Expertos de la industria cinematográfica hablan de un posible duelo de violines
La primera explorará la convivencia del compositor con las hijas no deseadas de las mujeres deshonradas
de Venecia
La otra relatará sus batallas interiores por preservar el celibato
el sacerdote rojo, y el actor francés Gerard Depardieu, quien es mencionado para participar en uno de los filmes sobre la vida del autor de Las cuatro estaciones
Miércoles 1º de junio de 2011, p. 6
Londres. Uno espera durante años una cinta biográfica decente del genio musical Antonio Vidaldi y de pronto llegan dos al mismo tiempo. Casi cinco años después de que se empezó a hablar de ella, al fin está por empezar una exploración cinematográfica de la vida secreta y los tiempos del compositor que vivió entre las hijas no deseadas de las mujeres deshonradas
de la Venecia del siglo XVII.
El anuncio de que la filmación empezará en septiembre de este año, con ocasión del largamente esperado homenaje al autor de Las cuatro estaciones, ha coincidido con la noticia de que pronto comenzará el trabajo en un segundo proyecto que también incursiona en el mundo privado del abuelo del barroco. Los enterados de la industria fílmica ya hablan de la posibilidad de un duelo de violines
en la taquilla y del bienvenido retorno del género biográfico de la música clásica, cuyo mejor ejemplo es la cinta Amadeus, ganadora del Óscar.
Hay reportes de que los actores británicos Max Irons, hijo de Jeremy Irons, y Claire Foy, estrella de La pequeña Dorrit, ya firmaron contrato para uno de los proyectos. Son los más recientes en una lista de nombres, entre ellos Gerard Depardieu, Joseph Fiennes y Jacqueline Bisset, a los que se vincula con la cinta, la cual se filmará en Venecia, Brujas y ciudades de Alemania y Hungría, según The Hollywood Reporter.
Entre tanto, Jessica Biel, estrella de El ilusionista, el eminente actor británico Ben Kingsley y el virtuoso del violín David Garrett, nacido en Alemania, han sido mencionados en relación con la segunda biografía fílmica de Vivaldi.
Mientras la primera se enfocará en el trabajo del compositor con las huérfanas del Ospedale della Pietà, orfanato para niñas pobres e ilegítimas en el que las recién nacidas eran introducidas por una puerta de trampa en la pared, la segunda se centrará en las batallas interiores del músico y sacerdote por preservar sus votos de celibato frente al amor. Ambas tendrán como trasfondo su música más excelsa.
Hasta ahora, la fama de Vivaldi ha residido sobre todo en sus atributos únicos como compositor. Pero en años recientes la atención ha girado hacia su nada convencional vida personal. Aunque tal vez no fue el astro roquero obsesionado con el sexo
de su tiempo, como sugería alguna publicidad inicial en torno a los proyectos fílmicos, su vida sin duda tiene los elementos de un guión fílmico placentero. Glamoroso y atractivo para quienes lo conocían, Vivaldi era conocido entre sus admiradores como il prete rosso –el sacerdote rojo– por su melena color de fuego.
Sin embargo, pese a su genio y a la adoración que alcanzó, prefirió llevar una vida de lo más tranquila: residió durante 40 años con sus padres y se dedicó a la enseñanza del violín y a dirigir el coro y la orquesta del Ospedale della Pietà.
Cuatro siglos antes de que Gareth Malone convenciera a adolescentes susurrantes de formar una unidad de cantores de primera categoría para The Choir, Vivaldi hizo algo considerablemente más espectacular con las muchachas abandonadas que se confiaban a su custodia.
La Pietá se volvió una parada indispensable en el circuito de la Gran Gira para viajeros de la nobleza, aunque el filósofo Jean-Jacques Rousseau se confesó desolado
al reunirse con las muchachas y oírlas cantar. Muchas estaban marcadas o desfiguradas por la pobreza y la enfermedad, pese a lo cual varias de ellas hicieron carrera en la música hasta ser aclamadas por derecho propio.
Al narrar la experiencia, Rousseau escribió: “M. le Blond me presentó una a una a esas famosas cantantes. ‘Ven, Sophie”; era horrible. ‘Ven, Cattina’; era tuerta. ‘Ven, Bettina’; estaba desfigurada por la viruela. Apenas habría una que no tuviera una marca… Quedé desolado”.
Hacia el final de la reunión había cambiado de tonada. Mi forma de mirarlas cambió tanto, que casi salí enamorado de esas feas muchachas
, expresó.
El nombre de Vivaldi fue ligado románticamente al de por lo menos dos mujeres durante su vida. Una fue Paulina Tessiere, su asistente personal en la Ópera de Venecia, y la otra Anna Giro, hermana de Paulina y una de las alumnas del coro del maestro. Pero los académicos insisten en que, pese a la fama de licenciosa de la ciudad-estado italiana, esas relaciones no llegaron a nada más candente que la de un maestro devoto y una alumna dedicada.
Aunque la nobleza lo ensalzó por sus talentos –entre sus admiradores estaban su patrono, el emperador Carlos VI, y Luis XVI, para quien escribió una cantata de bodas–, en los años finales de su vida se había quedado sin un centavo. Y si bien la fama de su probidad sexual seguía intacta, su legado musical, en contraste, amenguó con la misma rapidez que su riqueza en las décadas posteriores a su fallecimiento, ocurrido en 1741.
El redescubrimiento de su obra –tanto en sentido figurado como literal, en el caso de un archivo que fue encontrado en un monasterio del Piamonte con 14 folios que se daban por perdidos– ocurrió el siglo pasado.
Hacia finales de la década de 1980 su trabajo se popularizó en radio y televisión y, en su forma más lucrativa, en la interpretación de su obra máxima, Las cuatro estaciones, por el violinista Nigel Kennedy.
El año pasado, el hallazgo de otra obra que estuvo perdida mucho tiempo, en los Archivos Nacionales de Escocia, y fue llevada a su tierra natal por Robert Kerr, alcanzó difusión en los medios internacionales cuando fue interpretada completa por primera vez en 250 años.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya