Angel Guerra Cabrera
Venezuela: descalabro opositor
El paro opositor de más de dos meses que pretendía derrocar al gobierno de Hugo Chávez no sólo agoniza, sino que ha fortalecido la moral combativa de la mayoría que apoya al presidente venezolano y desacreditado a sus organizadores. A la vez, reforzó la postura patriótica y constitucionalista del ejército. Este, que ya había sido depurado después del golpe de Estado de abril, elevó su cohesión en torno al mandatario al percatarse de la magnitud de los daños ocasionados a la economía y a la población más humilde por la medida opositora y la grave amenaza a la seguridad nacional que implicaba el descarado sabotaje a la industria petrolera. El paro resultó también contraproducente para los líderes de la oposición oligárquica, porque dio un rudo golpe a la poca credibilidad que conservaban dentro y fuera de Venezuela los parcializados medios de comunicación a su servicio, incluso entre sectores de las capas medias hipnotizadas por sus patrañas y adoradores del american way of life. También, y esto es fundamental, porque propició la exclusión de los gerentes serviles a Washington de la paraestatal petrolera, que libre de ellos podrá operar por primera vez en favor del desarrollo económico y social del país. El llamado paro cívico carecía del respaldo de los trabajadores. Se llevó a cabo en casi todas partes contra su voluntad y ha terminado enemistando con la oposición a personas sencillas envenenadas por la campaña mediática, que se le habían sumado.
Por todo ello, su fracaso constituye una importante victoria política del presidente Chávez y el movimiento popular que lo respalda, que ya anteriormente habían derrotado acciones semejantes y el golpe de Estado orquestado en abril pasado por la oligarquía y los dueños de los medios de comunicación dirigidos bajo cuerda desde Washington, aunque lo niegue. La derrota del nuevo paro, la improbabilidad de que se repita una intentona golpista exitosa y el creciente control de la situación del país por el gobierno constitucional mediante medidas enérgicas largo tiempo reclamadas por los sectores populares sienta un precedente muy importante en América Latina.
La regla en nuestra región hasta hoy había sido el derrocamiento en el corto plazo de los gobiernos emanados de elecciones que intentaban aplicar políticas resueltas de defensa de la soberanía nacional y la justicia social. Allí están los ejemplos de Jacobo Arbenz y Salvador Allende, pese a que en el último caso Washington negara durante años su liderazgo e intervención en el golpe fascista hasta que tuvo que admitirlo por la fuerza de las evidencias.
Lo que dio al paro una connotación excepcional fue la entrada en acción de la privilegiada y entreguista capa gerencial de la industria petrolera, única carta estratégica que le quedaba a la oposición por ahora. El control de los gerentes sobre los mandos claves y los sistemas automatizados de dirección de la industria les permitió interrumpir la producción, pese a la resistencia de los trabajadores y realizar costosos sabotajes que la afectarán aún por tiempo indeterminado. Fue -como dijo Chávez- una agresión al corazón del país. Por eso, la supervivencia del gobierno dependía de que la oposición pudiera ser reducida en este sector primordial.
La derrota del paro era cuestión de tiempo desde que comenzó a revertirse en la industria petrolera con la ocupación de las instalaciones por las fuerzas armadas y el posterior despido de más de 5 mil gerentes y saboteadores, que han llevado a la paulatina recuperación en la producción de crudo, ya superior al millón y medio de barriles diarios. Aun cuando la oposición golpista se resista a admitirlo, la reactivación de la industria de hidrocarburos, la reapertura de gran parte del comercio y de las escuelas públicas y privadas, así como el retorno de los bancos al horario habitual evidencia el descalabro del paro.
De aquí se desprende una enseñanza importante para todos los que en América Latina y en otras regiones del mundo luchan por la justicia social, la soberanía nacional y la auténtica democracia. Si el gobierno constitucional de Venezuela ha podido derrotar la brutal escalada subversiva alentada desde Washington es porque a diferencia de experiencias anteriores en nuestra región ha sido capaz de conjugar simultáneamente el apoyo del pueblo y la lealtad de las fuerzas armadas.
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