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Abren exposición

La belleza en 40 lienzos

La colección del cazador de cuadros Vittorio Sgarbi se exhibe en el Museo de San Carlos

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Alegoría del tiempo, de Guido Cagnacci; Alegoría de la pintura, de Simone Cantarini y Cleopatra , de Artemisia Gentileschi, cuadros que se exhiben en el recinto de avenida Puente de Alvarado 50, colonia Tabacalera. Imágenes incluidas en el catálogo de la exposición Teoría de la belleza: pintura italiana en la colección Sgarbi
 
Periódico La Jornada
Viernes 25 de julio de 2014, p. 3

El coleccionista Vittorio Sgarbi (Ferrara, Italia, 1952) es un feroz cazador de cuadros desde hace 30 años, cuando se dio cuenta de que su labor como crítico de arte no le iba a brindar la inmortalidad anhelada.

Entonces, se decidió a pelear con uñas y dientes en subastas, invertir hasta el último quinto de sus ahorros y luego a inventar todas las formas posibles de tener dinero para poder comprar los cuadros más hermosos de los mejores maestros italianos de todos los tiempos.

Cuarenta pinturas de su enorme colección, una de las más selectas del mundo, se exhiben a partir de este viernes en el Museo Nacional de San Carlos. Son los favoritos de Sgarbi, deslumbrantes lienzos que tiene un común denominador: la belleza.

Abre el recorrido de la exposición –que se llama precisamente Teoría de la belleza: una muestra de la colección Sgarbi–, un óleo que intimida a quienes han leído que ingresarán a la sala temática de arte religión, pensando encontrar piezas recatadas y pudorosas. Pero no. Ahí está una mujer con el torso desnudo, los ojos en blanco, congelada en una pose acrobática y eróticamente desvelada, señala el curador Pietro di Natale.

Y ahí se queda el público, varios minutos, arrobado frente a las turgentes formas, mirando la yema de uno de los dedos de la dama rozar su pezón izquierdo, a su lado un par de ojillos malévolos espían su éxtasis, mientras otros hurgan de manera impertinente tras los velos que apenas cubren sus partes pudendas.

Se trata de Magdalena llevada al cielo por los ángeles, pintura realizada por Pier Francesco Mazzucchelli (1573-¿1626?), llamado Morazzone, un artista que, al igual que muchos de sus colegas tomaba como pretexto las temáticas religiosas y bíblicas para pintar el esplendor del cuerpo desnudo.

Los ojos de los visitantes se colman de esa pintura de luz, como se conoció al estilo que revolucionó el Renacimiento italiano.

Las piezas más antiguas que se presentan en la muestra son un par de tablas de alrededor de 1451, donde aparece San Antonio de Padua y San Ludovico de Tolosa, témperas sobre hoja de oro, en tan buen estado de conservación que parecen acabados de salir del estudio de Antonio (1415/1418-1476/1484) y Bartolomeo (1450-1499) Vivarini, los creadores.

También hay cuadros de José de Ribera (1591-1652), el Españoleto, quien sin ser italiano se integra en la colección Sgarbi, debido a que una gran cantidad de sus obras más apreciadas las hizo en Italia. En su San Jerónimo, es de resaltar, explica el curador Di Natale, que utiliza como modelo a un hombre verdadero, de la calle, para convertirlo en un santo en su lienzo, ello con la finalidad de conseguir una identificación del espectador renacentista con los personajes religiosos.

Entre las majestuosas obras de Pietro Damini, Antonio Cicognara, Johannes Hispanus, Lorenzo Lotto, Tiziano Vecellio, Veronés, Carlo Bononi, Pietro Faccini, Matteo Ponzone y Guido Cagnacci, entre otros maestros renacentistas, se exhiben los cuadros de dos mujeres: Orsola Maddalena Caccia (1596-1676) y Artemisia Gentileschi (1593-1652/1653).

La primera fue una monja, cuyo recorrido artístico ha sido objeto de importantes estudios. Hace apenas dos años se presentó una exposición monográfica en Italia. Fue hija del pintor Guglielmo Caccia (1568-1625). Su nombre antes de ingresar al convento era Theodora. Ya en el claustro practicó con asiduidad la pía virtud de pintar, sobre todo porque los ingresos por la venta de sus obras servían para sostener a toda su congregación, fue una suerte de empresaria, también, puntualiza Di Natale.

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Santa María Magdalena llevada al cielo por los ángeles, óleo sobre lienzo de Pier Francesco Mazzucchelli, llamado Morazzone (Morazzone, 1573-Piacenza ¿1626?), incluida en la exposición Teoría de la belleza: pintura italiana en la colección Sgarbi, que se puede visitar en el Museo Nacional de San CarlosFoto tomada del catálogo de la muestra

La Cleopatra pintada por Artemisia que forma parte de la colección Sgarbi trae consigo una tremenda historia protagonizada por la artista, hija del pintor toscano Orazio Gentileschi (1563-1639). A los 19 años de edad, dado que el acceso a la enseñanza de las academias profesionales de bellas artes era exclusivamente masculino y, por tanto, le estaba prohibido a Artemisia, su padre le consiguió un instructor privado, Agostino Tassi, quien después la violó.

Agostino fue denunciado y durante el juicio ante el tribunal papal se descubrió que había planeado asesinar a su esposa, que cometió incesto con su cuñada y había querido robar ciertas pinturas de Orazio Gentileschi.

Para comprobar que decía la verdad, Artemisia fue sometida a un humillante examen ginecológico y fue torturada con un instrumento que apretaba progresivamente cuerdas en torno a sus dedos de pintora.

Sus testimonios y, posteriormente sus obras, se consideran semillas claves del pensamiento feminista en Italia, comentó el curador.

Se busca lo que se encuentra

Los cuadros que el público del Museo Nacional de San Carlos podrá apreciar abarcan los siglos XV al XVIII, aunque la colección Sgarbi cuenta con más de 3 mil piezas de los siglos XIII al XX, obras maestras rescatadas de varios museos o colecciones privadas estadunidenses en beneficio, principalmente, del patrimonio italiano y como una manera, ahora sí, de asegurar la inmortalidad del coleccionista, puntualiza Pietro di Natale.

Sgarbi, quien no deja la crítica de arte, y apuesta por el arte de jóvenes artistas como Roberto Ferri (La Jornada, 25/3/14), señala acerca de su gran pasión como coleccionista: “La caza de los cuadros no tiene reglas, no tiene objetivos, no tiene puertos, es imprevisible. No se encuentra lo que se busca, se busca lo que se encuentra. A veces mucho más allá del deseo y las expectativas. Desde aquel momento he buscado (cuando estuvo, en 1983, frente al Santo Domingo de Nicolo dell’arca, a la que llamó ‘una obra de arte absoluta’) y querido sólo lo que no había. Este es el divertimento y el misterio del coleccionismo: el interés por lo que no hay. Desde aquel momento, hace 30 años, entré en un mar grande, en una historia de continuos encuentros, infinitos estímulos, siguiendo el impulso de un donjuanismo coleccionista”.

La muestra, que permanecerá abierta hasta noviembre, cuenta también con un espacio dedicado a los niños donde podrán conocer la colección de una manera lúdica, por ejemplo, al indagar los olores que habitaban los estudios de los artistas durante el Renacimiento. También se podrán vestir y dibujar como aquellos maestros que hoy son fuente de inspiración.

(El Museo Nacional de San Carlos se ubica en Puente de Alvarado 50, colonia Tabacalera.)