Kermés-homenaje en plena calle, en Tacubaya
Payán y Monsiváis evocan y recorren la casa Barragán
La actividad, contexto para la inauguración de la muestra El aire es azul, de 20 artistas mexicanos y extranjeros
ARTURO JIMENEZ
En una reflexión y un recorrido evocador por la Casa Museo Luis Barragán, "el sitio de su pertenencia, de su experiencia profundamente espiritual", como dijo Carlos Payán, se convirtió la mesa redonda realizada ayer en plena calle, bajo una carpa blanca, como parte de todo un sábado de kermés-homenaje.
Una fiesta realizada en honor del reconocido arquitecto, que este año cumple un centenario de su nacimiento, y para inaugurar la exposición El aire es azul, muestra colectiva en la que 20 artistas contemporáneos de 13 países "intervienen" con 17 obras esa casa, ubicada en la calle General Francisco Ramírez, en Tacubaya, bajo el desafío de no alterar el orden doméstico, creativo y museográfico propios del lugar.
Además de Carlos Payán, director fundador de La Jornada, en la mesa participaron el escritor Carlos Monsiváis; el pintor Juan Soriano; la directora de la casa museo, Catalina Corcuera; el moderador, José Luis Cortés, y Hans Ulrich Obrist, curador y uno de los impulsores del proyecto El aire es azul, junto con Pedro Reyes y Fernando Romero.
Carlos Payán compartió las emociones y cavilaciones surgidas de sus recorridos por la casa, el primero de los cuales realizó a instancias de la periodista Adriana Malvido.
Un recorrido, dijo Payán, "por todas las habitaciones, por todos los rincones, de los espacios luminosos a los encerrados monacalmente, hasta la azotea cuyas construcciones obligaban a mirar todo desde todas partes". En su texto, en el que refirió la cercanía de Luis Barragán con el "hacedor de jardines", Ferdinand Bac, y con él mismo:
"Si para Barragán la casa era una prolongación del jardín y éste, el jardín, cualquier jardín, un pedazo del Paraíso, Ƒno sería también la casa, para él, una prolongación del Paraíso o, acaso, como aspiración, quizá, ambos, una voluntad de encontrar, de recuperar las plantas y las piedras del sueño extraviado?".
Y planteó: "Pasar de un espacio a otro es, en principio, pasar de una emoción a otra, de una emoción estética a otra, de un deslumbramiento a otro, de una felicidad a una felicidad nueva --šoh alegría de la luz y del color!--, y luego, de una soledad a otra, ésta más profunda que aquélla, aquélla más bíblica, ésta más soterrada y mundana y, por tanto, más terrible".
Un humanista diverso
Carlos Monsiváis compartió definiciones y anécdotas diversas sobre Barragán, como su reticencia ante la política, su misticismo, su deseo de haber querido hacer los planos para los monasterios de Santa Teresa y San Juan de la Cruz, su idea de la música "como luz no usada" y su orgullo por la escalera y el jardin de su casa, el cual le quiso "comprar" Carlos Pellicer para uno de sus nacimientos navideños.
Y resumió: "Si debo elegir un adjetivo para Luis Barragán, el que según creo conjunta su temperamento estético y su visión del mundo, ese sólo puede ser el de 'humanista'".
A partir de ello Monsiváis mencionó varios ejemplos, como un "humanismo cristiano", un "humanismo occidental", el humanismo basado en la idea de que "la hermosura mejora la conducta" o el que "aquilata la grandeza del ser humano por su capacidad de gozar el paisaje", entre otros. Aunque al final también ubicó a Barragán como "casi un teólogo" de lo habitacional.
Luego de la mesa, la kermés-homenaje debió continuar con una comida, la participación de varios de los 20 artistas de El aire es azul, un monólogo, la proyección de documentales y otras actividades, entre ellas la lectura por parte de Tania Libertad del discurso de aceptación de Luis Barragán del premio Pritzker.