Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 3 de noviembre de 2002
  Primera y Contraportada
  Editorial
  Opinión
  Correo Ilustrado
  Política
  Economía
  Cultura
  Espectáculos
  CineGuía
  Estados
  Capital
  Mundo
  Sociedad y Justicia
  Deportes
  Lunes en la Ciencia
  Suplementos
  Perfiles
  Fotografía
  Cartones
  Fotos del Día
  Librería   
  La Jornada de Oriente
  La Jornada Morelos
  Correo Electrónico
  Búsquedas
  >

Política
Juan Saldaña

Reconocimientos

Para el muy corto alcance de este modesto escribiente, no cabe la menor duda de que en muchas ocasiones, durante las pasadas décadas, no se había dado en nuestro país la acerba, recalcitrante y justificada censura a diversas medidas del Ejecutivo, como las que hemos percibido frente a las presencias y acciones del gobierno del presidente Vicente Fox.

Existen múltiples motivos que explican, a mi ver, tal circunstancia. Pero los más significativos se centran en una administración errática que ha enfrentado, a cuerno limpio, la indudable apertura del gobierno a la opinión pública libre que ha crecido después del evento democrático que llevó al poder al actual gobierno, aunque su filiación esté signada por las presiones políticas de las derechas. Voto de rechazo o no al orden priísta imperante, pero es justo afirmar que el cambio avivó la capacidad crítica de nuestros medios impresos que contrasta, como siempre, con el apoyo negociado y espléndidamente cobrado por algunos vehículos electrónicos.

Sea esto en buena hora, pues la libertad de expresión y el derecho a disentir constituyen fecundos abonos para la democracia que nuestro pueblo aún construye. Bocanadas de aire fresco son la libertad, los derechos y las expresiones de los que, debemos anotarlo, ha sido este diario adalid y bandera desde su ya distante fundación.

Anoto lo anterior porque nuestra vivencia democrática valida recientes acciones de gobierno que es justo rescatar de las casi siempre justificadas críticas. La democracia y la libertad de expresión son testigos y agentes de calidad en el desarrollo de los pueblos. Fundamentan las condenas, pero también los reconocimientos.

El turno de dichos reconocimientos lo ocupa hoy la verticalidad de la posición presidencial en la reciente reunión de Los Cabos. Como lo evidencia Jaime Avilés en su Desfiladero de ayer, en La Paz el presidente Fox expuso la urgencia de México por resolver esa pesadilla que viven los migrantes mexicanos al buscar una vida mejor en el imperio. No solicitó, en esta ocasión, ni concesiones ni mercedes reales del monarca texano. Simplemente propuso la construcción de un nuevo acuerdo para superar, aun cuando fuera de manera provisoria, la terrible situación actual de nuestros compatriotas migrantes. Refrendó también, "a la pasadita", la solidaridad de México con la posición de Francia en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, criterio que difiere de la abrupta y canallesca agresión armada a Irak, por lo menos mientras se conocen las deducciones de los inspectores de la ONU, signifiquen éstas lo que sea.

Justo es reconocerlo, a la sumisión esperada se opuso la objetividad impasible. El equilibrio diplomático superó al capricho imperial. La mayoría republicana en el Capitolio tendrá que esperar un mejor momento.

La decepción de Bush y la consecuente agresión de la prensa imperial a México y a Fox no se hizo esperar. Presenciamos aún la represalia comercial y esperamos las presiones que habrán de venir fatalmente.

Múltiples reclamos se han enderezado hacia el régimen panista de Vicente Fox. En este mismo espacio hemos dejado constancia de inconformidades y protestas. Por ello, la reciente actitud presidencial merece celebrarse porque es el único asidero de este gobierno de dos años con el más limpio pasado del país que corresponde puntualmente a su política exterior.

Frente a esta decisión de dignidad, que soslaya incluso nuestro inestable canciller, vale la pena preguntarse qué lugar ocupará la limpieza internacional de este gobierno en esa desaforada búsqueda del refrendo diputadil que ostensiblemente pugna la campaña antipriísta del Presidente y su equipo, desencadenada, sin penas ni pudores, durante los meses recientes.

Vale la pena reconocer que con su posición en La Paz, el presidente Fox gana más votos que con esa furiosa represión desencadenada contra los recuerdos y desleídas presencias del priísmo.

Ojalá que así se entienda. Que así, de frente y de lleno, se ataquen los grandes problemas nacionales. Que así se actúe frente a la pavorosa descapitalización de la producción agrícola de México, huela o no a ajo descompuesto; sepa o no a dumpings imperiales, el cierre de fronteras para los productos del campo mexicano; el imparable aluvión de productos chatarra que debe soportar nuestro país sin cobrar los impuestos de rigor y todas las lindezas que el imperio se permite con este seguro servidor de los 3 mil kilómetros de frontera.

Es de desearse que con la misma verticalidad de La Paz se impida que este régimen continúe entregando a los intereses privados los tiempos estatales en la radio y la televisión.

Ojalá que la solidez republicana ostentada sirva para desmentir la versión aviesa de que nuestro país es incapaz para administrar, por sí mismo, electricidad y petróleo. Que debamos invocar a la sabiduría extranjera para que vengan a contarnos cómo hacer triunfar nuestras empresas, a cambio de su entrega diligente a los intereses importados.

La lealtad a la limpia tradición internacional de México insistirá seguramente ante el Presidente en que no es posible aceptar que todo tiempo pasado fue peor y que puede borrarse de un plumazo la recia tradición republicana del país.

Porque es justo reconocer que cuando llegó el presidente Fox a su alto desempeño ya había libertad y derechos inalienables para los mexicanos. Imperfectas, vulneradas y a veces traicionadas, pero existían las instituciones de la República; el municipio libre, la educación y la cultura como afirmaciones sucesivas de nuestros valores históricos.

Existía, desde luego, esa política exterior que hoy toca la puerta de Los Pinos; México había cobijado, por ejemplo, las reivindicaciones cubanas que se convirtieron más tarde en seculares epopeyas de libertad.

Cuando llegó el presidente Fox existía también, por supuesto, un programa oficial de seguridad social para los trabajadores mexicanos. El IMSS y el ISSSTE mantenían, de conjunto, un vasto y generoso sistema nacional de seguridad social que hoy enfrenta serios descalabros financieros que hacen dudar incluso de la continuidad de sus servicios, riesgo frente al cual no se conocen aún acciones contundentes del gobierno.

Basten ejemplos. México no nació ayer. La limpia actitud del Presidente ante el ceño fruncido del invitado del norte debe recordar al mandatario mexicano que como nuestra tradición internacionalista existen otros logros que resulta indispensable conservar y engrandecer.

Hechos y alcances que nunca fueron patrimonio de un partido ni medallas de honor de un gobernante, sino victorias de las largas batallas históricas del pueblo mexicano. 

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año