Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 3 de noviembre de 2002
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Cultura

Carlos Bonfil

Asalto

El arte del bluff. "Blufear", como en una partida de naipes, engañar induciendo a esperar una jugada distinta a la que se planea. Engaño, astucia, disimulo -estrategias cerebrales en juegos de azar o técnicas para desorientar al adversario en una película de misterio. De Hitchcock a Bryan Singer, el autor de Sospechosos comunes, la construcción del engaño o de un malentendido, o la súbita revelación de una artimaña, mantienen al espectador en suspenso; las vueltas de tuerca narrativas, los efecto sorpresa, los finales abiertos, desconcertantes, incrementan todavía más la emoción. Y pocos son los artistas, como David Mamet, capaces de explorar estos terrenos simultáneamente en el cine, en el teatro y en la literatura. Una de sus mejores cintas, House of games, se titula en español, precisamente, Juego de emociones. Otra, La trampa, hace referencia a un juego de ajedrez, desde su título original The spanish prisoner. Y la más reciente, Asalto (Heist) combina, en una estupenda propuesta de thriller, lo mejor de esas dos películas.

Cuando el sexagenario Joe Moore (Gene Hackman), ladrón profesional, especialista en trabajos ambiciosos (uno lo supone capaz de infiltrarse en el Pentágono o en Fort Knox y saquear ambos edificios), decide retirarse, todo se complica formidablemente. Un trabajo pendiente (desvalijar un avión, nada menos), y un mafioso impaciente (Danny de Vito), le impiden cumplir sus propósitos de guerrero fatigado. Hasta aquí, una fórmula reconocible y una variante de un crepuscular Clint Eastwood en busca de horizontes más aciagos.

David Mamet es, sin embargo, un virtuoso del disimulo y su recurso más brillante es el uso laberíntico de la palabra. Sus diálogos son una delicia, y de algún modo eclipsan el desarrollo mismo de la trama, en lugar de contribuir a su progresión o a su esclarecimiento. Cuando De Vito le dice a Hackman: ƑNo quieres oír mis últimas palabras? Y este último, encañonándolo, le contesta, "Acabo de hacerlo", la escena no requiere mayor desarrollo. De igual modo, cuando De Vito exasperado no entiende que alguien pueda prescindir del dinero, y exclama,:"Todo mundo necesita dinero, por eso se llama dinero", el humor y el gusto por el absurdo en Mamet se desbordan. También, en la ética del realizador y guionista, apuntar un revolver a alguien sin la intención real de matarlo, es una falta de sinceridad. Y todo esto es apenas una muestra de las astucias verbales con las que Mamet seduce, confunde y somete a sus espectadores. Hay otras, también eficaces, que son puramente visuales. Dos asaltos magistrales se construyen a partir de engaños -asaltados y espectadores son igualmente embaucables, como también lo son los cómplices del asalto, y, en apariencia, el amigo o la esposa misma del asaltante Joe Moore, cuando no es él el principal engañado.

Mezcla de entretenimiento popular, a lo James Bond (007 contra Goldfinger) y elaboración minuciosa de thriller clásico, a lo Don Siegel (El hombre que burló a la mafia), con Walther Matthau, Asalto es una de las cintas mejor resueltas y más divertidas de un realizador con reputación de complejidad y hermetismo. No tiene ciertamente la altura de Juego de emociones, o incluso de La trampa, pero sus personajes, en especial Hackman y De Vito, muestran mayor consistencia y atractivo que la galería de los protagonistas habituales de Mamet, con excepción de Don Ameche y de su actor fetiche Joe Mantegna. Luego de incursionar en la comedia con Cuéntame tu vida (State and Maine) y de explorar ahí, en tono fársico, cuestiones de sexualidad y poder (como en su obra teatral Oleanna), Mamet regresa al thriller y lo hace a escala más comercial, o si se desea, más hollywoodense, sin perder en el intento su astucia de prestidigitador y su enorme solvencia narrativa. De lo mejor en cartelera.

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