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Medio siglo de sacerdocio

Morita y Gallo dedicaron su vida al servicio de los rarámuris

Para la gente, los jesuitas no eran sólo curas, sino amigos, padres, hijos, hermanos y compañeros

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▲ La parroquia Francisco Javier Cerocahui, ubicada en el municipio serrano de Urique, en el Parque Nacional Barrancas del Cobre, Chihuahua, donde oficiaban misa los curas Javier Campos Morales y Joaquín César Mora Salazar, ultimados el pasado lunes.Foto tomada de la cuenta de Facebook del templo
Corresponsales
Periódico La Jornada
Miércoles 22 de junio de 2022, p. 29

Chihuahua, Chih., Los jesuitas Javier Campos Morales y Joaquín Mora Salazar, conocidos como Gallo y Morita, respectivamente, asesinados por el crimen organizado, eran reconocidos, junto con Javier Ávila, El Pato, por su labor social a favor de las etnias de la tarahumara en asuntos de educación, salud, apoyo social y espiritual.

Un prelado compañero de los sacerdotes aseguró: Ellos no eran solamente curas dedicados a la sacristía como todos, sino que eran para las comunidades amigos, padres, hijos, hermanos y compañeros.

Los habitantes de la sierra los consideraban parte del pueblo porque hablaban su mismo idioma, entendían sus problemas, les auxiliaban, y su muerte es consecuencia de la protección y ayuda que brindaban a los pobladores sin importar de quien se tratase.

Campos Morales y Mora Salazar, de 79 y 81 años, respectivamente, eran integrantes de la Compañía de Jesús desde hace más de 50 años. Los lugareños fueron quienes les pusieron sus apodos.

La Diócesis de la Tarahumara señaló que siempre se caracterizaron por su desprendimiento y amor hacia el prójimo. Javier Campos era un hombre cuya alegría y luz llenaban el espacio; en el ejercicio de su fe se entregaba a cada persona que encontraba en su camino.

En redes sociales, otros jesuitas compartieron testimonios de su relación con los sacerdotes, de su espíritu de humildad y entrega al servicio a las comunidades pobres.

El párroco Ismael Bárcenas refirió que Gallo decidió dar su vida a los tarahumaras; hablaba su lengua, conocía sus nombres, sus casas y sus caminos.

Javier Campos Morales inició su misión como superior local en 1973; fue vicario pastoral y episcopal en la comunidad serrana de Norogachi. También fue cura en Guachochi (1974-1983), en Chinatú (1987-1999) y en Cerocahui (1996-2016).

Desde 2019 y hasta antes de su homicidio, fue superior de la misión jesuita, párroco, vicario de pastoral indígena de la Diócesis de Tarahumara y asesor regional de las comunidades eclesiales de base.

Nació el 13 de febrero de 1943 en la Ciudad de México; sin embargo, su niñez y adolescencia transcurrieron en Monterrey, Nuevo León. Ingresó a la Compañía de Jesús el 14 de agosto de 1959 y en 1972 se ordenó sacerdote.

Por su parte, Joaquín Mora Salazar, al igual que su compañero, ingresó a la Compañía de Jesús cuando tenía 16 años. Trabajo para la comunidad durante 23 años, hasta que fue ultimado este lunes.

En la década de 1970 fue misionero en la Sierra Tarahumara, a donde regresó a finales de los noventas. Desde el año 2000 fue vicario parroquial en Chínipas, hasta 2006 y desde 2007 fue vicario cooperador en Cerocahui.

El padre Morita nació el 28 de agosto de 1941 en Monterrey, Nuevo León, y en 1958 se integró a la comunidad jesuita. Fue nombrado sacerdote en 1971, según información compartida por la orden religiosa.