película preciosa sobre la guerra cristera en Colima, que es un poco la biografía del propio Alberto, de su descubrimiento del sexo en la Colima de los años 20; es una película de época preciosa.

–¿Cuándo supiste que ibas a ser actor?

–Fui músico primero, tocaba el piano y el chelo; tocaba bastante regular. Yo creo que por eso me retiré, porque no era tan buen músico; mi hermano, sí. Mi hermano Francisco es mi gemelo, él es músico y arqueólogo, pero él dejó la actuación, ahora trabaja en el Instituto Nacional de Antropología e Historia.

–¿Dónde estudiaste música, Arturo?

–En el Conservatorio. Había un camioncito que venía desde Bellas Artes y se iba por Reforma; costaba 20 centavos. Yo lo abordaba en la esquina de Reforma e Insurgentes para llegar al Conservatorio. Mis hermanos y mis primos estaban en la Escuela Nacional de Música y yo en el Conservatorio. Una vez, en el trayecto vi a un ángel bajar del camión y decidí seguirlo, era una bailarina que llegaba a la Escuela de Danza y entonces vi la Escuela de Teatro. ¡Guau!, la escuela de la que hablan todos los amigos de mi mamá. Me inscribí; eran mediados de 1968 y las paredes estaban llenas de consignas: La revolución al poder y la imaginación al poder, Cada vez que hago el amor quiero hacer la revolución. En cada rincón había una pareja besándose y abrazándose y yo dije: ¿Qué es este mundo? Deseé estar ahí. Yo veía las obras de mi mamá; me sé de memoria Medea. Mi mamá, Dolores Beristáin, y Ofelia Guilmáin eran las mejores amigas.

–¿Y qué pasó con los jóvenes que se besaban con tanta pasión?

–Un tiempo después me enteré que Jodorowsky había dejado un ejercicio donde los alumnos tenían que besarse y abrazarse; era un ejercicio de desinhibición, de actuación, pero yo pensé: esto es la libertad. Tenía yo 16 años, imagínate, pero cerraron la escuela por el movimiento estudiantil. Ofelia Guilmáin, de regalo de cumpleaños, me dijo: Te invito a que formes parte de mi próxima obra en la compañía que yo voy a dirigir; era la Compañía de Comedias, la obra era Locura de amor, de Manuel Tamayo y Baus, y yo era el paje de Juana La Loca. Ofelia me dijo: Tú vas para que calmes tus ansias de novillero, debutas conmigo en el teatro, y cuando se abra la escuela, te inscribes. Debuté en teatro, profesionalmente, antes de entrar a la escuela. Cuando la reabrieron, pude hacer mi carrera.

–¿Estuviste en otra escuela?

–Estuve en el club de actuación de Soledad Ruiz, una mujer extraordinaria.

–¿Por tus papás supiste que serías actor?

–Sí, estaba metido en el teatro con mi madre todos los días. Le pasaba letra por las noches; es decir, repasaba con ella sus parlamentos, tú memorizas pero necesitas la réplica, entonces yo le daba la réplica de sus parlamentos, yo sabía los parlamentos de El mensajero de Medea.

–¿Nunca se te antojó hacer otra cosa en tu vida?

–Quise ser torero.

–¿Porque viste a Manolete?

–Pepe Gálvez era torero. Fue novillero en Colombia, de joven, y cuando murió mi papá de un infarto, en 1962, fue después de filmar El ángel exterminador.

–¿Y Buñuel qué hizo?

–Se preocupó muchísimo. El foro donde se filmó El ángel exterminador es el mismo de El castillo de la pureza, y las dos son películas de encierro. La esposa de mi papá en el Ángel exterminador es Rita Macedo y Rita es mi mamá en El castillo de la pureza.

–¿Quisiste a Rita?

–La quise, no era fácil. Hicimos dos películas juntos. Mi recital de poesía es un homenaje a esta época maravillosa del arte en México.

–Arturo, tu gran amor es el teatro, pero, ¿y los otros amores?

–Se me han acabado casi todos, pero con todas mis parejas tengo buena relación, por ejemplo, pasamos el día de las madres con Julieta, la invitamos a comer.

–¿Y tu abuelo también era actor o esta vocación empezó con tu papá?

–Mi abuelo fue El Cuate Beristáin. Fue cómico de carpa de la época de Porfirio Díaz, que es el antecedente del sketch político. Porfirio Díaz lo admiraba mucho, porque hacía tipos mexicanos. Era la primera vez que se hacían en el teatro.

–¿No era de buen gusto hacerlos a principio de siglo?

–Y mi abuelo los llevó al teatro y al de revista. Y entonces Porfirio Díaz lo admiró y fue con su Estado Mayor, y entre ellos iba el Chacal Huerta. Cuando vino el golpe de Estado del Chacal, mi abuelo se convirtió en el cómico de cabecera de él. Entonces empezó a criticar a los revolucionarios. Luego mi padre, Luis Beristáin, hizo dos películas con Buñuel y muchas otras con Arturo de Córdova. Desde niño estuve rodeado del mundo del teatro. Crecí en el teatro; aprendí a gatear y caminar en un foro mientras mis papás se maquillaban antes de salir a escena.