Habla Félix Hernández Gamundi
Nos aplastaron; fue un crimen de Estado, pero nunca fue derrotado el movimiento
El ex líder estudiantil afirma que los perdedores fueron el gobierno y el PRI, pues traicionaron sus ideales revolucionarios
A 50 años de 1968 seguimos hablando del movimiento, porque no ha terminado. Sus demandas siguen sin cumplirse: democracia y libertad, afirma Félix Hernández Gamundi. La imagen corresponde a los días posteriores a la masacre.Foto archivo del IPN
Jueves 6 de septiembre de 2018, p. 12
Félix Hernández Gamundi no tiene duda: lo sucedido el 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas fue un crimen de Estado
y una traición
del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz hacia el movimiento estudiantil.
Certero, añade: El movimiento jamás fue vencido políticamente. La mayor derrota en el 68 fue para el gobierno y para el Partido Revolucionario Institucional (PRI). El 2 de octubre lo que realmente hace es desenmascarar al régimen político y exhibirlo en su condición autoritaria, represiva
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Entonces estudiante de la Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y representante de su plantel ante el Consejo Nacional de Huelga (CNH), Hernández Gamundi fue detenido aquella noche en Tlatelolco. Golpeado, se le trasladó primero al Campo Militar número uno, donde fue agredido y amenazado, y posteriormente se le condujo a Lecumberri, donde estuvo preso dos años.
A medio siglo de distancia de aquel verano que transformó al país. El hoy ingeniero reflexiona en entrevista con La Jornada sobre la trascendencia del movimiento y el impacto que ha tenido en el México actual. Las demandas del 68 siguen vigentes
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–¿Qué representan estos 50 años?
–La primera pregunta que nos hacemos todos es por qué a 50 años de distancia seguimos hablando del 68, y es porque es un movimiento que no ha terminado. Sus demandas siguen vigentes. Las seis exigencias de nuestro pliego petitorio se pueden resumir en una: democracia, y si me presionas un poco diría democracia y libertad. Condiciones que no se han cumplido en nuestro país.
Una segunda razón es que siendo un movimiento democrático y pacífico, fue aplastado militarmente, pero nunca fue vencido en lo político. La mayor derrota en el 68 fue para el gobierno y para el PRI, el acto de represión perpetrado del 2 de octubre en realidad desenmascara al régimen político, lo exhibe en su condición de autoritario y represivo; y a su partido, el PRI, lo muestra como una organización política obsoleta, incapaz ya de representar las aspiraciones de los mexicanos.
–¿El gobierno heredero de la Revolución, traicionó los ideales de la Revolución?
–Sí, es un acto de traición a su antecedente de la Revolución y de traición al pueblo mexicano. En cada acto del movimiento del 68 nosotros reivindicábamos la Constitución de 1917, la cual era pisoteada por ellos. Salimos a las calles en oposición al gobierno y a la fuerza pública, y simplemente esgrimíamos la Constitución del 17 que nos concedía derechos, libertades de manifestación, de pensamiento político. Y sin embargo, el gobierno pretendía encajonar a los mexicanos.
–¿Qué falta para alcanzar la democracia?
–Tras el 68 la lucha se diversifica. Surgió una corriente de académicos promotores de una educación científica, crítica, popular y democrática. Los movimientos campesino y popular se reforzaron. A muchos jóvenes les quedó claro que no había opción política y tomaron el camino de las armas, otros optaron por las luchas populares, sociales, sindicales. Se produce una pléyade de luchadores que cubren todos los terrenos de la vida política y social del país. Surgen nuevos partidos y nuevas organizaciones políticas. Hay un avance en la reforma electoral, donde la única garantía es que el voto se cuente, y no necesariamente es bien contado. La democracia no sólo es el voto, son también oportunidades, nuevas reglas de vida.
–¿México aún tiene un gobierno autoritario?
–Sí. Los nuevos partidos rápidamente se asimilaron al modo de los viejos. Entonces llegamos a una situación de partidocracia brutal que simula la democracia. El resultado del primero de julio es muestra del hartazgo ciudadano. No está claro por quién votas, sino contra quién votas. En la campaña hubo referencias insistentes a la necesidad de luchar contra la corrupción, y está bien, pero ese no es el problema principal, lo son la desigualdad y la injusticia. Necesitamos una reforma a fondo del Estado. La deuda con el 68 es el acceso a la justicia.
–Muchos compañeros del 68 han fallecido. ¿Hay una deuda con ellos?
–Cada vez que se va un compañero se acrecientan las deudas del Estado, porque son aspiraciones no cumplidas, porque el Estado ha sido omiso en el tema de la justicia para el 68, que es una herida en el corazón de los mexicanos y una estaca clavada en el corazón de la historia de las luchas democráticas en México, en la medida que permanece impune. Queremos justicia, no venganza.
–Al movimiento social le corresponde ser autocrítico. ¿Han fallado los sectores progresistas en la búsqueda de un país más justo?
–El que ha fracasado es el sistema, el régimen. Por eso hace falta un nuevo pacto social. La impunidad envuelve a los poderosos en un gran manto que argumenta que las cosas son así y ni modo. Nosotros debemos ir a la construcción de un nuevo sentido común, en el que la convivencia sea con respeto a los derechos, a la justicia y a la democracia.
Yo me asumo como parte de la lucha social, no es la lucha social la que ha fallado, va en avance; quizá el problema es que debimos avanzar mucho más. Las condiciones en que la lucha social se da en el país han sido muy adversas. Pero quien está en deuda con la sociedad, con el pueblo y con esas luchas sociales, es el régimen, es la clase política.
–Los líderes del movimiento estaban conscientes de que en cualquier momento podía venir la represión. ¿Por qué citar a un mitin en Tlatelolco donde un escape era complicado?
–Era una ratonera
, dicen quienes quieren fastidiarnos. ¿Por qué ir a Tlatelolco? Porque había un nuevo momento de optimismo. Ya había habido otros actos allí, con una participación solidaria y masiva de la población de la unidad (habitacional), los habitantes de Tlatelolco fueron siempre muy solidarios y era un lugar donde nos sentíamos protegidos. Además, los días previos al 2 de octubre empezaron los acercamientos con el gobierno, que argumentaba la necesidad de ponerse de acuerdo en los términos para el diálogo público. Por las gestiones del rector Javier Barros Sierra se concretó una reunión (entre representantes del CNH y del gobierno) el día 2 por la mañana, en la que no hubo gran avance, pero se dieron dos acuerdos: volverse a reunir para avanzar en el diseño de las condiciones para el diálogo y la petición de parte de ellos que se suspendiera la marcha de esa tarde para evitar riesgos de actos de provocación. Nosotros nos mantuvimos al informar que sería una asamblea informativa en la Plaza de las Tres Culturas. Cuando dialogas debes confiar en el de enfrente y es lo que hicimos. Jamás pensamos que se daría una masacre de ese tamaño, jamás pensamos que el gobierno iba a tomar una medida represiva tan criminal como esa. El acto de represión de Tlatelolco es una traición brutal.
–Después de la experiencia de haber participado en el movimiento y todo lo que ello implicó para usted en lo personal y para el país. ¿Quién es Félix Hernández Gamundi 50 años después?
–He crecido desde entonces sintiéndome un hombre comprometido con la transformación del país, como pasó con miles. Crecí con la certidumbre de que eso no se puede repetir en México, de que este país tiene que ser distinto. He aportado al esfuerzo para mantener viva la memoria, ese es el trabajo desde el Comité 68. Peleamos todos los días porque el 68, el 10 de junio de 1971 y crímenes posteriores, llegando hasta Ayotzinapa, no queden impunes. Por eso es importante que en el caso del 68 haya justicia. Se trató de un crimen de Estado. Si se le hace justicia será un incentivo para que dejen de ocurrir otros crímenes y podamos transitar todos por esa gran avenida de justicia, libertad y democracia.