Dinero difícil
Primaria de Alabama: Steve Bannon vence a Trump
Encrucijadas en AL
Destrozos
De la tierra enemiga
Recuerdos Empresarios (LXII)
Taurinos de aquí y de allá: ayuda fuera de cacho
niciada la tarea de reconstruir la infraestructura material destruida o dañada en Ciudad de México por el sismo del 19 de septiembre, buena parte de la sociedad se pregunta a qué organismos oficiales corresponde encabezar esa labor, cuál o cuáles son los que tienen a su cargo la coordinación de las labores que es preciso emprender y, por extensión, de dónde van a salir los recursos indispensables para financiar los trabajos requeridos. Respecto a este último aspecto (nada menor, porque la creación o reconstrucción de obra pública o privada no puede hacerse sin dinero) cabría suponer que por su propio nombre el Fondo de Desastres Naturales (Fonden) debería tener una participación activa en el financiamiento de esa obra. Sin embargo, la Coordinación Nacional de Protección Civil de la Secretaría de Gobernación, anunció ayer que ese instrumento no aportará recursos para resarcir los daños físicos producidos por el sismo en la capital de la República, porque en ese rubro su función –según lo señala el capítulo II de sus Reglas de Operación– consiste en mitigar los daños a los activos productivos y a las viviendas de la población de bajos ingresos (...)
, y quienes perdieron casa y bienes en Ciudad de México no se encuentran en la franja de la llamada pobreza extrema.
Vuelta a lo cotidiano
n el regreso a la normalidad
reconstruimos las acusaciones, reclamos, desconfianzas y la deshumanización de una violencia criminal que nada tiene que ver con la solidaridad
de nuestro gustado autorretrato actual. Reconstruimos el marketing de la filantropía de los monopolios privados ante la ausencia de un Estado solidario, fuerte y legitimado. Reconstruimos la misma herida de desigualdad que nos tiene postrados y sin proyecto de país. No es desánimo, sólo pienso que nos hacen falta muchas cosas más por hacer para una reconstrucción que haga historia.
ace unos días se desplomó parte de la cúpula de la parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles, que mostraba seve-ros daños como consecuencia de los sismos que sufrió la ciudad en semanas recientes.
ada ser humano alberga en su interior un demonio y un ángel. La misma persona, en ciertas condiciones, es capaz de matar y en otras de dar su vida para rescatar de la muerte a un desconocido. Nos apoyamos sobre cientos de milenios durante los cuales otro ser humano que no fuese miembro de nuestra familia ampliada era potencialmente un enemigo perteneciente a una especie diferente y podía ser muerto y devorado pero también sobre unos miles de años de vida en comunidades organizadas y de civilización.
umbo a otra de esas nefastas horas señaladas, el país se debate entre el humillante bochorno al que lo han sometido las dirigencias partidistas y el que ya está anunciado y tendrá eje la estimación del costo de los daños y de una reconstrucción borrosa, todavía indefinida en sus perfiles fundamentales y de plano indescriptible a medida que uno se mueve a las profundas realidades del sur y el sureste. De algo deberíamos estar seguros ya: que de este cruce de caminos bajo la niebla de la incertidumbre y el temor, no saldremos ilesos ni política ni socialmente, a pesar del inmenso inventario de solidaridad que el magno sismo sacó de nuevo a la superficie.
uántas veces los habitantes de Tenochtitlan deben haber corrido despavoridos cuando un temblor hacía rodar las insignias y los capiteles de lo alto del templo mayor por las empinadas escalinatas de la pirámide hasta llegar a los pies de la Coyolxuahqui?
ada más doloroso que perder un hijo, una madre, un padre, una hermana, un hermano, un familiar, un vecino, un amigo! ¡Nada! El sufrimiento y la penalidad derivada de cualquier otra pena no son comparables. Incluso experimentar el derrumbe de la propia vivienda. O verificar la urgencia de un desalojo permanente o temporal. Por eso la generosidad de los rescatistas voluntarios para recuperar personas con vida nunca la podremos reconocer y agradecer en su entera valía. ¡Nunca!