VENTANAS
Eduardo Galeano
Accidente de tránsito
HASTA BIEN ENTRADO el siglo XX, los camellos se
ocupaban del transporte de gentes y cosas en la isla de Lanzarote.
La estación, el Echadero de los Camellos, estaba
en pleno centro del puerto de Arrecife. Leandro Perdomo pasaba siempre
por allí, en su infancia, camino de la escuela. Veía muchos
camellos, echados o de pie. Una mañana contó cuarenta, pero
él no era bueno en matemática. De algo está seguro
Leandro:
-En aquellos años, nadie tenía prisa.
La isla flotaba fuera del tiempo, mundo antes del mundo,
y la gente tenía tiempo para perder el tiempo.
Los camellos iban y venían, a paso lento, a través
de las inmensidades del desierto de lava negra. No tenían horario,
ni hora de salida ni hora de llegada, pero salían y llegaban. Y
nunca hubo accidentes. Nunca, hasta que un camello sufrió un súbito
ataque de nervios y arrojó por los aires a su pasajera. La infortunada
se partió la cabeza contra una piedra.
Ese camello se enloqueció cuando se le cruzó
en el camino una rara cosa que tosía y echaba humo, pero no era
volcán, y corría pero no tenía patas.
El primer automóvil había llegado a la isla.