Juan Saldaña
Reconocimientos
Para el muy corto alcance de este modesto escribiente,
no cabe la menor duda de que en muchas ocasiones, durante las pasadas décadas,
no se había dado en nuestro país la acerba, recalcitrante
y justificada censura a diversas medidas del Ejecutivo, como las que hemos
percibido frente a las presencias y acciones del gobierno del presidente
Vicente Fox.
Existen múltiples motivos que explican, a mi ver,
tal circunstancia. Pero los más significativos se centran en una
administración errática que ha enfrentado, a cuerno limpio,
la indudable apertura del gobierno a la opinión pública libre
que ha crecido después del evento democrático que llevó
al poder al actual gobierno, aunque su filiación esté signada
por las presiones políticas de las derechas. Voto de rechazo o no
al orden priísta imperante, pero es justo afirmar que el cambio
avivó la capacidad crítica de nuestros medios impresos que
contrasta, como siempre, con el apoyo negociado y espléndidamente
cobrado por algunos vehículos electrónicos.
Sea esto en buena hora, pues la libertad de expresión
y el derecho a disentir constituyen fecundos abonos para la democracia
que nuestro pueblo aún construye. Bocanadas de aire fresco son la
libertad, los derechos y las expresiones de los que, debemos anotarlo,
ha sido este diario adalid y bandera desde su ya distante fundación.
Anoto lo anterior porque nuestra vivencia democrática
valida recientes acciones de gobierno que es justo rescatar de las casi
siempre justificadas críticas. La democracia y la libertad de expresión
son testigos y agentes de calidad en el desarrollo de los pueblos. Fundamentan
las condenas, pero también los reconocimientos.
El turno de dichos reconocimientos lo ocupa hoy la verticalidad
de la posición presidencial en la reciente reunión de Los
Cabos. Como lo evidencia Jaime Avilés en su Desfiladero de ayer,
en La Paz el presidente Fox expuso la urgencia de México por resolver
esa pesadilla que viven los migrantes mexicanos al buscar una vida mejor
en el imperio. No solicitó, en esta ocasión, ni concesiones
ni mercedes reales del monarca texano. Simplemente propuso la construcción
de un nuevo acuerdo para superar, aun cuando fuera de manera provisoria,
la terrible situación actual de nuestros compatriotas migrantes.
Refrendó también, "a la pasadita", la solidaridad de México
con la posición de Francia en el Consejo de Seguridad de Naciones
Unidas, criterio que difiere de la abrupta y canallesca agresión
armada a Irak, por lo menos mientras se conocen las deducciones de los
inspectores de la ONU, signifiquen éstas lo que sea.
Justo es reconocerlo, a la sumisión esperada se
opuso la objetividad impasible. El equilibrio diplomático superó
al capricho imperial. La mayoría republicana en el Capitolio tendrá
que esperar un mejor momento.
La decepción de Bush y la consecuente agresión
de la prensa imperial a México y a Fox no se hizo esperar. Presenciamos
aún la represalia comercial y esperamos las presiones que habrán
de venir fatalmente.
Múltiples reclamos se han enderezado hacia el régimen
panista de Vicente Fox. En este mismo espacio hemos dejado constancia de
inconformidades y protestas. Por ello, la reciente actitud presidencial
merece celebrarse porque es el único asidero de este gobierno de
dos años con el más limpio pasado del país que corresponde
puntualmente a su política exterior.
Frente a esta decisión de dignidad, que soslaya
incluso nuestro inestable canciller, vale la pena preguntarse qué
lugar ocupará la limpieza internacional de este gobierno en esa
desaforada búsqueda del refrendo diputadil que ostensiblemente pugna
la campaña antipriísta del Presidente y su equipo, desencadenada,
sin penas ni pudores, durante los meses recientes.
Vale la pena reconocer que con su posición en La
Paz, el presidente Fox gana más votos que con esa furiosa represión
desencadenada contra los recuerdos y desleídas presencias del priísmo.
Ojalá que así se entienda. Que así,
de frente y de lleno, se ataquen los grandes problemas nacionales. Que
así se actúe frente a la pavorosa descapitalización
de la producción agrícola de México, huela o no a
ajo descompuesto; sepa o no a dumpings imperiales, el cierre de
fronteras para los productos del campo mexicano; el imparable aluvión
de productos chatarra que debe soportar nuestro país sin cobrar
los impuestos de rigor y todas las lindezas que el imperio se permite con
este seguro servidor de los 3 mil kilómetros de frontera.
Es de desearse que con la misma verticalidad de La Paz
se impida que este régimen continúe entregando a los intereses
privados los tiempos estatales en la radio y la televisión.
Ojalá que la solidez republicana ostentada sirva
para desmentir la versión aviesa de que nuestro país es incapaz
para administrar, por sí mismo, electricidad y petróleo.
Que debamos invocar a la sabiduría extranjera para que vengan a
contarnos cómo hacer triunfar nuestras empresas, a cambio de su
entrega diligente a los intereses importados.
La lealtad a la limpia tradición internacional
de México insistirá seguramente ante el Presidente en que
no es posible aceptar que todo tiempo pasado fue peor y que puede borrarse
de un plumazo la recia tradición republicana del país.
Porque es justo reconocer que cuando llegó el presidente
Fox a su alto desempeño ya había libertad y derechos inalienables
para los mexicanos. Imperfectas, vulneradas y a veces traicionadas, pero
existían las instituciones de la República; el municipio
libre, la educación y la cultura como afirmaciones sucesivas de
nuestros valores históricos.
Existía, desde luego, esa política exterior
que hoy toca la puerta de Los Pinos; México había cobijado,
por ejemplo, las reivindicaciones cubanas que se convirtieron más
tarde en seculares epopeyas de libertad.
Cuando llegó el presidente Fox existía también,
por supuesto, un programa oficial de seguridad social para los trabajadores
mexicanos. El IMSS y el ISSSTE mantenían, de conjunto, un vasto
y generoso sistema nacional de seguridad social que hoy enfrenta serios
descalabros financieros que hacen dudar incluso de la continuidad de sus
servicios, riesgo frente al cual no se conocen aún acciones contundentes
del gobierno.
Basten ejemplos. México no nació ayer. La
limpia actitud del Presidente ante el ceño fruncido del invitado
del norte debe recordar al mandatario mexicano que como nuestra tradición
internacionalista existen otros logros que resulta indispensable conservar
y engrandecer.
Hechos y alcances que nunca fueron patrimonio de un partido
ni medallas de honor de un gobernante, sino victorias de las largas batallas
históricas del pueblo mexicano.