El público brindó al cantaor
y a sus músicos una larga y conmovida ovación, la noche del
viernes
Diego El Cigala dejó la piel sobre el
escenario del Teatro de la Ciudad
Su voz y la trompeta de Jerry González provocaron
intenso diálogo entre el flamenco y el jazz
Ayer se presentaron en el Zócalo capitalino dentro
del Festival de México en el Centro Histórico
ARTURO GARCIA HERNANDEZ
Hay que decirlo sin remilgos: Diego El Cigala y
señores músicos que le acompañan se merecieron la
prolongada y conmovida ovación que les dio el público al
final de su presentación la noche del viernes en el Teatro de la
Ciudad. El cantaor, que debe su apelativo artístico al inmortal
difunto Camarón de la Isla, había prometido dejar
la piel sobre el escenario, y cumplió. Durante dos horas su voz,
profunda y remota como la tradición a la que pertenece, fue vehículo
de pasión, sensibilidad y arte del más alto nivel.
Pero
evitemos los malos entendidos. Diego El Cigala representa una tradición
cultural con orígenes tal vez precristianos, de acuerdo con algunos
estudiosos del tema. Sin embargo, trasciende con mucho los límites
que la reducen a folclor estático. Ese es el primer mérito
destacable del cantaor madrileño y su música: tender
puentes entre su herencia y otras expresiones musicales contemporáneas,
especialmente con el jazz. No es el primero que lo hace, pero vaya manera
de hacerlo.
En lo que oyó, vio y sintió la audiencia,
también tuvieron que ver los acompañantes del cantaor:
Niño Josele, su puntual y vertiginoso ir y venir sobre las cuerdas
de la guitarra; Javier Colina y el sonido untuoso y exquisito de su contrabajo;
el cajón y las percusiones de quien se hace llamar Piraña,
y la trompeta melancólica, libre, prodigiosa, de Jerry González,
nombre prominente en el ámbito del jazz latino.
Sería injusto decir que uno fue mejor que otro,
pero cabe reconocer que Jerry González -aparte de Diego- fue interlocutor
imprescindible para el nivel artístico y la intensidad emocional
que esta noche venturosa alcanzó el diálogo entre el flamenco
y el jazz. Desde su trompeta, un etéreo hilo metálico engarzó
entusiasmos y tristezas al lamento conmovedor que salía por la boca
de Diego El Cigala.
Ambos son músicos que corren riesgos, es decir,
ajenos a la complacencia que busca el aplauso fácil. Por eso, como
en otros casos, sus nombres o sus imágenes no son difundidos hasta
la saciedad por los medios masivos, sin embargo, como se comprobó
en el Teatro de la Ciudad, su música y su mensaje están al
alcance de cualquier sensibilidad mínimamente dispuesta a oír
y sentir.
La presentación de Diego El Cigala se dio
como parte de la edición 19 del Festival de México en el
Centro Histórico. En ese contexto, anoche mismo se presentó
en el Zócalo capitalino.