Cristóbal Ochoa instaló una megaofrenda que honra la memoria de Cuauhtémoc y vindica al señorío de Tlatelolco
       
       Viernes 31 de octubre de 2025, p. 3
La Plaza de las Tres Culturas –sitio emblemático donde convergen las vidas prehispánica, colonial y contemporánea de México– es escenario de una doble reivindicación histórica.
A 500 años del asesinato de Cuauhtémoc a manos de Hernán Cortés –cumplidos según algunas fuentes el pasado 28 de febrero–, el artista Cristóbal Ochoa instaló allí una megaofrenda que no sólo honra la memoria del último tlatoani mexica, sino que también busca vindicar al señorío de Tlatelolco, ciudad gemela de Tenochtitlan que “durante siglos ha vivido a la sombra” de su hermana mayor.
Esta monumental instalación artística se presenta desde hoy y hasta el 9 de noviembre con motivo de la celebración del Día de Muertos, gracias a los esfuerzos de ese creador y su equipo del Taller 8A, con apoyo del Consejo Ciudadano Tlatelolca y la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México.
Ingeniero automotriz de formación, el pintor, escultor y grabador nacido en la colonia Guerrero hace 50 años concibió esta gran ofrenda –que transforma aquel espacio capitalino en la entrada al inframundo mexica– como “un acto de justicia histórica” y un recorrido educativo que se sumerge en las raíces más profundas de nuestra cosmovisión prehispánica.
“Quería hacer una obra de corte histórico. En principio, pensé en la última batalla de Cuauhtémoc; pero por falta de tiempo no fue posible. Entonces, se me ocurrió un juego de pelota entre los dioses en el Mictlán (el inframundo en la cosmovisión mexica). La idea es contar la historia de cómo (en el México antiguo) convivíamos con la muerte y lo que significaba trascender a ese lugar”, explica Ochoa en entrevista.
La narrativa central de esta pieza, desarrollada con la asesoría del historiador Miguel Mares, especialista en Tlatelolco, recrea el viaje de Cuauhtémoc al Mictlán, mediante elementos pictóricos y escultóricos.
La premisa es que, al no tener una muerte honorable, el tlatoani no pudo ascender al paraíso solar y fue destinado al inframundo. Allí, en un acto de reconocimiento épico, guerreros águila y jaguar sostienen un ritual juego de pelota en su honor.
“La idea del juego es que ahí habrá un perdón para que él pueda ser elevado”, apunta. “Estamos reivindicando al último tlatoani, porque lo capturan y, aunque pide a Cortés que le dé una muerte digna, no lo hace, y por ende va al Mictlán”.
El corazón de la instalación –además de un juego de pelota de 20 metros de largo por 10 de ancho– es la recreación de una pirámide de siete metros de altura y siete de base, inspirada en la estructura original de Tlatelolco. A su pie, yace un tzompantli (muro de calaveras), mientras en su cúspide un trono vacío aguarda a Cuauhtémoc, custodiado por sus abuelos.
Ofrenda viva
Esta estructura es más que un monumento simbólico: también es una ofrenda viva, toda vez que habitantes de los barrios de Tlatelolco, la Guerrero y Tepito –que en la antigüedad eran parte de ese señorío– intervinieron los nichos de la pirámide con fotografías y veladoras para honrar a sus seres queridos ya fallecidos.
“Qué mejor que esta obra se encuentre en la Plaza de las Tres Culturas, sitio tan importante como el Zócalo”, reflexiona Ochoa. “En la época prehispánica eran dos señoríos que siempre estuvieron en batalla. Sí, ganó el de Tenochtitlan, pero Tlatelolco era un señorío grande e importante”.
El recorrido por la ofrenda es una inmersión sensorial en los nueve niveles del Mictlán. Los visitantes podrán transitar por tapetes de aserrín y entre pinturas monumentales de tres por dos metros creadas por artistas del Taller 8A y un colectivo de egresados de la Facultad de Arte y Diseño de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
En el primer nivel, serán recibidos por una inquietante jauría de xoloescuintles esqueléticos que custodian el río del inframundo. En el juego de pelota, en tanto, cerca de una decena de impactantes esqueletos de guerreros águila y jaguar de 3.50 metros de altura parecen congelados en el fragor del partido ritual.
“No es una ofrenda de muertos común. Es una obra hecha por artistas que tiene una narrativa completa y un sentido educativo, a diferencia de otras propuestas, donde los elementos están aislados e incluso incorporan y mezclan cuestiones provenientes de otras culturas, como el Halloween. Aquí es una reivindicación de nuestra historia”, subraya Ochoa.
La instalación –que se inaugura hoy a las 17 horas– incluye dos pares de alas gigantes, para que la gente pueda fotografiarse con ellas; dos pantallas gigantes en las que se proyectarán películas para los niños –entre ellas Coco y Aztlán– y cortos relacionados con el Mictlán para el público adulto, así como arreglos florales. Desde hoy y hasta el 2 de octubre, habrá un tlalmanalli (celebración de origen prehispánico) en la que chamanes quemarán copal y harán oraciones.
Para Cristóbal Ochoa, éste puede ser el inicio de una tradición en Tlatelolco en cuanto a montar estas magnas ofrendas.
“Estoy orgulloso y me siento honrado de que me hayan permitido presentar una exposición de tal magnitud en este importante lugar. Aquí nací y crecí, soy de la Guerrero”, dice el artista, quien también realiza trabajo comunitario en la zona al frente del Taller 8A, proyecto que encabeza desde hace casi 30 años y en cuyo transcurso ha colaborado con importantes creadores, como Ángela Gurría (1929-2023), Gabriel Macotela, Roger von Gunten, Alejandro Santiago y Demián Flores, entre otros.
      
	
       
     










     
	         
	       