Guillermo Almeyra
Notas sobre el triunfo electoral en Brasil
1 Se notará que no hablo del "triunfo de
Lula" ni del "triunfo del pueblo brasileño" ni de "triunfo" a secas:
hablo de un triunfo electoral, o sea, limitado y formal, de todos
los que en todo el mundo, rechazando la política del capital financiero,
han alentado a los oprimidos en el Brasil y organizado su voluntad de cambio.
2. "En Brasil" significa que el triunfo electoral
forma parte de un proceso más vasto que se expresa en la crisis
del establishment en Venezuela, que produjo un Hugo Chávez,
hoy desbordado por su base; en el desarrollo de la crisis social en Ecuador
que pone primero en las expectativas de voto al teniente coronel Lucio
Gutiérrez, una especie de nuevo Chávez, nacionalista y reformista
social, apoyado por los indígenas y la izquierda social; en la existencia
en Bolivia del poder paralelo de los campesinos cuya dirección formal
es Evo Morales; en la expectativa de voto mayoritaria (54 por ciento contra
30 por ciento de la derecha) para el Frente Amplio en Uruguay;en el desarrollo
del poder dual en la Argentina, con las asambleas, las ocupaciones de empresas,
los piquetes y en las movilizaciones campesinas en Paraguay, las
campesinas y obreras en Perú, etcétera. Ese proceso general
sustenta y alimenta lo que sucede socialmente en Brasil. Su característica
principal es que intenta un cambio dentro del sistema y de las instituciones
(votando, queriendo cambiar el gobierno) y trata de imponer reformas profundas
(la agraria, la redistribución del ingreso, planes contra el desempleo).
No es un proceso revolucionario. No amenaza a los capitalistas sino sólo
a un sector de éstos: el financiero, el imperialista y en Brasil
a los terratenientes parasitarios. Por eso, dicho sea de paso, en algunos
países divide los órganos de dominación (Iglesia,
ejército) e incluso permite "frentes" momentáneos entre sectores
capitalistas y las clases explotadas u oprimidas (como sucede en Brasil).
Es un proceso que avanza impulsado por los efectos de la política
del capital y que lleva rápidamente a nuevos niveles de conciencia:
hace dos años, en México, la voluntad de cambio llevó
a una revolución pasiva, a un presidente de la Coca Cola y un gobierno
de derecha y de los empresarios pero ahora ha llevado a la presidencia
de Brasil un campesino-obrero con un gobierno de centroizquierda y un apoyo
masivo sin precedentes.
3. La ultraizquierda no ve este proceso. Ve todo
fijo, ve a la burguesía y a las transnacionales como un bloque único
y para ella todo es simple porque las elecciones brasileñas se redujeron
a una disputa interburguesa (según Petras, por ejemplo, el Partido
de los Trabajadores "opta abiertamente por la política de los empresarios"
y "administrará el paquete económico del FMI"). No hay para
esa gente diferencia alguna entre la voluntad de los 56 millones de personas
que votaron por el cambio al votar por Lula y la voluntad de éste
o del aparato de su partido. No hay dialéctica alguna entre masas,
partido y dirección ni hay reformas -teóricamente compatibles
con el capitalismo- que éste no pueda realizar sin poner en peligro
su dominación (como, por ejemplo, una reforma agraria masiva llevada
adelante ocupando tierras y poniendo en cuestión el sacrosanto derecho
de propiedad aunque se pida extender socialmente la propiedad agraria).
Para esa "ultra" los 56 millones de personas que en Brasil esperan un cambio
en las instituciones, modificándolas, son ignorantes e ilusos y
no pesan; pesan sólo "las traiciones" (ya anunciadas y decretadas)
de Lula y las imposiciones del capital. Por lo tanto llama a oponer a las
elecciones y al gobierno de Lula (de nuevo Petras) "la movilización
exitosa e independiente de las organizaciones de clase para tomar el poder
del Estado". Pero una movilización "independiente" requeriría
superar la confianza en el gobierno masivamente electo y para que sea "exitosa"
debería contar con un gran apoyo (o sea, con un gran repudio al
gobierno), y las "organizaciones de clase" (¿cuáles, si el
PT y los sindicatos no lo son para la ultra?) deberían existir y
desarrollarse lo suficiente antes de tomar el poder. De modo que para la
"ultra" no queda sino la protesta pasiva... y la pasividad. El capital
dice: "no pasó nada: haremos que Lula se amolde" y la "ultra" dice
lo mismo pero agrega que ya se amoldó...
4. Como el resultado electoral brasileño
es una expresión deformada de la lucha de clases y esa lucha de
clases subsiste una vez elegido Lula, habrán diferencias entre los
campesinos sin tierra, que ocuparán tierras incultas pero buenas
y no aceptarán tierras fiscales malas, y los capitalistas que intentarán
influir en el gobierno. Y habrán huelgas por aumentos y contra los
despidos y huelgas por nuevas leyes sociales. Además, la presión
del FMI y de Estados Unidos unirá y radicalizará a la gente
que hasta ahora votó en las urnas y ahora deberá votar en
las calles y movilizaciones y diferenciará profundamente la base
del PT mismo.
5. Por último, el proceso brasileño
pesará sobre las futuras elecciones ecuatorianas y -esperemos- incluso
en la situación político-social argentina. A lo mejor reanima
hasta al EZLN. Hay que contar siempre con el Viejo Topo.