México D.F. Lunes 16 de agosto de 2004
Espectrito, Mini Chesman, Octagoncito y Chesman Grande entregaron diplomas
Cientos de niños miraron la realidad de la Huasteca por medio de Maravillarte
ARTURO CRUZ BARCENAS
Cientos de niños que recorrieron al menos ocho museos durante las vacaciones de verano, dentro del programa cultural Maravillarte: los museos, ventanas al mundo, recibieron ayer diplomas y regalos sorpresa de manos de los luchadores de la Triple A: Espectrito, Mini Chesman, Octagoncito y Chesman Grande. La emoción se reflejó en los ojos de los pequeños, que saludaron y se tomaron la foto con los enmascarados.
Para los organizadores del programa es motivo de orgullo que los niños hayan asistido a los recintos, descubriendo en ellos un lado lúdico, divertido. "Además, los que asistieron conocieron la diversidad cultural de la Huasteca. Ahora saben que hay niños que viven en otro entorno y tienen información de los pequeños indígenas y los respetan", expresó la jefa del departamento de Servicios Educativos del Museo de Culturas Populares de Coyoacán, Gabriela Pérez Salinas.
Antes de las 10 de la mañana, una larga fila de inquietos y tranquilos -los menos- de niños esperaba ver a los luchadores. Así comenzó la clausura del programa. Chesman Grande expresó: "Está muy bien que los papás lleven a sus hijos a los museos porque así saben dónde están, lo que están haciendo, además de que aprenden. La lucha libre es deporte y cultura, porque se remonta a los tiempos prehispánicos".
Octagoncito, el más solicitado para la foto del recuerdo, expuso: "Es algo muy bonito, muy hermoso. De niño fui a varios museos de esta ciudad y de otros estados. Fue importante que se enteraran de que en la Huasteca hay otros niños que viven diferente. Eso les amplía su visión del mundo. Nosotros somos ídolos para los niños, lo cual es mucha responsabilidad. Aquí estamos para no defraudarlos, pues ellos nos eligieron. Para mí la lucha libre es todo."
A un lado, familias enteras comían quesadillas huastecas, panes de dulce de verdad sabrosos, aguas de frutos de esos lares, atoles y tamales de hoja verde. En eso estaban cuando un grito como de loco interrumpió el pic nic. Apolonio Mondragón, narrador de historias, de cuentos, se descolgaba de unas cuerdas en una pared. Cual araña, en su personaje de Apolonio de Triana, "de España", comenzó a relatar una historia de un ser de ultramar.
"Lo importante de Maravillarte -dijo en entrevista- es que los niños en los museos van aprendiendo según su propio ritmo. Esos recintos son una cultura alternativa a la de la escuela, muy divertida. Si logramos que se enamoren de los museos tenemos un margen ganado en cuanto a su educación".
Su narración se centra en lo que buscan los individuos en la vida. "Me dirijo a los niños. Muchos de ellos me vieron varias veces en los museos, como los de Chapultepec, el del Automóvil y otros. Tengo montadas unas 15 narraciones, que adapto de acuerdo al tipo de exposición".
Hizo acto de presencia el clown Aziz Gual, quien señaló que es un artista que se basta a sí mismo, "tal es la esencia del clown". Su espectáculo se llama De risa en risa... y algo más. Cientos de personas ocuparon todas las sillas disponibles.
Malabarismo y mímica provocaron risas en niños y adultos. A las tres de la tarde concluyó la clausura de Maravillarte, cuyo balance, precisó Pérez Salinas, es positivo en los resultados.
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