Venimos a proteger el camino y la zona, aun de los asaltantes, justifican soldados
Nuevo retén militar en Xhanil, Chiapas
HERMANN BELLINGHAUSEN ENVIADO
Crucero Xhanil, Chiapas. 2 de noviembre. Enseguida se nota que las instalaciones son nuevas. Las sogas y trozos de manta de camuflaje que visten las construcciones de campaña conservan sus colores firmes. Se percibe en el aire ese nerviosismo de quienes acaban de llegar y no conocen el terreno, aunque ya lo dominan. Además, todavía no se ponen tiendas ni fonditas en las inmediaciones. Luego que por aquí se vende buena artesanía, textiles de mucha flor.
Hace unas semanas los indígenas de las comunidades cercanas (en el municipio constitucional de Chilón) denunciaron esta nueva posición militar. No se encuentra lejos el municipio autónomo de La Paz, en los límites de Tumbalá. De hecho, en Xhanil nace la brecha que le da acceso.
No bien se aproxima el reportero, brotan soldados de las construcciones. Uno se pone al frente.
-Disculpe, esta posición, Ƒes nueva?
-ƑQué busca? -responde el soldado.
-ƑCuál fue el motivo por el que se instalaron aquí?
Parece a punto de responder otra vez con una pregunta, pero se contiene. Luego, habiendo recapacitado, dice:
-Venimos a proteger el camino y la zona.
-ƑDe quién? ƑHay asaltantes?
-Sí, también de los asaltantes.
Ese es todo el diálogo. El "también" me deja intrigado. O sea que vienen a proteger el camino de sus habitantes y transeúntes. Y "también" de unos asaltantes que a veces acechan en la carretera a Palenque. Es de esperar que al menos dichos atracos disminuyan. Ya hubo casos de bandas recurrentes entre dos posiciones militares, como el tramo Cuxuljá-Ocosingo. O como en el tramo Jolnachoj, San Cayetano y Puerto Caté, en los Altos. En el caso de Xhanil, no queda lejos la Base de Operaciones Mixtas del Ejército federal en Timhó. En los tres casos, cerca de poblados zapatistas.
Un indígena que resguardaba el Aguascalientes de Oventic hace poco, dijo al reportero: "Esos asaltos, con pasamontañas y todo, los hacen por pura provocación".
Como sea, la de Xhanil es una nueva posición fija del Ejército federal en la zona de conflicto. Afirman los expertos que la guerra de baja intensidad no se interrumpe con los cambios de gobierno. Está diseñada para ganar progresivamente espacios en las tierras y la vida civil de los indígenas.
La lluvia cae para todos
Valle de Santo Domingo. A diferencia de otras regiones de la selva, en el norte de la Lacandona no llovió en octubre. Una tarde oscureció más. Llovió y escampó. De todos modos, la gente supo que venía el agua y se guardó en sus viviendas. Llovería toda la noche, el día y la noche siguientes.
-Está bien l'agua para que crezca el frijolar que ya estaba secando -dice René alzando la voz, pues la lluvia tupe duro contra las láminas del techo.
De la milpa, informa que apenas la están tapiscando, y reconoce, con alegría: "No esperábamos esta lluvia. Con que no se siga mucho, va a estar buena para nuestro frijol".
Al menos la lluvia es democrática. Cae la misma en Arroyo Granizo (comunidad en resistencia) y en Santo Domingo (priísta recalcitrante). Idéntico gusto agrícola da en los frijolares de San Antonio Escobar (priísta), Santa Rita (ARIC Independiente) y La Culebra (en resistencia). Vecinos en las secas y las aguas.
Unos pueblos gestionan la inversión gubernamental que sea, mientras reciben al Ejército federal y se acogen a su "protección". Otros aguantan la hostilidad de esas tropas y hacen su autonomía en resistencia. Pero la lluvia del Día de Muertos es buena para el frijolar de todos.
Los pájaros se guardan cuando llueve, pero los zanates son macizos y salen al vuelo. Los campos de frijol en la selva están cercados con alambre y postes de madera. Esta tarde de aguacero, en cada palo, sin excepción, se posa un zanate. Resulta una visión extraña ese campo de pequeños cuervos sobre las estacas, cual estatuas negras.
Halloween chamula y otras modernidades
La modernidad adquiere expresiones diversas en las tierras indígenas. Un extremo bizarro lo representa el halloween de los niños chamulas en San Cristóbal de las Casas; un juego en tzotzil que adopta el muy chilango Ƒme da mi calavera? Niños y niñas recorren los comercios coletos llevando máscaras de cartón y cuernos de cartulina, barbas de estambre guinda y bolsas de plástico. Cantan Somos los angelitos en tono macabro y piden, sobre todo monedas; de perdida, colación.
Otra vía a la "modernidad" se abre para los tzotziles que hace unos años colonizaron la inhóspita frontera sur.
Verdadera modernización o espejismo, el asfalto de las carreteras avanza de Ocosingo y Las Margaritas a San Quintín. Los piquetes de trabajadores camineros, comandados por los ingenieros y capataces de la constructora, mueven montañas, enfrentan fallas geológicas y vados recurrentes. Aprovechan la eventual "fuente de trabajo". Y se disponen a seguir viendo convoyes del Ejército federal y transportes de comida chatarra. Los mismos que pasan ahora, pero más velozmente.