El estudio La confianza en el Instituto Federal Electoral, elaborado por El Colegio de México, revela que casi 50 por ciento de los encuestados considera que modificar la forma de designar a sus consejeros sería una buena fórmula de incrementar la credibilidad en la institución. Asimismo, 27 por ciento estimó que esto se alcanzaría si se establece que un candidato que rebase el tope de gastos de campaña no puede asumir el cargo y 25 por ciento estima que se lograría si se baja el gasto electoral.

Del análisis se desprende que la confiabilidad en la institución es el doble entre las mujeres que entre los hombres, pues 65 por ciento de las primeras creen en el IFE y 35 por ciento de los varones. A pesar de ello, el documento ubica al organismo –en sus últimas semanas de existencia– como la institución con mayor credibilidad, pues 16 por ciento tiene mucha confianza en él (porcentaje similar a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos) y 43 por ciento tiene algo de confianza, frente a 11 por ciento que no tiene ninguna.

Estas proporciones contrastan con las que arrojan partidos políticos, diputados y jueces. Entre los primeros, sólo 3 por ciento tiene mucha confianza, 42 por ciento tiene poca confianza y 33 nada de confianza, porcentajes muy similares a los que hay sobre los diputados.

Otro dato revelador es el comparativo entre la confiabilidad del IFE con respecto a los institutos locales, pues mientras 58 por ciento de los encuestados consideraron que el más adecuado para organizar elecciones es el IFE y sólo 12 por ciento se inclinó por las autoridades electorales locales.

Durante la presentación, el consejero Benito Nacif destacó otro dato central del estudio de El Colegio de México: el comportamiento de la percepción de confianza en el IFE es cíclica, pues mientras se acerca la jornada electoral crece sustancialmente, pero su caída es importante durante la etapa poselectoral y en la definición de litigios.

El consejero Lorenzo Córdova asoció el estudio a la reforma electoral en curso, subrayando que comúnmente los cambios radicales en las instituciones obedecen a una crisis en su desempeño, como ocurrió en 1988. Sin embargo, en esta ocasión no hubo una crisis de semejantes dimensiones como para este viraje, a menos que ahora baste con las rupturas mentales para provocar una nueva reforma.

Quizá –dijo– como autoridad electoral no debería decir esto, pero lo más que puede pasar es que me corran, ironizó Córdova, minutos después de ratificar que su retorno a la academia es cada vez más próximo.

Destacó que la caída en la credibilidad del IFE por parte de la sociedad, se asocia con frecuencia al cuestionamiento de los partidos y a una falta de cultura de aceptabilidad de la derrota que deviene en reducciones cíclicas. Por el contrario, pugnar por ampliar estos márgenes de confianza no es una tarea que sólo dependa del instituto, sino que se asocia a un contexto político, concluyó.