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Angélica Abelleyra
Cecilia Rascón: a jugar… para salvarnos
Le encanta el juego. Cree que es la llave más efectiva para solucionar problemas y enfrentar nubes, tormentas, sinsabores y uno que otro dolor de muelas. Y componiendo la letra y la música de canciones sobre lagartos, albóndigas y los horrendos no , entre algunos trapeadores, perritos Xolo, berrinches y abuelas, Cecilia Rascón (Sonora, 1954) juega, mostrándonos mundos inabarcables, sorpresivos, fantásticos y al mismo tiempo profundamente reales para esos niños y adultos que aún conservan intacto el ánimo de divertirse a ritmo de polka o rumba, blues, rap o tango.
Dos discos compactos compilan su trabajo creativo : Ni esto ni l'otro (La Ceci Records, 2006) con la voz de Eugenia León, y Ángeles y diablillos (La Ceci Records, 2006) con una lista de artistas tan disímbolos como entrañables: Rita Guerrero, Federico del Moral, Magos Herrera, Reyli, Julieta Venegas, Piro y Juan Pablo Pendas, Betsy Pecanins, Combo Lakaye y Susana Harp, por mencionar algunos. Dos abanicos que airean historias cotidianas pero no previsibles, fantasiosas más nunca aburridas, como aquellas que su padre le contaba al inventarse viajes y personas que jamás conocería.
La menor de nueve hijos concebidos por una pareja de melómanos, la Ceci encontró alicientes por la música tanto en la pasión materna por el piano como en la imaginación paterna que la hizo acercarse a sitios increíbles sin salir de la sala familiar, en donde no sólo leía y escuchaba cuentos sino que hacía teatro, bailaba y aporreaba el piano mientras se inventaba canciones.
Así, entre la infancia en un rancho sonorense y la vida posterior en Ciudad Juárez y Chihuahua, Colima, Puebla, Tlaxcala, Oaxaca y DF, refrendó su pasión por construir canciones para niños. Pero primero tenía que ganar dinero para vivir: hizo labores de desarrollo comunitario en estados del país y luego concentró sus energías en el teatro, donde hizo producción, actuó y colaboró en la escritura de guiones. Pero hace unos diez años se dedicó a darle forma a sus canciones, a encontrarles los colores, las tesituras y los silencios. Entonces unió esfuerzos con Eugenia León, primero, y muchos otros intérpretes después, y salieron a la luz los cd citados arriba.
Ser cómplice de los niños es su objetivo; cómplice en las situaciones que a un pequeño le resulta difícil plantear a un adulto; cómplice en la formulación de esas preguntas infantiles cuyas respuestas nunca llegan, y cómplice, por qué no, de esos padres que se preocupan tanto por lo no indispensable. Entonces, la Ceci, con sus canciones, les da una palmadita en la espalda y les dice: “Papa, mamá, no te preocupes tanto, diviértete, juega y entonces encontrarás una solución.”
Hace muchos años, un problema de otoesclerosis le provocó la pérdida total del oído derecho y la disminución de su capacidad de escucha en el izquierdo. Y, así, aguzando la atención y negándose a usar aparatos (“porque siempre escuchas como radio), decidió ponerse a estudiar para aprender a leer música. Lo hizo hace veinte años en Puebla y eso le dio más seguridad y muchos conocimientos. Sin embargo, se considera lírica, con proyectos para un espectáculo de teatro de títeres con el Grupo Tlacuache, un nuevo disco que formará la trilogía de Canciones para grandes niños y la traducción de los volúmenes 1 y 2 al inglés y al francés.
Viajera indomable, con tres hijos y un nieto, se ha alimentado de las inquietudes de ellos y de sus sobrinos para darle aire a las historias que vierte entre ángeles y diablillos. Y ella también bebe de la sabia que le otorgan las voces de Caetano Veloso y Gal Costa, Shakira y Juan Gabriel, Los Tigres del Norte y Mozart. Así de ecléctica en sus gustos como en sus canciones, así de poco convencional en su imagen delgada con cabello pelirrojo y alborotado, así de evanescente como mesera de fines de semana en un restaurante de la Roma, y como promotora de sus propias producciones independientes que han encontrado poquísimo eco en los medios. Sólo espacios como Radio Educación, Radio Universidad y Radio Ombligo (en Tuxtla Gutiérrez) dan cabida a su trabajo que concibe como un embarazo. Porque cuando compone una obra –dice– hay una pequeña semillita que crece dentro de ti y no sabes de qué color será, pero le añades ingredientes, sabores, tonos y emociones para que con el tiempo des a luz a una creación redonda.
Así, con muchos hijos, unos de carne y hueso y otros que son voces multiplicadas que se oyen a rock, salsa u ópera, Cecilia atiende los sonidos, siempre jugando, entre silencios y lejanías.
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