l presidente de la Unión Ganadera Regional de Querétaro, Alejandro Ugalde Tinoco, advirtió ayer que la industria lechera de México tiende a desaparecer
debido a las alzas del dólar, el elevado volumen de importaciones y la desigualdad de los intercambios en el contexto del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), pues los gobiernos de Estados Unidos y Canadá otorgan subsidios a sus productores.
Asimismo, el dirigente de la unión, que está integrada por 27 asociaciones, señaló que en la entidad queretana –la de mayor producción lechera promedio en el país– los pequeños establos están siendo adquiridos por cuatro grandes empresas que dominan el mercado de leche en el territorio nacional. Un factor adicional que juega en contra de los productores mexicanos de lácteo es el diferencial de tasas de interés entre los tres socios del TLCAN, pues mientras los estadunidenses y canadienses tienen acceso a créditos baratos, los bancos que operan en México cobran tasas elevadas.
Aunque la difícil coyuntura por la que atraviesan los pequeños productores del lácteo tiene sus especificidades, ejemplifica claramente las adversidades que han debido enfrentar diversos sectores del agro desde la entrada en vigor del TLCAN, en 1994, y que han conducido al despoblamiento y la postración actual del campo mexicano.
Más aún, desde que se anunció el inicio de negociaciones para ese acuerdo comercial, organizaciones de comuneros, ejidatarios y pequeños propietarios se movilizaron para advertir sobre las funestas consecuencias que se avecinaban: éxodo masivo en regiones enteras, pérdida de la soberanía alimentaria, destrucción del tejido social, desempleo, devastación de la industria nacional, presión migratoria sobre las ciudades, pobreza multiplicada y procesos monopólicos en lo que queda del agro. Todo lo previsto ocurrió y contribuyó a generar algunas de las expresiones más desastrosas de la actual crisis nacional, especialmente, la violencia descontrolada y el auge de las organizaciones delincuenciales.
Si en sus términos originales el acuerdo comercial referido dejó una secuelas tan catastróficas para la industria, el campo y la sociedad en general, cabe imaginarse lo que produciría un TLCAN reformado por exigencia de Washington en el que, desde luego, se acentuarían las reglas favorables para Estados Unidos y se agravarían los términos inequitativos en perjuicio de México. Porque ese es precisamente el sentido de las negociaciones en curso para reformular el instrumento trilateral: como lo ha formulado con total transparencia Donald Trump, se trata de eliminar en ellas cualquier ventaja relativa que pudiera beneficiar al socio del sur –o sea, nosotros– y de asegurar que todo sea ganancia para la superpotencia económica.
En tales circunstancias, los señalamientos de los productores lecheros queretanos obligan a cuestionar una vez más la pertinencia de insistir en la prolongación de un TLCAN que para nuestro país será más perjudicial de lo que ya era y si no es más sensato introducir un compás de espera en las negociaciones a la espera de mejores condiciones políticas, económicas y diplomáticas para rediseñar la reglamentación de los intercambios comerciales en América del Norte.