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Así toda la noche: tendidos uno al lado del otro, a oscuras, ella despojada de una cantidad de ropa que a Mario no le permitirá decidir cuál definición es más correcta, semivestida o semidesnuda. Otra cosa que tampoco será sencillo definir es si Beatriz habrá pasado la mayor parte de esa noche semidormida o semidespierta. Lo único que Mario sabrá con certeza absoluta es que los dos estarán pasando una de las más desagradables situaciones que les haya tocado vivir, aunque por motivos diferentes. Comprenderá también, a fuerza de realidad, que no se necesita de ningún acontecimiento especialmente notable para aprehender el significado de la palabra trágico.
Dentro de dos años Mario dedicará muchas horas de su pensamiento a solidificar la convicción de que no sólo es importante la nueva enésima guerra imperialista con la que el capital estadunidense busca otra vez apoderarse del mercado petrolero; el avance inexorable de la indefensión ante el virus de inmunodeficiencia humana; el insidioso deslizamiento de las élites politicogubernamentales hacia una plácida laguna de cínica estupidización; la coronación del pragmatismo materialista; la conversión al lenguaje mercadotécnico de prácticamente todas las actividades humanas.
A lo largo de los próximos veinticuatro meses Mario se dedicará, sin haber trazado un plan de acción ni haberse planteado objetivos, a llevar a la práctica la certidumbre de que todo, absolutamente todo, tiene una importancia equivalente. Estará convencido de que, si lo confiesa, lo tacharán de absurdo, pero ha de vivir los próximos setecientos treinta días asignándole, al menos para sí, el mismo valor al mundo de afuera y al interno. El universo de los Otros quedará para él dentro de un paréntesis, y dedicará la mayor parte de su tiempo y su atención a mirarse para adentro; correrá el riesgo de acercarse a la memez de la autosuperación y la pseudoterapia solipsista; pensará mucho en los vaivenes que habrán de alejarlo y acercarlo alternativamente tanto de Beatriz como de Marta. Se va a entregar a una suerte de hermenéutica desaforada que lo pondrá cada día más lejos no sólo de la comprensión del mundo de los otros, sino incluso de su simple conocimiento.
Se negará, por ejemplo, a ser uno más entre los millones de espectadores elevando el nivel de audiencia de los noticieros por televisión, y cuando dos aviones de pasajeros sean secuestrados y obligados a estrellarse contra los edificios neoyorquinos que mejor simboliza(ba)n el estatus de los norteamericanos como los actuales dueños del mundo, su familia y sus conocidos le dedicarán alguna mirada, ya incrédula, ya manchada de sorna, por ése su darle la espalda tan pronto a lo que debería, como todos, considerar insoslayable. Se indignará, lo mismo que ellos, y como ellos va a sentir pena por esas claras demostraciones de barbarie. La única diferencia es que no va a considerar necesario lo que le parece un consumo medio enfermizo de la imagen de la atrocidad.
Alguien ha de acusarlo de no ser más que un evasor entre muchos otros escapistas de la realidad, a lo que Mario responderá pensando nunca lo dirá en voz alta- que igual de reales son las cosas inmediatas que lo rodean, y que no por ser meramente personales merecen su desatención. Real será todo: el trabajo cotidiano que le permita ganar dinero; la renta del pequeño departamento frío y oscuro al que muy pronto se mudará; Pola y Ossip, los gatos que llevará a casa para sentirse menos solo; Albina, la mujer que irá dos días a la semana para asear el sitio y lavarle la ropa; las caminatas de su casa al trabajo y de regreso; las salidas al cine, de preferencia solo; el mes y medio que, contra su costumbre, no tendrá encuentros sexuales con nadie, ni siquiera con su propia mano; las visitas de sus hijas los fines de semana, y en particular el ejercicio reiterado de una franqueza total para manifestar sus estados de ánimo, actitud que no ha de caerle demasiado bien a muchos de quienes lo rodean, acostumbrados y deseosos de no escuchar nada diferente al "bien" con el que suelen responderse los saludos y la pregunta "¿cómo estás?"... Y todo eso, sumado a todo lo que Mario está intuyendo desde este momento, mientras sostiene un cigarro más entre los dedos de su mano izquierda, a las 8:43 de la mañana del viernes cuatro de mayo de dos mil uno; todo lo que le sea dable incluir en el flujo involuntariamente abarrocado de su pensamiento, habrá de parecerle digno de ser pensado; no verá por qué no debería dedicarle su atención.
Este trabajo forma parte del proyecto para el SCNA 2004-2007
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