MENTIRAS TRANSPARENTES
Felipe Garrido
REMEDIO
Con tacto exquisito, depositó el pequeño envoltorio en la mesa, entre los cubiertos de plata y las flores y la música y los meseros que iban y venían como sombras.
–No lo pienses más –dijo sosteniéndole la mirada–. Esto es un remedio probado. Incontables veces. A lo largo de siglos. En toda la Tierra. Hace ciegos a los que ven, mudos a los que hablan, sordos a los que oyen; o al revés, lo mismo da. Mueve montañas. Detiene el viento. Hace galanes a los feos, inteligentes a los imbéciles, jóvenes a los viejos. Procura el olvido o enciende la memoria. Borra todo rastro o lo descubre donde no existe. Ablanda voluntades y endurece corazones. Propicia la salud o la muerte. Abre puertas y acorta distancias. Alarga las horas o las hace segundos. Sobre todo, bien lo sabes, es el único afrodisíaco que no falla jamás.
Ella entornó los ojos y mostró los párpados con brillos azul cielo. Alargó las uñas escarlata. Abrió el bolso y guardó el fajo de billetes.
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