MANIATEMOS AL GULLIVER GENOCIDA
Estados
Unidos, Gran Bretaña y España han violado la carta de la
Organización de las Naciones Unidas (ONU) y el derecho internacional
al agredir a Irak en plenas negociaciones para el desarme emprendidas hasta
entonces con éxito por el Consejo de Seguridad, cuya autoridad ellos
además han desconocido. Esos países presentan ahora una agresión
criminal como una "guerra por la libertad" y las destrucciones y matanzas
como "bombardeos humanitarios". Y, por si fuera poco, el presidente George
W. Bush, con el apoyo total del Senado y del establishment de su país,
proclama el aberrante principio de la "guerra preventiva" como teoría
básica de su política internacional. O sea, prepara nuevas
guerras contra quienes considere oportuno, sean éstas o no potencias
nucleares.
Reaparecen así los principios del nazifascismo
en boca del gobierno de la primera potencia mundial, el cual, a diferencia
de sus comparsas británico y español, es respaldado por casi
la mitad de la población de su país, por el principal partido
de oposición y por el gran capital, que está deseoso de saquear
y destruir al mundo para mantener una hegemonía declinante y apoderarse
de los recursos naturales.
Ante esta violación de la legalidad internacional
mediante un verdadero acto de piratería, la ONU no debe quedar impasible
so pena de ser cómplice de los fuera de la ley. Millones de personas
en todo el mundo se manifiestan todos los días no sólo en
defensa de la paz sino también pidiendo castigo contra los invasores
de Irak y los que acaban de pisotear a la ONU misma. Los miembros del Consejo
de Seguridad que no acompañaron al trío de colonialistas
y racistas que están haciendo la guerra contra un pueblo con el
pretexto de deponer a su gobierno (otra vez la teoría nazi de la
responsabilidad colectiva de un país o una comunidad por lo que
hacen sus dirigentes), tienen la responsabilidad de convocar de inmediato
la Asamblea General de la ONU para condenar y expulsar de la organización
a los violadores de la legalidad internacional, rechazar todo intento de
los mismos de ocupar Irak y administrar el país y sus recursos,
y exigir sin dilación el retiro de Irak de las tropas extranjeras
y una reparación por daños materiales y morales al país
agredido. Independientemente de la posibilidad práctica de imponer
tales resoluciones a los agresores (los cuales al ponerse fuera de la ley
no tienen ni el derecho a voto en la ONU), las mismas tendrían un
enorme peso moral y respaldarían a los que en Estados Unidos, Gran
Bretaña y España luchan por la paz y contra sus gobiernos
respectivos, y defendería los principios básicos de la convivencia
internacional, o sea, la independencia de otros pueblos amenazados también
por la prepotencia del trío sembrador de muerte.
Mientras tanto, entre los pueblos, tal como piden en muchos
países las multitudes que luchan por la paz, debería organizarse
un boicot a los productos estadunidenses en particular, ya que Estados
Unidos es el jefe de los estados delincuentes a escala internacional, para
hacer pagar caro a las grandes empresas su apoyo al gobierno de George
W. Bush. Ellas no tienen principios ni los respetan, pero son sensibles
en cambio a la evolución de sus negocios mundiales y a las repercusiones
en Estados Unidos mismo del repudio internacional organizado a la política
colonialista-racista de los agresores de Irak. Al fin y al cabo, con miles
de pequeños hilos, los liliputienses consiguieron someter al gigantesco
Gulliver.