Fusterlandiaes un encantador pueblo de mosaicos en Cuba
Tras decorar hace 30 años la entrada de su casa, José Fuster contagió
a una comunidad que ahora es una exuberante obra de arte

Jueves 22 de mayo de 2025, p. 4
Jaimanitas. En 1994 el artista cubano José Fuster decoró con mosaicos la entrada de su casa en el pueblo de Jaimanitas; 30 años después, el contagio
hizo efecto: esa comunidad se ha transformado en una gigantesca y exuberante obra de arte.
Ubicado en el oeste de La Habana, este modesto pueblo de pescadores podría haber permanecido en el anonimato, como tantos otros, si este artista no hubiera radicado allí.
Cada semana, un millar de turistas visita el lugar para admirar fachadas, edificios, esculturas, portales cubiertos de cerámica o mosaicos, en una explosión de colores y de formas surrealistas.
Cuando se mudó a Jaimanitas, Fuster, nacido en 1946 en Caibarién (centro), ya era un artista reconocido, con una extensa carrera como pintor, grabador y ceramista. Pero los formatos de las telas, de las cerámicas me parecían chiquitos
, explica el artista a la Afp.
Empezó decorando la entrada de su casa, luego el patio y terminó transformando su hogar en una auténtica obra de arte, que ahora sirve de museo de su propia obra: murales, esculturas gigantes, mosaicos, cerámicas pintadas y poemas grabados.
Entre ellas, la Mesa cubana
rinde homenaje a figuras y emblemas de la historia del país, mientras la Torre del gallo
es una obra de 4 metros de altura revestida de azulejos de colores.
La gente piensa en Gaudí por la técnica (del mosaico), pero el concepto es Brâncusi
, explica el artista de 79 años en referencia al arquitecto catalán Antoni Gaudí y el escultor rumano Constantin Brâncusi.
Un viaje en 1976 a Târgu Jiu, en el oeste de Rumanía, donde Brâncusi realizó un conjunto monumental, le sirvió de inspiración.
Vi lo que hizo (Brâncusi) en el pueblo. Me costó casi 20 años madurar la idea
, comenta Fuster que, lejos de la sobriedad rumana, ha dado rienda suelta a una profusión de colores de un barroquismo total.
El arte naif de Fuster bebe de la realidad cubana. Recurrentes palmeras, gallos y figuras de campesinos, acompañados de refranes populares, frases improvisadas y guiños poéticos, integran su universo visual, de cuyo centro emergen elefantes rosas y fuertes alusiones a la revolución cubana de 1959.
Por doquier, las obras están adornadas con un sinfín de detalles. Dos excéntricas paradas de autobús marcan la entrada al pueblo; en tanto, la nueva casa del artista, ubicada frente al mar, es una obra en constante evolución.
No tenía idea de que podía crear tanto. Esto se convirtió en un tipo de contagio. La gente venía a pedir cosas
, cuenta Fuster, que, debido a sus problemas de movilidad, se desplaza por el pueblo en un carrito eléctrico.
El artista, que afirma financiar su labor en el pueblo mediante la venta de sus cuadros y sin ayuda de las autoridades, ha decorado decenas de casas, a menudo rebautizadas en referencia a la identidad de sus habitantes.
El Mexicano
, cuyo nombre real es Jorge González (79), dice vivir en una obra de arte
. Gracias a Fuster, su casa, antes de madera, ahora es de cemento y está cubierta de mosaicos.
En Jaimanitas nos llevamos muy bien y aquí todo el mundo prácticamente cooperó
, precisa González.
Hace unos años, durante el breve deshielo diplomático entre Estados Unidos y Cuba, este humilde trabajador vio desfilar frente a su casa a estrellas estadunidenses como Madonna y Sean Penn, entre otras, atraídos por la magia de Fusterlandia
.
Así fue como un periodista estadunidense bautizó hace unos años el reino de Fuster. El nombre pegó de inmediato, pero no gasté dinero en hacer propaganda. Se hizo sola
, asegura el artista.