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HUGO GUTIÉRREZ VEGA
CARNE DE HEREJE AL PASTOR
(UNA RECETA QUERETANA)
Hace unos días, la asesora de cultura del Ayuntamiento panista de Querétaro, hizo una declaración que me dejó alarmado, asqueado y lleno de preguntas sobre la idiosincrasia de las gentes de la derecha, la ultraderecha y la obsesión fundamentalista. Es claro que la declaración hacía caer sobre mi cabeza los epítetos usuales de la beatería. No estoy de acuerdo con ellos, pero no me desasosiegan demasiado. Lo que me erizó el cabello fue que la asesora cultural, al referirse a mi accidentada rectoría queretana, asegurara que no le faltaron las ganas de lincharme. Esta pulsión asesina acusa una patología extrema y es algo más que yunquista. Pertenece más bien a la mentalidad del Ku Klux Klan, el siniestro movimiento racista del sur de Estado Unidos. A ese engendro del mal, pero también a la Inquisición y a sus perentarios métodos usados para defender la fe y, por lo tanto, castigar a los herejes y a los que se atrevían a pensar por sí solos.
Tiene buena información la asesora (tal vez sus consejos se refieran a instrumentos de tortura, hogueras, olor a carne quemada) pues, en aquellos terribles días mi casa fue ametrallada (las balas formaban en la puerta una cruz kuklusklanesca) y me vi obligado a refugiar a mi familia en la casa de los abuelos maternos. Los energúmenos que asaltaron la universidad gritando "¡Viva Cristo Rey y mueran los comunistas!", llevaban machetes, piedras y botellas con agua bendita. Se les había enajenado de tal manera que mostraban retorcidos sentimientos de odio y de venganza. Me enteré, además, que en un aquelarre de los grupos de la derecha y de las asociaciones católicas se había acordado eliminar al rector (eliminar fue la palabra utilizada). Sospecho que la asesora inquisitorial fue la que hizo la propuesta de linchamiento.
Pensé que debería haberme quedado callado ante tamañas desmesuras, pero decidí escribir esta columna para exhibir la estulticia y la vesania de la derecha del centro del país. No tengo nada que decir respecto a mi rectorado y a la devolución del patio barroco a las funciones señaladas por sus fundadores jesuitas. Estos hechos han sido ya juzgados por la historia y todos sus aspectos han sido estudiados y comentados ampliamente. Así es que me olvido de los epítetos proferidos por la cerril asesora, pero dejo constancia de que el sólo uso de la palabra linchamiento y el reconocimiento de la tentación de practicarlo conforman una mentalidad moldeada por los prejuicios, los odios y el fundamentalismo. Por todas estas espesas razones es conveniente sugerir al presidente municipal de Santiago de Querétaro que escoja con mayor cuidado a sus asesoras, pues el Torquemada con faldas que habla de linchamientos y hace públicas sus pulsiones asesinas, puede ser peligrosa en materia de asesoramientos. Esos impulsos son retrospectivos, pero, al mostrar una mentalidad y un talante rencoroso, pueden presentarse de nuevo en cualquier momento. Lo digo con la mayor cautela: esa señora sería ideal para asesorar a la alcaldesa de Tláhuac, pues su rudeza y su ánimo descontrolado la convierten en una especialista en linchamientos y en acondicionamiento de hogueras de leña verde.
Todo esto sería pintoresco y hasta irrelevante si no apareciera la palabra linchamiento. Estoy hablando en general, pues sería absurdo respirar por la herida y referirme únicamente a mi linchamiento personal e intransferible. Siguen flotando los polvos de aquellos lodos y la derecha, ya en el poder, muestra toda su prepotencia y su descomunal odio a la inteligencia y al pensamiento libre. Por favor, señor alcalde, no escuche a su asesora cultural, pues de lo contrario volverán a levantarse en nuestra ciudad los patíbulos inquisitoriales y todo olerá a carne de hereje al pastor.
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