La oportunidad de AMLO
Se tambalean el primer nipón Shinzo Abe y su Tratado Transpacífico (que incluye a México)
La crisis peruana
Berlín, capital pobre, pero sexy
Cuidadora
Rostros y lugares
Complicada, la operación del servicio médico taurino en México: doctor Jorge Uribe Camacho
l hecho de que el Día Internacional del Derecho a la Verdad en Relación con Violaciones Graves de los Derechos Humanos y de la Dignidad de las Víctimas (el 24 de marzo, por acuerdo de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas) haya tenido escasa repercusión mediática en nuestro país refleja el déficit que la sociedad mexicana padece en esa materia.
¿Cuánto pierde y gana México con la reforma energética?
conomistas cortesanos y políticos asesorados por esos economistas suelen engañar no con mentiras, sino con algo que es más engañoso que las mentiras: verdades a medias.
l gobierno actual ha tenido el mérito de aventar a su partido, que gobernó a la buena o a la mala durante muchos periodos presidenciales, al tercer lugar en prácticamente todas las encuestas que hemos conocido.
l cuatro de abril será miércoles. Acorde a lo que dicen las páginas en las redes sociales, no habrá ningún concierto de Julieta Venegas.
l 22 de marzo de 1968 comenzó el mayo francés cuando un nutrido grupo de estudiantes de la Universidad de Nanterre ocupó la torre central de la misma. Un par de meses después, todas las fábricas de Francia estaban ocupadas, los estudiantes tomaban sus universidades y colegios y enfrentaban con adoquines a la policía; los capitalistas emigraban y el presidente Charles De Gaulle huía a Alemania a pedir el apoyo de las tropas francesas que estaban de guarnición.
ntrados en la Semana Mayor, tendremos que ver qué es lo que los partidos piensan de nosotros. Si llegaron a la conclusión de que somos adultos, personas mayores, o párvulos irredentos a los que puede tratarse con placebos.
a caída del muro de Berlín pareció anunciar una nueva era en las relaciones internacionales. Ese 9 de noviembre de 1989 marcaba un punto de inflexión. El telón de acero, así bautizado por Winston Churchill, se fundía en historia. El mundo se debatía entre la incredulidad y la incertidumbre. Atrás quedaban décadas de enfrentamientos. Los muertos de uno y otro lados se enterraban sin solución de continuidad. Dos años más tarde otro suceso desbordó la imaginación. La URSS entraba en colapso. Su último presidente, Mijail Gorbachov, renunciaba al cargo el 25 de diciembre de 1991. Parecía ser broma de mal gusto, regalo de navidades. La Perestroika y el Glasnost se fundieron en un camino sin retorno.
n la actualidad, Semana Santa, para gran parte de la población, es básicamente un periodo vacacional; en tiempos pasados era un acontecimiento de carácter religioso, que se volvía también un encuentro social de importancia en la Ciudad de México. Lo conocemos por las textos que nos dejaron los viejos cronistas.
esde que me volví platicadora, he tenido que padecer una que otra incomodidad que antes, durante mi larga época de silente, no experimentaba. Ahora suelto impertinencias, bromas que mi interlocutor no capta o, en casos aislados, que le parecen suficientemente buenas como para que, cuando a su vez se las juega a otro, las hace pasar por propias, o que, cuando de plano son incluso más que apenas buenas, se las atribuye a algún amigo ingenioso, conocido y reconocido, y sólo porque sabe que, de presumir que eran de autoría propia, nadie le creería. Pero esto no es lo único a lo que me expongo desde que rompí el silencio (la prudencia, la discreción) y entré inconsciente y abruptamente al animado cuando no ajetreado, bullicioso y atropellado mundo de la plática, el comentario, incluso de la comunicación espontánea, que aunque sea casual, intrascendente y trivial, esa que ahora me es tan fácil entablar con el parroquiano en la mesa de al lado del café, o quizás hasta con alguna amistad con la que me topo después de años de no vernos. Bueno, en esta última circunstancia me sucede algo todavía peor, pues entonces la lengua se me suelta aún más y no hay nadie ni nada que me detenga. El impulso de comunicarme de forma excesiva, acaparadora, responde, es evidente, a las décadas y décadas en las que no hablé, pero comprendo muy bien, tras la profusión de mis excesos, que mi interlocutor así invadido a su vez no sólo no comprenda mis razones para expresarme a este exuberante grado, y sin duda tampoco tenga por qué, sino que, de paso y con razón, simplemente no quiera volver a verme y ni siquiera volver a saber de mí el resto de sus días. A todo esto, que padezco entre indefensa, sorprendida, desconcertada y, las más de las veces, incluso culposa y arrepentida, lo que más lamento es que mi plática no llegue nunca a ser nada más que eso, apenas eso, plática, y nunca, o casi nunca, una verdadera conversación.