Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 23 de marzo de 2003
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Espectáculos
El público brindó al cantaor y a sus músicos una larga y conmovida ovación, la noche del viernes

Diego El Cigala dejó la piel sobre el escenario del Teatro de la Ciudad

Su voz y la trompeta de Jerry González provocaron intenso diálogo entre el flamenco y el jazz

Ayer se presentaron en el Zócalo capitalino dentro del Festival de México en el Centro Histórico

ARTURO GARCIA HERNANDEZ

Hay que decirlo sin remilgos: Diego El Cigala y señores músicos que le acompañan se merecieron la prolongada y conmovida ovación que les dio el público al final de su presentación la noche del viernes en el Teatro de la Ciudad. El cantaor, que debe su apelativo artístico al inmortal difunto Camarón de la Isla, había prometido dejar la piel sobre el escenario, y cumplió. Durante dos horas su voz, profunda y remota como la tradición a la que pertenece, fue vehículo de pasión, sensibilidad y arte del más alto nivel.

Pero evitemos los malos entendidos. Diego El Cigala representa una tradición cultural con orígenes tal vez precristianos, de acuerdo con algunos estudiosos del tema. Sin embargo, trasciende con mucho los límites que la reducen a folclor estático. Ese es el primer mérito destacable del cantaor madrileño y su música: tender puentes entre su herencia y otras expresiones musicales contemporáneas, especialmente con el jazz. No es el primero que lo hace, pero vaya manera de hacerlo.

En lo que oyó, vio y sintió la audiencia, también tuvieron que ver los acompañantes del cantaor: Niño Josele, su puntual y vertiginoso ir y venir sobre las cuerdas de la guitarra; Javier Colina y el sonido untuoso y exquisito de su contrabajo; el cajón y las percusiones de quien se hace llamar Piraña, y la trompeta melancólica, libre, prodigiosa, de Jerry González, nombre prominente en el ámbito del jazz latino.

Sería injusto decir que uno fue mejor que otro, pero cabe reconocer que Jerry González -aparte de Diego- fue interlocutor imprescindible para el nivel artístico y la intensidad emocional que esta noche venturosa alcanzó el diálogo entre el flamenco y el jazz. Desde su trompeta, un etéreo hilo metálico engarzó entusiasmos y tristezas al lamento conmovedor que salía por la boca de Diego El Cigala.

Ambos son músicos que corren riesgos, es decir, ajenos a la complacencia que busca el aplauso fácil. Por eso, como en otros casos, sus nombres o sus imágenes no son difundidos hasta la saciedad por los medios masivos, sin embargo, como se comprobó en el Teatro de la Ciudad, su música y su mensaje están al alcance de cualquier sensibilidad mínimamente dispuesta a oír y sentir.

La presentación de Diego El Cigala se dio como parte de la edición 19 del Festival de México en el Centro Histórico. En ese contexto, anoche mismo se presentó en el Zócalo capitalino.

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