Sergio Zermeño
Miedo
Países como Japón o Corea, campeones de la mundialización, tienen cerradas sus fronteras a las mercancías que compiten desventajosamente con sus productos agropecuarios, pero inundan la economía global con artículos primarios altamente competitivos. En eso consiste la soberanía: en plantear estrategias de avance donde es posible y de defensa donde se es débil.
Nosotros somos competitivos en hortalizas, frutas y flores, aunque en las más importantes agroexportadoras sólo participan minoritariamente capitales nacionales (Dole, Chiquita, Fisher, Del Monte), pero no somos competitivos en casi ningún otro renglón agroalimentario. ƑPor qué entonces llevamos adelante acuerdos comerciales en paquete, es decir, fronteras abiertas para todos los productos, como en el TLC?
Algunos ejemplos nos lo explican: en México cada hectárea de maíz rinde sólo 2.2 toneladas contra 8.2 de Estados Unidos; los subsidios anuales al agro son de 3.5 millones de dólares aquí contra 20 millones en el país vecino; nuestros fertilizantes, electricidad, diesel y gas tienen costos superiores hasta en 60 por ciento, y el gobierno mexicano promueve el dumping no cobrando aranceles por la entrada del maíz que excede la cuota de importación por un total de mil 300 millones de dólares entre 1995 y 2000, y por 429 millones de dólares de 2000 a la fecha. Y todo esto sucede al tiempo que los productores mexicanos de granos básicos y de otros bienes del agro ven colmadas sus bodegas sin esperanzas de venta, o simplemente no cosechan sus productos ante el derrumbe de los precios. El resultado de todo esto ha sido la caída de precios de los productos básicos de nuestra agricultura: entre 1995 y 1999 el precio del maíz y del trigo ha bajado en términos reales 45 por ciento y el del sorgo 55 por ciento (el frijol 40 por ciento entre 1990 y 99), mientras las semillas y el fertilizante aumentaban entre 50 y 60 por ciento.
Cínicamente podríamos decir que si tan barato resulta producir los granos básicos en Norteamérica lo mejor sería traer todo de allá, pagándolo con una parte del petróleo que les vendemos, pero obviamente no funciona así, pues Estados Unidos no subsidia a sus agricultores para alimentar al mundo. Sucede que sólo una cuarta parte del maíz que consumimos los mexicanos es importado y, como en tantos otros productos, esos precios bajísimos sólo tienen como objetivo influir en el abatimiento de los precios de los productores pequeños y medianos de nuestro país, como explica con gran claridad Blanca Rubio (Explotados y excluidos, Plaza & Valdés, 2001).
Así, las grandes empresas procesadoras de productos básicos para el mercado interior, en su mayoría extranjeras (Anderson Clayton, Cargill, Pilgrims Pride, Maseca, Bachoco, Purina, Bimbo, Nestlé) compran a precios bajísimos mientras venden sus productos cada vez más caros: al tiempo que el precio del maíz cayó 45 por ciento en cinco años, el costo de la tortilla (75 por ciento del consumo de calorías de 45 millones de pobres) ha pasado de 1.90 a 3.50 pesos por kilo entre 1998 y 1999. Paralelamente esas empresas acaparan entre 60 y 80 por ciento de los recursos destinados al campo por el gobierno mexicano, potenciando sus ganancias al trabajar en red con las grandes cadenas comercializadoras trasnacionales (Wal Mart, Auchan, Carrefour).
Ganan las agroindustrias de exportación, ganan las grandes empresas orientadas al mercado interior, pero nuestros productores medianos y pequeños pierden, el campesinado emigra o se acantona en el autoconsumo de subsistencia con venta desventajosa de sus excedentes. ƑPor qué el gobierno mexicano no defiende a los 3 millones de productores maiceros, a los 450 mil cafetaleros, a los 400 mil frijoleros, trigueros y productores de oleaginosas, a los 400 mil productores de carne bobina, a los 200 mil porcicultores y a los 25 millones de mexicanos ligados al campo? Eso nos lo explicó el Servicio de Investigación y Análisis de la Cámara de Diputados el 4 de enero del presente año: "si el gobierno mexicano decidiera renegociar el apartado agrícola del TLC, Estados Unidos podría argumentar violación grave al acuerdo comercial, incrementándose el riesgo-país con la consecuente reducción de flujos de inversión extranjera y salida de capitales..." Para los gobiernos dependientes en estas condiciones, particularmente el de Fox, es preferible pagar el precio del descrédito interno y amplificar la amenaza de argentinización con tal de defender los intereses del gran capital. Así las cosas, no entendemos bien cómo el PAN se propone nuevamente ganar las elecciones con el efecto Fox.
Las anteriores son las razones de la impotencia y del miedo, pero la vulnerabilidad del régimen llega al colmo cuando ni siquiera se atreve a enfrentar a una cadena televisiva nacional. Vaya manera de comenzar un año electoral.